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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Oye tú, si me sacas <strong>de</strong> esta cama, si me sacas <strong>de</strong> Pamplona y me pones en salvo en<br />

Huarte Araquil o en Oricaín y me das un caballo, te juro que se acabará el odio que te<br />

tengo y serás mi hermano querido, y daré una interpretación buena a tus cuidados,<br />

agra<strong>de</strong>ciéndolos en vez <strong>de</strong> rechazarlos. Hazlo, hazlo por mí y por nuestro padre, cuya<br />

memoria y cuyo nombre pongo hora como lazo <strong>de</strong> reconciliación entre los dos...<br />

Salvador sintió frío en el corazón. En el primer instante tuvo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> aparentar<br />

complacer a su hermano, dando cuerda a su <strong>de</strong>mencia; pero consi<strong>de</strong>ró al punto que era<br />

muy peligroso el sistema <strong>de</strong> fomentar, siquier fuese momentáneamente, tan<br />

<strong>de</strong>scabelladas manías, y tan sólo dijo: -Si insistes en esa locura, te abandonaré y<br />

entonces sí que llamarás a tu querido hermano.<br />

Navarro gritó: ¡Intruso! y al punto su cabeza y sus brazos <strong>de</strong>saparecieron entre las<br />

sábanas. Era aquel el movimiento final <strong>de</strong> su enfado y su manera genuina <strong>de</strong> romper con<br />

el mando.<br />

Des<strong>de</strong> aquel día, si halló alivio en su enfermedad, <strong>de</strong>clinó más por la pendiente <strong>de</strong> la<br />

locura, y tales disparates hizo, que el Virrey le absolvió en <strong>de</strong>finitiva como indigno <strong>de</strong>l<br />

patíbulo. Estaba incapacitado para morir a manos <strong>de</strong> los hombres. Una noche le hallaron<br />

medio <strong>de</strong>snudo en un <strong>de</strong>sván <strong>de</strong>l hospital buscando salida para salir al tejado. Dos días<br />

<strong>de</strong>spués dio <strong>de</strong> puñadas al cirujano, y frecuentemente se arrojaba <strong>de</strong>l lecho para correr<br />

por la sala injuriando a imaginarios enemigos, sólo vistos <strong>de</strong> su extraviado<br />

entendimiento. Por último, pasados tres meses <strong>de</strong> hospital, y cuando mediaba Enero <strong>de</strong>l<br />

34, fue <strong>de</strong>clarado baja en el ejército, y el Virrey dispuso que se hiciera cargo <strong>de</strong> él su<br />

familia, si alguna tenía. En tal resolución no tuvieron poca parte las buenas amista<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

Salvador. Así vio colmados sus <strong>de</strong>seos, y llevándose consigo al enfermo, lo instaló en<br />

su casa cómodamente, <strong>de</strong>cidido a llevárselo a Madrid cuando su estado lo permitiese y<br />

se apaciguaran los rigores <strong>de</strong> aquel crudo invierno. [386]<br />

El <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong> la temperatura había extendido sobre algunas partes <strong>de</strong> la nieve<br />

planchas <strong>de</strong> durísimo y resbaladizo cristal. Las fuentes, enmu<strong>de</strong>cidas en su parlero<br />

rumor, parecían <strong>de</strong>coraciones <strong>de</strong> azúcar por la quietud <strong>de</strong> sus chorros helados <strong>de</strong> mil<br />

facetas. En las murallas las formidables piezas <strong>de</strong> gran calibre estaban arrebujadas en la<br />

nieve, y por un pliegue <strong>de</strong>l frío capote asomaban sus bostezantes bocas negras<br />

amenazando al campo. En los fosos, la inmaculada blancura casi cegaba la vista, y las<br />

alegres márgenes <strong>de</strong>l Arga no se conocían <strong>de</strong> puro vestidas. Los árboles con sus<br />

escuetas ramas perfiladas <strong>de</strong> blanco no parecían árboles, sino urdimbres rotas <strong>de</strong> un<br />

tejido <strong>de</strong>shecho. Las casas medio sepultadas echaban a duras penas por su chimenea,<br />

cubierta <strong>de</strong> finas cremas y cristalinos picachos, un chorro <strong>de</strong> humo que subía lentamente<br />

a manchar el cielo y se resolvía en el pesado gris <strong>de</strong> la atmósfera como masas <strong>de</strong> tinta<br />

arrojadas en un inmenso mar <strong>de</strong> almidón. Dentro <strong>de</strong> las casas reinaban, por el contrario,<br />

la animación y el bullicio, por estar recogidos los habitantes todos al amor <strong>de</strong> los<br />

hogares, don<strong>de</strong> ardían encinas enteras. Fuera, todo estaba congelado, incluso la guerra,<br />

que había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> moverse en el campo para latir en el corazón <strong>de</strong> las viviendas.<br />

Contra lo que Salvador esperaba y temía, Navarro se <strong>de</strong>jó llevar, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

instalado en vivienda tan distinta <strong>de</strong>l lóbrego y tristísimo hospital en que antes moraba,<br />

su exaltación se trocó en abatimiento y su aspereza en indiferencia, no exenta en<br />

algunos instantes <strong>de</strong> suavidad y aun <strong>de</strong> discretas y sosegadas razones.

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