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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Rumalda.<br />

-Señor.<br />

-Sube y tráeme las dos pistolas que están colgadas junto a la cama... Después<br />

llevarás el agua a Nazaria.<br />

-Madre Nazaria no me ha mandado por agua. Ya no tiene sed. Me ha mandado por<br />

un cura. Dice que se muere.<br />

-¿Por un cura?... ¿Y dón<strong>de</strong> están los curas, mentecata?... Di a Nazaria que no se<br />

muera, que volveré pronto... Corre y tráeme las pistolas.<br />

-Voy por el cura.<br />

-Sube y trae las pistolas -gritó López.<br />

La coja entró en el portal, y emprendió su lucha con la escalera. Esto empezaba a ser<br />

para ella como beberse el mar. Y se lo bebía. [440]<br />

Poco <strong>de</strong>spués el atleta y sus amigos volvían a la calle <strong>de</strong> los Estudios. Un reloj dio la<br />

hora. Eran las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Ya en la puerta que el Seminario tiene por la calle <strong>de</strong>l<br />

Duque <strong>de</strong> Alba, los sicarios <strong>de</strong>l lego formaban un grupo imponente, montón <strong>de</strong><br />

humanidad digno <strong>de</strong> un basurero, en el cual brillaban aceros <strong>de</strong> navajas y burbujeaban<br />

blasfemias. Gritaron, golpeando la puerta. Tablas se presentó, quiso mandar; pero no le<br />

hicieron caso. Abriose la puerta, o franqueada por <strong>de</strong>ntro o rota <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera, que esto no<br />

se sabe bien. El populacho entró. Detúvose en el vestíbulo ante una figura que estaba<br />

allí sola, imponente, inmóvil, como imagen bajada <strong>de</strong> los altares. Era el Padre Sauri,<br />

joven, flaco, pálido, valiente. La pali<strong>de</strong>z, la energía <strong>de</strong> las facciones <strong>de</strong>l jesuita, sus<br />

[441] ropas negras, su valor quizás contuvieron un instante al populacho. Aquella<br />

repentina quietud parecía la perplejidad <strong>de</strong>l arrepentimiento. El jesuita dijo con voz<br />

sonora y conmovida: ¿qué queréis?<br />

Difícil era contestar a esta pregunta con palabras. Los sicarios no sabían bien lo que<br />

querían. De entre ellos salió una voz que gritó: Queremos tu sangre, perro. No fue<br />

preciso más. El Padre Sauri <strong>de</strong>sapareció. No pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribirse su horroroso martirio. De<br />

manos <strong>de</strong> los monstruos pasó a las <strong>de</strong> unas cuantas harpías que le arrastraron hasta la<br />

plazuela <strong>de</strong> San Millán, mutilando su cadáver en el sangriento camino.<br />

En tanto los asesinos se difundieron por los inmensos claustros <strong>de</strong>l vasto edificio.<br />

Oíanse pasos precipitados y ayes lastimeros en lo alto violentos golpes <strong>de</strong> puertas que se<br />

cerraban. Era jueves, y los colegiales externos estaban en sus casas. Muchos<br />

jovenzuelos internos fueron acometidos. Para saber si eran realmente colegiales o<br />

Padres disfrazados <strong>de</strong> alumnos, los sicarios les quitaban el bonete buscando la corona<br />

sacerdotal.<br />

[442]

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