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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Atrévase usted -dijo Soledad con festiva afectación <strong>de</strong> valor, incorporándose en su<br />

asiento-. Mujer y sin fuerzas no temo a un fantasmón como usted... Quieto ahí, y<br />

cuidado con apurarme la paciencia.<br />

-Señora, no puedo creer sino que usted se ha vuelto loca -gruñó Sarmiento con<br />

sarcasmo-. ¡Querer <strong>de</strong>tener a un hombre como yo! No sabe usted las bromas que gasto.<br />

Repito que aquí hay una conjuración infame... ¡Oh! si es usted hija <strong>de</strong>l conspirador más<br />

gran<strong>de</strong> que han abortado los <strong>de</strong>spóticos infiernos... ¡Ah, taimada muchachuela! ahora<br />

me explico a qué venían los chocolatitos, la ropita blanca, el buen cocido y mejor sopa...<br />

¡Quite usted allá! [86] ¿Cree usted que con eso se ablanda este bronce? ¿Cree usted que<br />

así se abate esta montaña? ¿Soy yo <strong>de</strong> mantequillas? Aunque fuera preciso <strong>de</strong>rribar a<br />

puñetazos estas pare<strong>de</strong>s y arrancar con los dientes esos cerrojos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spotismo, yo lo<br />

haría, yo... porque he <strong>de</strong> ir a don<strong>de</strong> me llama mi hado feliz, y mi hado, fatum que <strong>de</strong>cían<br />

los antiguos, se ha <strong>de</strong> cumplir, y la víctima preciosa inscrita en el eterno libro no pue<strong>de</strong><br />

faltar, ni la sangre re<strong>de</strong>ntora pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> <strong>de</strong>rramarse, ni la libertad ha <strong>de</strong> quedarse sin<br />

la víctima que necesita. De modo que saldré, pese a quien pese, aunque tenga que<br />

emplear la fuerza contra miserables mujeres, lo que es impropio <strong>de</strong> la nobleza <strong>de</strong> mi<br />

carácter.<br />

-¿Se atreverá usted?<br />

-Sí; <strong>de</strong>me usted la llave <strong>de</strong> esa puerta nefanda -contestó Sarmiento con énfasis<br />

petulante que no tenía nada <strong>de</strong> temible-, o se arrepentirá <strong>de</strong> su crimen... porque esto es<br />

un crimen, sí señora... ¡La llave, la llave!<br />

-Ahora lo veremos.<br />

Corriendo afuera, prontamente volvió Sola con un palo <strong>de</strong> escoba, y enarbolándole<br />

frente a D. Patricio, le hizo retroce<strong>de</strong>r algunos pasos.<br />

-Aquí están mis llaves, pícaro, vagabundo. [87] O renuncia usted a salir, o le rompo<br />

la cabeza.<br />

-Señora -exclamó D. Patricio acorralado en un ángulo <strong>de</strong> la sala-, no abuse usted <strong>de</strong><br />

mi <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za... <strong>de</strong> mi dignidad, que me impi<strong>de</strong> poner la férrea mano sobre una<br />

hembra... ¡Esto es un ardid, pero qué ardid!... una trama verda<strong>de</strong>ramente absolutista.<br />

-Siéntese usted -gritó Soledad conteniendo la risa y sin <strong>de</strong>jar el argumento <strong>de</strong> caña-.<br />

Fuera el sombrero.<br />

-Vaya, me siento y me <strong>de</strong>scubro -repuso Sarmiento con la sumisión <strong>de</strong>l esclavo-.<br />

¿Qué más?<br />

-¿Se compromete usted a no salir en quince días?<br />

-Jamás, jamás, jamás. Antes la muerte -murmuró cerrando los ojos-. Pegue usted.<br />

-Esto es una broma -dijo Soledad arrojando el palo, sentándose junto al anciano y<br />

poniéndole la mano amorosamente sobre el hombro-. ¿Cómo había yo <strong>de</strong> castigar al<br />

pobre viejecito <strong>de</strong>mente y miserable que se pasa la vida por las calles divirtiendo a los

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