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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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por <strong>de</strong>cirlo así, <strong>de</strong> lo que resultaba como una carrillera <strong>de</strong> pelo. Su nariz aguileña <strong>de</strong><br />

perfecta forma, el mirar penetrante, y un no sé qué <strong>de</strong> reserva, <strong>de</strong> seriedad profunda que<br />

en él había, indicaban que no era hombre vulgar aquel que en tal hora paseaba envuelto<br />

en capa <strong>de</strong> paisano, y calzado <strong>de</strong> altas botas, que el buen estado <strong>de</strong>l piso hacía<br />

innecesarias. Al soltar el embozo <strong>de</strong>jó ver su cuerpo, vestido con zamarreta peluda,<br />

estrechamente ajustada con cordones negros. Las patillas, las botas, la zamarreta, la<br />

aguileña y <strong>de</strong>lgada nariz, los ojos <strong>de</strong> cuervo y la gravedad taciturna son rasgos<br />

suficientes a trazar sobre el lienzo o sobre el papel la inequívoca figura <strong>de</strong><br />

Zumalacárregui.<br />

El que <strong>de</strong>spués fue el más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> los cabecillas y el genio militar <strong>de</strong> D. Carlos,<br />

estaba a la sazón <strong>de</strong> cuartel en Pamplona, vigilado por la autoridad militar. Varias veces<br />

le había amonestado Solá. Se contaban sus pasos y se le había prohibido tener caballo.<br />

Vivía con su familia y era hombre muy morigerado. No daba a conocer fácilmente sus<br />

opiniones; pero pasaba por ferviente partidario <strong>de</strong> D. Carlos. Iba a misa todos los días y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> misa paseaba dos horas por la Taconera, cualquiera que fuese el tiempo.<br />

Salvador y D. Tomás hablaron breve rato. D. Tomás compa<strong>de</strong>ció a su amigo D.<br />

Carlos Navarro, y <strong>de</strong>spués, como el otro sacara a relucir la guerra y el aspecto que<br />

tomaba, dijo con aparente candor, verda<strong>de</strong>ra [383] máscara <strong>de</strong> su marrullería, que,<br />

según su opinión, las cosas no pasarían a<strong>de</strong>lante. Por no verse precisado a hablar más,<br />

apretó la mano <strong>de</strong> su amigo y siguió paseando por la muralla.<br />

Al día siguiente fue pasado por las armas en el foso <strong>de</strong> las fortificaciones D. Santos<br />

Ladrón, que murió valiente como español y resignado como cristiano. Después sufrió<br />

igual suerte Iribarren, cabecilla menos célebre que el primero. Ya estaba señalado el<br />

sacrificio <strong>de</strong> Garrote para el 15, cuando el Virrey, en vista <strong>de</strong>l estado lastimoso <strong>de</strong>l reo,<br />

difirió su muerte, mejor dicho, la encomendó a la Naturaleza. Los médicos habían dicho<br />

que Navarro no viviría dos semanas, y Solá tuvo ocasión <strong>de</strong> mostrar su humanidad. El<br />

enfermo fue trasladado al hospital, <strong>de</strong> lo que recibió su hermano mucho contento,<br />

porque algo más vale <strong>de</strong>sahuciado que muerto.<br />

Cada día llegaban a la ciudad noticias alarmantes <strong>de</strong>l vuelo que tomaba la<br />

insurrección. En Oñate se echaba al campo Alzaá, en Salvatierra Uranga, en Toranzo<br />

Bárcena, Balmaseda en Fuentecén, y en Navarra, que era el centro <strong>de</strong> aquel motín seminacional<br />

fraguado por el absolutismo con la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Cristo, se habían alzado Goñi y<br />

Eraso, Iturraldo y el cura <strong>de</strong> Irañeta. Eraso tenía por suyo a Roncesvalles, Goñi la<br />

Borunda, y el párroco asolaba la parte llana. Era un bravo soldado el <strong>de</strong> Irañeta y podía<br />

ocupar lugar excelso en esos extraños fastos eclesiástico-militares, don<strong>de</strong> están escritas<br />

con horribles letras negras las hazañas <strong>de</strong> Merino, Antón Coll y el Trapense.<br />

Navarro fue trasladado al hospital, don<strong>de</strong> su hermano pudo verle con frecuencia. El<br />

áspero carácter, los bruscos modos y la amarguísima pena <strong>de</strong>l enfermo no cambiaron<br />

nada pasando <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los carceleros al <strong>de</strong> los cirujanos, si bien su dolencia entró en<br />

un período <strong>de</strong> alivio por las ventajas higiénicas <strong>de</strong>l cambio <strong>de</strong> vivienda. Postrado en la<br />

cama, pasaba a veces días enteros sin pronunciar una sola palabra, aunque Salvador<br />

hacía los imposibles por sacar una siquiera <strong>de</strong> aquel pecho que era un mar <strong>de</strong><br />

melancolías. En cambio, otros días era tal su locuacidad que no podían seguirle la<br />

conversación incoherente y exaltada. Salvador y el cirujano procuraban con esfuerzos<br />

<strong>de</strong> gallardo ingenio llevar su charla a los términos <strong>de</strong> la discreción y <strong>de</strong>l buen razonar;

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