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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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entre los brazos y estos sobre los ladrillos, cada vez más semejante a un tigre enfermo,<br />

cuya respiración era calenturiento ronquido.<br />

-Llore usted, llore -dijo el padre Alelí a su penitente-, que así se calma la congoja.<br />

Yo también lloro, querida mía, también me lleno <strong>de</strong> agua la cara, a pesar <strong>de</strong> estar tan<br />

acostumbrado a ver lástimas y dolores. ¿El mundo qué es? barro amasado con lágrimas,<br />

ni más ni menos. Lloramos al nacer, lloramos también al morir que es el verda<strong>de</strong>ro<br />

nacimiento.<br />

-Padre -dijo la huérfana-, si ve Su Reverencia hoy a esa señora, hágame el favor <strong>de</strong><br />

manifestarle que le doy gracias <strong>de</strong> todo corazón por lo que ha hecho por mí, aunque sus<br />

buenos <strong>de</strong>seos hayan sido inútiles. Al mismo tiempo quiero que Su Reverencia le<br />

ruegue que me perdone... Su Reverencia no está en antece<strong>de</strong>ntes. Yo cometí el día <strong>de</strong> mi<br />

prisión una grave falta; me <strong>de</strong>jé arrastrar por la ira, y por la primera vez en mi vida sentí<br />

en mi corazón el ardor <strong>de</strong> una pasión infame, la venganza. No [278] sé cómo fue<br />

aquello... Me hizo tanto daño mi propio furor, que me <strong>de</strong>smayé. Nunca había sentido<br />

cosa semejante. Parece que pasó por <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí como un rayo. Verdad es que yo tenía<br />

motivos, sí, padre, motivos... Pero no hablemos <strong>de</strong> eso... Yo ruego a esa señora que me<br />

perdone.<br />

-Y yo me comprometo a asegurar a usted que ya está perdonada -replicó el fraile con<br />

bondad-. Conozco a la señora y sé que sabe perdonar.<br />

-Su Reverencia podrá <strong>de</strong>cirme si le ocasionarán algún perjuicio a esa señora las<br />

palabras que yo dije <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l juez.<br />

-Presumo que no le ocasionarán daño alguno. Esté usted tranquila por ese lado. Creo<br />

haber entendido (quizás me equivoque, porque estoy ya un poco lelo), que entre usted y<br />

ella hay un resentimiento antiguo. Parece que la señora, en un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>lirio,<br />

porque los tiene, sí, tiene esos momentos <strong>de</strong> <strong>de</strong>lirio...<br />

-No quisiera que se nombrase eso más -replicó Sola con presteza, extendiendo la<br />

mano como para taparle la boca al fraile-. Soy la agraviada, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estoy aquí me<br />

he propuesto olvidar ese y otros agravios perdonándolos con todo mi corazón.<br />

-Bien, muy bien. Esa cristiana conducta [279] me gusta más que cien mil rosarios<br />

bien rezados.<br />

-¿Su Reverencia conoce bien lo que pasa en la Comisión Militar? Estoy muy ansiosa<br />

por saber si el Sr. Cor<strong>de</strong>ro y su hija han sido puestos en libertad.<br />

-Des<strong>de</strong> ayer, hija, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ayer están en su casa tan contentos.<br />

-¡Oh, qué dicha! -exclamó Sola cruzando las manos-. Eso es lo que yo quería...<br />

porque son inocentes y estaban presos por un <strong>de</strong>lito que yo cometí. Yo le contaré todo a<br />

Su Reverencia. Quiero hacer confesión general.<br />

-A punto estamos -repuso el fraile, acomodando el codo en la mesa y sosteniendo la<br />

frente en la mano.

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