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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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engaño. Ello es que bajó y por la escalera se le apagó la luz y tuvo que volver a subir<br />

para encen<strong>de</strong>r otra. Yo le sentía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo y no me atrevía a ayudarle ni a <strong>de</strong>cir esta<br />

boca es mía, por miedo a que los carceleros se escurrieran fuera percatándose <strong>de</strong>l<br />

engaño. Todos habían recibido sus pases <strong>de</strong> dinero para que se atontaran; pero yo no<br />

tenía confianza y estaba con el alma en un hilo, esperando a ver qué tal se portaba la<br />

cuadrilla. Por fin, señora, apareció el preso en la sala <strong>de</strong> guardia <strong>de</strong> la cárcel don<strong>de</strong><br />

estábamos varios, algunos vendidos y otros que no se habían <strong>de</strong>jado comprar,<br />

echándoselas <strong>de</strong> bravos y boyantes. Yo les había convidado a beber y estaban un poco<br />

fuera <strong>de</strong> la jurisdicción [231] <strong>de</strong>l tino. Al ver al preso se quedaron pasmados. Venía con<br />

la capa terciada, enseñando la manga <strong>de</strong>recha y los galones <strong>de</strong> oro. En aquella mano<br />

traía un puñal, y en la otra la muleta o sea un puñado <strong>de</strong> onzas. ¡Qué momento! D.<br />

Salustiano arrojó al suelo las onzas y amenazó con la herramienta gritando: ¡onzas y<br />

muertes reparto!... Allá voy.<br />

Había sonado la campanilla, y Tablas, interrumpiendo su relación, corrió a abrir.<br />

Aquella noche venía más gente que <strong>de</strong> ordinario a la misteriosa tertulia <strong>de</strong> D.<br />

Felicísimo, y así la campanilla no sabía estar callada ni un cuarto <strong>de</strong> hora.<br />

-Pues <strong>de</strong>cía -añadió Tablas- que al ver las onzas por el suelo y el puñal en el aire, se<br />

quedaron todos parados, ciñéndose en el engaño sin saber si aten<strong>de</strong>r al oro o al hierro, al<br />

trapo o al estoque. Pero la mayor parte se fueron al capote y anduvieron un rato a cuatro<br />

pies. Otros quisieron cortar el terreno. Ya el preso tenía la llave en la cerradura para<br />

abrir la puerta... Esta llave se había hecho días antes por mol<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cera que yo saqué...<br />

La campanilla volvió a sonar. Jenara hizo un gesto <strong>de</strong> impaciencia. Cuando <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> abrir volvió Tablas y dijo a la señora con mucho misterio:<br />

-Ahí está. [232]<br />

-¿Quién?<br />

-El <strong>de</strong> ahí enfrente.<br />

-¿Pero quién es el <strong>de</strong> ahí enfrente?<br />

-El culebrón con pintas... Viene muy embozado en su capa y le acompaña un cura.<br />

-¿Pero quién?<br />

-El que se casó con la jorobada, el <strong>de</strong>gollador <strong>de</strong> España, Calomar<strong>de</strong>, señora.<br />

-Bien, siga usted.<br />

-Puso la llave en la cerradura; pero en esto el bribón <strong>de</strong> Poela, que es el que había<br />

tomado más varas, quiero <strong>de</strong>cir más onzas, se fue a él con muchos pies y le tiró a matar<br />

con un puñal. Felizmente no le hirió porque el preso llevaba sobre el pecho la tapa <strong>de</strong> un<br />

misal. Pero con el encontronazo se le cayó la llave <strong>de</strong> la cerradura y <strong>de</strong> la mano. Yo hice<br />

un cuarteo, apagué la luz, recogí la llave, se la di, abrió él a fondo, sin vacilar. En un<br />

mete y saca quedó hecho todo, y digo mete y saca porque D. Salustiano, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

abrir, tuvo alma para sacar la llave, salir y cerrar por fuera. Lo que pasó en la calle no lo

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