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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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<strong>de</strong> la ilustre religiosa, que al hallarse apartado <strong>de</strong> su ocupación predilecta, pugnaba por<br />

tomar a ella, rechazando todas las distracciones que se le ofrecían para apartarle <strong>de</strong> su<br />

tema. En suma, Sor Teodora <strong>de</strong> Aransis se aburría lindamente en San Salomó, aunque<br />

ella misma no lo conocía y daba otro nombre a aquel su estado <strong>de</strong> constante zozobra,<br />

diciendo: -¡Ay, Dios mío, qué maniática me he vuelto!<br />

Ya sabemos <strong>de</strong> ella que su religiosidad no era extraordinaria. La más preciada joya<br />

<strong>de</strong> su corona <strong>de</strong> monja era su conformidad con aquella vida y con la irremediable<br />

reclusión en que estaba sin saber fijamente por qué. Y no es fuera <strong>de</strong> propósito <strong>de</strong>cir<br />

algo acerca <strong>de</strong> las causas <strong>de</strong>l monjío <strong>de</strong> Sor Teodora <strong>de</strong> Aransis. Sus padres que ricos y<br />

nobles murieron tempranamente, <strong>de</strong>jándola en la orfandad con [<strong>16</strong>1] otras dos hermanas<br />

<strong>de</strong> menos edad que ella, y un hermano mayor. Por <strong>de</strong>svío <strong>de</strong> su madre, fue criada por<br />

unos tíos que la fiaron a las Ursulinas <strong>de</strong> Lérida para su educación, la cual fue<br />

<strong>de</strong>sempeñada tan cumplidamente en el or<strong>de</strong>n religioso que a los diez y ocho años <strong>de</strong> su<br />

edad, Teodora, catequizada por las madres y por un capellán anciano que era un águila<br />

para el confesonario, no pensó más que en ser monja. Ninguna persona <strong>de</strong> su familia<br />

trató <strong>de</strong> contrariar esta vocación juvenil que por lo precoz <strong>de</strong>bió haber sido sujeta a<br />

observación; antes bien los nobles tíos <strong>de</strong> Teodora y su madre, que en Francia residía,<br />

encendieron más y más en su alma el celo religioso, y avivaron la llama <strong>de</strong> su <strong>de</strong>voción,<br />

convenciéndola <strong>de</strong> que era una felicidad para ella abandonar el mundo y sus picardías.<br />

¡Y qué poco le alabaron <strong>de</strong> palabra y por cartas su afición, y qué mal le pintaron las<br />

vanida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo y la dificultad <strong>de</strong> salvarse fuera <strong>de</strong> los claustros!... La pobre joven,<br />

cuya acalorada imaginación necesitaba poco para tomar vuelo, abrazó la vida mística<br />

con <strong>de</strong>leite y entusiasmo, mientras allá en el perverso mundo sus hermanas menores se<br />

casaban con sus primos, y su hermano mayor <strong>de</strong>rrochaba la fortuna paterna y metía<br />

ruido y escandalizaba y emigraba y se hacía jacobino. [<strong>16</strong>2]<br />

En los primeros años ¡Ave María Purísima! la religiosidad y unción <strong>de</strong> Teodora<br />

fueron el asombro <strong>de</strong> San Salomó. Parecía que iba a eclipsar con su celo y piedad a las<br />

Teresas, Claras, Ritas y Rosas. No había culto que ella no practicase, ni mortificación<br />

que no se impusiese, ni sutileza mística que no discurriera para más elevar su alma. El<br />

amor divino la puso <strong>de</strong>licada y enferma, juntamente con las increíbles penitencias que<br />

se imponía en castigo <strong>de</strong> pecados que no había cometido, y para aplacar tentaciones que<br />

no había tenido. Pero así como se <strong>de</strong>svanece poco a poco la ilusión <strong>de</strong> un amor primero,<br />

tanto menos sólido cuanto mayor es su aparente vehemencia, así se fue disipando la<br />

seráfica exaltación <strong>de</strong> Teodora <strong>de</strong> Aransis a la manera que van apagándose las<br />

memorias y oscureciéndose la imagen <strong>de</strong>l novio ausente. Así como las evoluciones <strong>de</strong> la<br />

vida física parece que sustituyen un ser con otro al verificarse el paso más importante <strong>de</strong><br />

la edad, así el alma <strong>de</strong> la señorita <strong>de</strong> Aransis, mudó <strong>de</strong> aficiones y <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as. Su vocación<br />

había sido, dicho sea sin irreverencia, como esos amoríos juveniles tan parecidos a los<br />

fuegos artificiales que se <strong>de</strong>svanecen <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sonreído y estallado en la<br />

oscuridad, y no <strong>de</strong>jan tras sí más que ceniza, humo, sombras. [<strong>16</strong>3]<br />

Creeríase que Sor Teodora había estado hasta poco antes en la edad <strong>de</strong> los juguetes,<br />

y que entraba en la edad <strong>de</strong> las personas, en aquella edad en que los muñecos son<br />

arrinconados y entran a <strong>de</strong>sempeñar su papel los hombres. A la seriedad afectada que<br />

tan mal le sentaba, sucedió una seriedad verda<strong>de</strong>ra. Adquirió entonces un <strong>de</strong>sarrollo<br />

físico que la hacía parecer más linda, y su interesante hermosura mostrose con todo el<br />

esplendor <strong>de</strong> una risueña primavera. En el recinto triste y sombrío <strong>de</strong> San Salomó,<br />

aquella belleza <strong>de</strong> un carácter gracioso, seductor, mundano y ligeramente maligno

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