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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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parches era quien vendía, cuando alguien compraba, ensartando las docenas <strong>de</strong> buñuelos<br />

en juncos ver<strong>de</strong>s que a la mano tenía.<br />

El prestidigitador buñuelista era un hombre pequeño, antipático, tirando a viejo.<br />

Sudaba tanto con aquel continuo y fatigoso ejercicio, que su cara parecía haber estado<br />

en remojo poco antes. Para entretener el fastidio canturreaba (10) esta copla:<br />

Reinará D Carlos<br />

con la Inquisición,<br />

cuando la naranja<br />

se vuelva limón.<br />

Salvador reconoció la puerta <strong>de</strong> la casa que buscaba, y acercándose, preguntó si vivía<br />

allí el señor Pedro López, por otro nombre Tablas. Mientras el hombre se limpiaba el<br />

sudor, la hembra <strong>de</strong> los parches contestó que sí. La tien<strong>de</strong>cita ahumada don<strong>de</strong> estaba el<br />

puesto <strong>de</strong> buñuelos y aguardiente comunicábase con una lonja gran<strong>de</strong> y espaciosa,<br />

don<strong>de</strong> había espléndido comercio <strong>de</strong> carne y salchichería. Ambos establecimientos eran,<br />

al parecer, <strong>de</strong> un mismo dueño: el pequeño tenía una puerta a la calle y el gran<strong>de</strong> dos.<br />

-Es en la tienda <strong>de</strong> al lado -dijo el buñuelero sin urbanidad-; pero se pue<strong>de</strong> entrar por<br />

aquí. Pase usted, caballero... Señá Nazaria, aquí preguntan por usted.<br />

Cuando la naranja<br />

se vuelva limón. [310]<br />

Salvador penetró en la gran tienda don<strong>de</strong> podía admirarse todo lo más hermoso y<br />

rico que producen las industrias <strong>de</strong> Montánchez y Can<strong>de</strong>lario, y si no hubiera freno para<br />

las comparaciones, si todo lo visible pudiese entrar en el dominio <strong>de</strong>l arte metafórico,<br />

bien podría llamarse a aquello el palacio <strong>de</strong> las morcillas o el templo <strong>de</strong>l jamón.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la extraordinaria abundancia <strong>de</strong> lo que en el comercio se llama género,<br />

cautivaba en tal sitio el buen or<strong>de</strong>n y, si se quiere, la elegancia con que todo estaba<br />

colocado y mostrando que había allí buen ojo y buena mano para que lo <strong>de</strong>stinado a<br />

complacer al estómago embelesase primero a la vista. El techo era un portento, pues no<br />

parecía sino la convexidad <strong>de</strong> admirable gruta adornada <strong>de</strong> estalactitas, <strong>de</strong> corales,<br />

madréporas y raras especies <strong>de</strong> aquella parte <strong>de</strong>l reino vegetal que con el mineral se<br />

confun<strong>de</strong>n. Fijándose en los jamones que colgaban <strong>de</strong> un barrote <strong>de</strong> hierro y en las<br />

oscuras morcillas que les acompañaban, no se podía menos <strong>de</strong> pensar en algún inmenso<br />

árbol <strong>de</strong> Jauja, que había metido allí una <strong>de</strong> sus ramas, completamente llena <strong>de</strong><br />

gigantescas frutas, tan sabrosas como picantes. En graciosas cenefas y en ma<strong>de</strong>jas<br />

on<strong>de</strong>adas pendían las salchichas rojas como el pimiento <strong>de</strong> quien tomaban su afectado<br />

colorete, y las sartas <strong>de</strong> chorizos se entremezclaban con los perniles, acariciándolos<br />

suavemente con su piel crasosa. Por una columna abajo <strong>de</strong>scendían en cuelga millares

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