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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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abatimiento? Aquí no hay nada que temer. Estamos en sagrado, es <strong>de</strong>cir en una casa<br />

pura y absolutamente, ji ji... apostólica.<br />

Jenara no cenó. Había perdido el apetito, y la especial manera <strong>de</strong> guisar que en<br />

aquella casa había no era la más a propósito para <strong>de</strong>spertarlo. A esta feliz circunstancia<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgana <strong>de</strong> un convidado, <strong>de</strong>bió Pipaón que le tocara algo, aunque no fue mucho,<br />

según consta en las crónicas que <strong>de</strong> aquellos acontecimientos quedaron escritas.<br />

Levantose Jenara <strong>de</strong> la mesa antes que los <strong>de</strong>más para <strong>de</strong>cir una cosa importante al<br />

señor D. Felicísimo, que aún no había salido <strong>de</strong> su guarida, y al llegar a la puerta <strong>de</strong><br />

esta, oyó la voz <strong>de</strong>l anciano muy <strong>de</strong>sentonada y colérica. Decía así: [186]<br />

-Ladrón, verdugo, borracho, no te daré un maravedí aunque te me pongas <strong>de</strong> rodillas<br />

<strong>de</strong>lante y me enciendas velas. Yo no soy bueno, yo no soy santo; no pienses que me<br />

embobarás con tus lisonjas. ¿Tengo yo alguna mina, ji? ¿Acuño moneda, ji? Quítateme,<br />

ji, <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante y púdrete si quieres. No hay un cuarto; hoy no se fía aquí. Toca a otra<br />

puerta, muérete, revienta, pégate un tiro y si no basta, ji, ji... te pegas dos o media<br />

docena.<br />

Con voz humil<strong>de</strong> y ahogada por la pena, Tablas habló <strong>de</strong>spués para pintar con las<br />

frases más amañadas la enormidad <strong>de</strong> su apuro, y Carnicero redobló sus negativas, sus<br />

bufidos, sus hipos, todo en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> su bolsa. Jenara no necesitó oír más, y al punto<br />

renunció a <strong>de</strong>cir a D. Felicísimo lo que había pensado. Mujer <strong>de</strong> recursos intelectuales,<br />

improvisaba planes con la celeridad propia <strong>de</strong> todo gran<strong>de</strong> y fecundo ingenio.<br />

La campanilla sonó y Tablas fue a abrir la puerta. Llegaron tres señores que se<br />

dirigieron a la sala, don<strong>de</strong> Sagrario acababa <strong>de</strong> poner luz. Entrando otra vez en el<br />

comedor la dama vio que Pipaón y Micaelita no parecían disgustados <strong>de</strong> hallarse juntos.<br />

Sagrario andaba por la cocina riñendo con la criada, en lenguaje discor<strong>de</strong> e inarmónico,<br />

semejando un órgano que tuviera todos los tubos agujereados. Jenara [187] volvió al<br />

pasillo, que era largo, complicado, anguloso y a causa <strong>de</strong>l blanqueo daba más cuerpo a<br />

las sombras que sobre él caían. Allí vio la atlética figura <strong>de</strong> Tablas que salía <strong>de</strong>l cuarto<br />

<strong>de</strong>l señor, y dirigiéndose a un ángulo oscuro don<strong>de</strong> estaban algunos muebles viejos<br />

como en <strong>de</strong>stierro, <strong>de</strong>jábase caer sobre una silla y apoyaba la cabezota en ambas manos<br />

mirando al cielo. Jenara se llegó a él. Era el ángel <strong>de</strong>l consuelo.<br />

- XIX -<br />

-¿Cómo te va, Elías? Señor con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Negri, buenas noches. Buenas noches, Sr. D.<br />

Rafael Maroto.<br />

Así saludó D. Felicísimo a sus amigos, entrando en la sala, candilón en mano. Como<br />

aún no le hemos visto andar, no hemos podido <strong>de</strong>cir que andaba a pasitos cortos, muy<br />

cortos, y así tardó una buena pieza en llegar al centro <strong>de</strong> la estancia. Viose entonces la<br />

longitud <strong>de</strong> su levitón negro, el cual le llegaba hasta los pies, <strong>de</strong> modo que no parecía<br />

que andaba, sino que estaba fijo sobre una tablilla con ruedas <strong>de</strong> la cual tirara con

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