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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Hablaron un rato <strong>de</strong> aquel singular extravío <strong>de</strong> cartas, que no podía ser sino pillada<br />

<strong>de</strong> Pipaón, falaz intermediario; pero como ya el mal pasado no tenía remedio, <strong>de</strong>jaron<br />

<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> ello para ocuparse <strong>de</strong> cosas más vivas y más interesantes para uno y otro.<br />

-¡Cuántos años sin verte! -dijo él, mirándola <strong>de</strong> tan buena gana que bien se conocía<br />

el largo ayuno que <strong>de</strong> aquellas vistas habían tenido sus ojos.<br />

-El marqués <strong>de</strong> Falfán -repitió ella- que iba algunas veces a la tienda <strong>de</strong> D. Benigno<br />

y [289] siempre me hablaba <strong>de</strong> ti, me contó que pasando él la frontera cierto día <strong>de</strong>l año<br />

27 te encontró. Ibas a caballo disfrazado y te habías puesto el nombre <strong>de</strong> Jaime Servet.<br />

Este nombre se me quedó tan presente que lo dije muchas veces cuando estaba<br />

<strong>de</strong>lirando. Después <strong>de</strong> esto me escribiste <strong>de</strong>s<strong>de</strong> París. Un día que fuimos a ver entrar a la<br />

Reina Cristina a casa <strong>de</strong> Bringas, me dio Pipaón una carta tuya; fue la última. Poco<br />

<strong>de</strong>spués el marqués <strong>de</strong> Falfán me dijo que tenía ciertos indicios para creer que habías<br />

muerto.<br />

Salvador le contó luego a gran<strong>de</strong>s rasgos los principales sucesos <strong>de</strong> su vida en el<br />

período <strong>de</strong> ausencia, y le explicó las causas <strong>de</strong> su venida a España. Lo que más<br />

sorprendió a Sola <strong>de</strong> cuanto dijo su hermano fue aquel aborrecimiento a la política y al<br />

conspirar. Salvador le dijo:<br />

-Cuando el hombre se enamora <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su niñez <strong>de</strong> ciertas i<strong>de</strong>as, o sea <strong>de</strong> lo que<br />

llamamos i<strong>de</strong>ales... no sé si me entien<strong>de</strong>s... y se lanza a trabajar en ellos, se crea una<br />

vida artificial. Las ambiciones, la sed <strong>de</strong> gloria y el afán <strong>de</strong> todos los días la forman. Así<br />

pasa el tiempo y así consume el hombre las fuerzas <strong>de</strong> su alma en un combate con<br />

fantasmas. Cuando hay éxito, querida hermanita, cuando Dios dispone las cosas para<br />

que <strong>de</strong>terminados [290] hombres en <strong>de</strong>terminados países sean instrumento <strong>de</strong> planes<br />

provi<strong>de</strong>nciales, entonces la vida que he llamado artificial pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> serlo,<br />

mudándose en realidad hermosa. Pero cuando no hay éxito, cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mucho<br />

<strong>de</strong>svarío hallamos que todo es quimera, sea por el tiempo, por el lugar o porque<br />

realmente no valemos para maldita <strong>de</strong> Dios la cosa, resulta uno <strong>de</strong> estos dos fenómenos:<br />

o la <strong>de</strong>sesperación o el recogimiento y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la vida vulgar, tranquila, compartida<br />

entre los afectos comunes y los <strong>de</strong>beres fáciles. Yo he querido optar por lo segundo, que<br />

es más natural. Un poeta hablando <strong>de</strong> estas cosas dijo: Es como una encina plantada en<br />

un vaso, la encina crece y el vaso se rompe. Yo creo que en la generalidad <strong>de</strong> los casos<br />

hay que <strong>de</strong>cir: El vaso es muy duro y la encina se seca, y este es el caso mío, querida.<br />

Sola dio un suspiro por único comentario.<br />

-La encina se seca -añadió Monsalud-. En mí se empezó a secar hace tiempo, y ya<br />

quedan en ella muy pocas ramas con vida; pero a su sombra ha nacido un árbol mo<strong>de</strong>sto<br />

que vivirá más y a falta <strong>de</strong> laureles dará frutos... Pronto tendré cuarenta años. ¡Si vieras<br />

tú qué efecto tan raro nos hace el vernos <strong>de</strong> cerca <strong>de</strong> esta edad y reconocer que no<br />

hemos vivido nada en tan larga juventud! Porque un [291] hombre pue<strong>de</strong> haber<br />

emprendido muchas cosas, haber estudiado, leído y haber querido a muchas mujeres, y<br />

sin embargo encontrarse el mejor día con la triste seguridad <strong>de</strong> no ser nada, ni saber<br />

nada, ni amar a nadie. Pronto empezaré a ser viejo. ¡Qué triste cosa es la vejez sin otros<br />

goces que las memorias <strong>de</strong> una juventud alborotada ni más compañía que el rastro que<br />

<strong>de</strong>jaron todos aquellos fantasmas y figurillas al convertirse en humo!... Se me figura que

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