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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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jamás <strong>de</strong> los jamases se vería al lado <strong>de</strong> su legítimo dueño y consorte. Amarga tristeza<br />

se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> ella, y no se le ocurría pensamiento alguno que no fuese <strong>de</strong> muerte o<br />

duelo. Pensó salir <strong>de</strong> Madrid, corriendo a la ventura en busca <strong>de</strong>l esposo que Dios y la<br />

ley le habían dado; pero Cor<strong>de</strong>ro le quitó <strong>de</strong> la cabeza esta atrevida i<strong>de</strong>a, impropia <strong>de</strong><br />

persona tan razonable. Durante tres días el héroe no se ocupaba más que <strong>de</strong> reunir datos<br />

para escribir una memoria sobre el sangriento acontecimiento <strong>de</strong>l día <strong>16</strong>, y buscaba<br />

[450] referencias, interrogaba a los testigos oculares, bebía en las mismas fuentes <strong>de</strong> la<br />

verdad histórica, perseguía <strong>de</strong>talles, frases, acci<strong>de</strong>ntes mil, y esas pequeñeces <strong>de</strong> que<br />

tanto jugo suele sacar la diligente Clio. Escudriñando tan escandalosos sucesos, vio que<br />

a los horrores <strong>de</strong>l colegio Imperial y <strong>de</strong> Santo Tomás habían excedido los <strong>de</strong> San<br />

Francisco el Gran<strong>de</strong>, don<strong>de</strong> perecieron a navajazos cincuenta individuos. En la Merced<br />

Calzada también fue gran<strong>de</strong> el estrago. De los <strong>de</strong> San Francisco dio noticias prolijas el<br />

menguado Rufete, que estaba <strong>de</strong> guardia aquel día y adquirió cierta fama no envidiable,<br />

por haber dado segurida<strong>de</strong>s al general <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que nada ocurriría en la casa, y<br />

haber poco <strong>de</strong>spués permitido el libre paso <strong>de</strong> los viles asesinos. Rufete <strong>de</strong>sfiguraba los<br />

hechos para velar su cobardía, que quizás, o sin quizás, más que cobardía, fue<br />

complicidad con los infames asesinos. El oficialete <strong>de</strong>claraba haber salvado <strong>de</strong> la<br />

muerte a muchos franciscanos; pero los que lograron salir vivos <strong>de</strong> la infame jornada<br />

aseguraban que en el momento <strong>de</strong>l conflicto no se vio al señor oficial por ninguna parte.<br />

Había razones sobradas para afirmar que el Sr. Rufete hubo <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rse en los<br />

sótanos <strong>de</strong>l edificio, no dando señales <strong>de</strong> vida hasta que, muerta ya media comunidad,<br />

apareció muy fiero, echando ternos y venablos contra la pillería. Todos estos datos,<br />

noticias y versiones las iba recogiendo Cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los mismos héroes <strong>de</strong> la tragedia,<br />

para poner luego a cada cual en el lugar que le correspondía. Es indudable que el<br />

exaltado Rufete ocupó el que por sí mismo eligiera en lo más crudo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>güello, es a<br />

saber, la alcantarilla.<br />

Faltara a todas las exigencias <strong>de</strong> la Historia el buen Cor<strong>de</strong>ro, si omitiera lo que se<br />

dijo <strong>de</strong> envenenamiento <strong>de</strong> aguas, y la parte que tuvo en esta brutal creencia la bendita y<br />

entonces malhadada tierra <strong>de</strong> San Ignacio. Este ingrediente <strong>de</strong>sempeñó en aquellos<br />

sucesos terribles un papel <strong>de</strong> primer or<strong>de</strong>n. Fue arma odiosa <strong>de</strong> la mala fe, <strong>de</strong> la<br />

ignorancia, y absurdo pretexto, ya que no causa, <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los más feos crímenes<br />

políticos que se han cometido en España. Conocemos la víctima y el grosero<br />

instrumento. La mano, ¿qué mano era y dón<strong>de</strong> estaba? ¿Creeremos en el espontáneo<br />

error <strong>de</strong>l populacho y en un movimiento instintivo y ciego <strong>de</strong> su barbarie?... Difícil es<br />

creer esto. Pero el aguijón que inquietó al bruto, haciéndole mor<strong>de</strong>r y cocear, quedó<br />

escondido en el misterio. ¿Fue el <strong>de</strong>güello cosa resuelta y or<strong>de</strong>nada en círculos oscuros,<br />

ávidos <strong>de</strong> maldad y escándalo? También es difícil asegurar esto, que por su enormidad<br />

se resiste a la razón humana. La Fatalidad, causa cómoda <strong>de</strong> los hechos oscuros, y luz<br />

mentirosa <strong>de</strong> lo que no pue<strong>de</strong> alumbrarse, [451] se presenta aquí reclamando su página,<br />

la página a que le dan <strong>de</strong>recho las perplejida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l narrador y el convencionalismo <strong>de</strong><br />

la Historia... Bienvenida sea esa madrastra Fatalidad, que tan bondadosamente se presta<br />

a adoptar todo hijo abandonado, por lo general feo y enclenque, a quien rechaza la<br />

misma Lógica que en las tinieblas lo engendró.<br />

Rumores corrieron <strong>de</strong> que el bondadoso Padre Alelí había perecido en las<br />

ferocida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l <strong>16</strong>. Esto no resultó cierto por fortuna. Hallábase el anciano en la

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