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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Y el satírico seguía satirizando en la época a que nos referimos (1831); mas con poca<br />

fortuna todavía, y sin anunciar con sus escritos lo que más tar<strong>de</strong> fue. Se había casado a<br />

los veinte años, y su vida no era un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> arreglo, ni <strong>de</strong> paz doméstica. Recibió<br />

protección <strong>de</strong> D. Manuel Fernán<strong>de</strong>z Varela, a quien se <strong>de</strong>be llamar El Magnífico por<br />

serlo en todas sus acciones. Su corazón generoso, su amor a la esplendi<strong>de</strong>z, a las artes, a<br />

las letras, a todo lo que fuera distinguido y antivulgar, su trato cortesano, las cuantiosas<br />

rentas <strong>de</strong> que dispuso hacían <strong>de</strong> él un verda<strong>de</strong>ro prócer, un Mecenas, un magnate,<br />

superior por mil conceptos a los estirados e ignorantes señorones <strong>de</strong> su época, a los<br />

rutinarios y suspicaces ministros. Era la figura <strong>de</strong>l Sr. Varela arrogante y simpática, su<br />

habla afabilísima y galante, sus modales muy finos. Vestía con magnificencia y<br />

adornaba el severo vestido sacerdotal con pieles y rasos tan artísticamente [151] que<br />

parecía una figura <strong>de</strong> otras eda<strong>de</strong>s. En su mesa se comía mejor que en ninguna otra, <strong>de</strong><br />

lo que fueron testimonio dos célebres gastrónomos a quienes convidó y obsequió<br />

mucho. El uno se llamaba Aguado, marqués <strong>de</strong> las Marismas, y el otro Rossini, no ya<br />

marqués, sino príncipe y emperador <strong>de</strong> la Música.<br />

El Sr. Varela protegió a mucha y diversa gente, distinguiendo especialmente a sus<br />

paisanos los gallegos; fundó colegios, <strong>de</strong>secó lagunas, erigió la estatua <strong>de</strong> Cervantes que<br />

está en la plazuela <strong>de</strong> las Cortes, ayudó a Larra, a Espronceda y dio a conocer a Pastor<br />

Díez.<br />

Cuando vino Rossini en Marzo <strong>de</strong> aquel año le encargó una misa. Rossini no quería<br />

hacer misas... «Pues un Stabat Mater» le dijo Varela. El maestro compuso en aquellos<br />

días el primer número <strong>de</strong> su gran obra religiosa que parece dramática. El resto lo envió<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el extranjero. Cuentan que Varela le pagó bien.<br />

Algunos números <strong>de</strong>l célebre Stabat se estrenaron aquella Semana Santa en San<br />

Felipe el Real, dirigidos por el mismo Rossini, y hubo tantas apreturas en la iglesia que<br />

muchos recibieron magulladuras y contusiones y se ahogaron dos o tres personas en<br />

medio <strong>de</strong>l tumulto. Rossini fue obsequiado, como es <strong>de</strong> suponer, atendida su gran fama.<br />

Tenía próximamente cuarenta años, buena figura, y su [152] hermosa cara, un poco<br />

napoleónica, revelaba, más que el estro músico y el aire <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> Orfeo, su<br />

afición al epigrama y a los buenos platos.<br />

Habiendo recibido en un mismo día dos invitaciones a comer, una <strong>de</strong>l Sr. Varela y<br />

otra <strong>de</strong> un gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> España, prefirió la <strong>de</strong>l primero. Preguntada la causa <strong>de</strong> esta<br />

preferencia, respondió:<br />

-Porque en ninguna parte se come mejor que en casa <strong>de</strong> los curas.<br />

En efecto; la mesa <strong>de</strong> este generoso y espléndido sacerdote era la mejor <strong>de</strong> Madrid.<br />

A sus salones <strong>de</strong> la plazuela <strong>de</strong> Barajas concurría gente muy escogida, no faltando en<br />

ellos damas elegantes y hermosas, porque, a <strong>de</strong>cir verdad, el Sr. Varela no estaba por el<br />

ascetismo en esta materia.<br />

Pero allí la opulencia <strong>de</strong>l señor y su misma gravedad <strong>de</strong> eclesiástico no permitían la<br />

confianza y esparcimientos <strong>de</strong> otras tertulias. La <strong>de</strong> Cambronero, por el contrario, era <strong>de</strong><br />

las más agradables y divertidas, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la <strong>de</strong>cencia más refinada. Era el<br />

señor D. Manuel María Cambronero varón dignísimo, <strong>de</strong> altas prendas y crédito<br />

inmenso como abogado. Durante muchos años no tuvo rival en el foro <strong>de</strong> Madrid, y

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