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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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seguir la pista a Escoriaza y los suyos, y con esto y un habilidoso examen <strong>de</strong> todas las<br />

cartas <strong>de</strong>l correo, se hizo el hallazgo completo <strong>de</strong> los nenes, y anoche se les puso don<strong>de</strong><br />

siempre <strong>de</strong>bieran estar para escarmiento <strong>de</strong> bobos. Anoche no nos acostamos en Gracia<br />

y Justicia hasta no saber que los señores Alcal<strong>de</strong>s habían salido <strong>de</strong> su paso. ¡Ah!, esos<br />

señores Cavia y Cutanda valen en oro más <strong>de</strong> lo que pesan. No sé cuál <strong>de</strong> los dos fue a<br />

casa <strong>de</strong> Olózaga; pero un alguacil me ha contado que en el portal encontraron a Pepe y<br />

mandándole salir entraron con él en la casa y dieron al pobre D. Celestino [<strong>16</strong>2] un<br />

susto más que mediano. Hicieron registro escrupuloso, encontrando, en vez <strong>de</strong> papeles<br />

<strong>de</strong> conspiración, muchas cartas <strong>de</strong> novias y queridas. Excuso <strong>de</strong>cir que las leyeron<br />

todas, porque así cuadraba al buen servicio <strong>de</strong> Su Majestad, y cuando estaban en esta<br />

ocupación dulcísima, ved aquí que entra Salustiano muy sereno, con arrogancia, ya<br />

sabedor <strong>de</strong> que andaba por allí la nariz <strong>de</strong> los señores Alcal<strong>de</strong>s. El padre gimió,<br />

<strong>de</strong>smayose la hermana, siguió el registro dando por resultado el hallazgo <strong>de</strong> un sable, y<br />

a la media noche se llevaron a Salustiano a la Villa, y aquí se acabó mi cuento, arre<br />

borriquito para el convento... ¡Pobre Salustiano, tan joven, tan guapo, tan listo, tan<br />

simpático! ¡Desgraciado él mil veces, y <strong>de</strong>sgraciado también ese amigo nuestro que<br />

ahora se escon<strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l nombre <strong>de</strong> Escoriaza! Esta vez no escapará <strong>de</strong>l peligro<br />

como tantas otras en que su misma temeridad le ha dado alas milagrosas para salir libre<br />

y triunfante... ¡Infelices amigos!<br />

Micaelita, afectada por la tristeza <strong>de</strong>l relato, volvió a cerrar los ojos y a rezar para sí<br />

el paternoster que tenía dispuesto para cuando lo melancólico <strong>de</strong> las circunstancias lo<br />

hiciera menester. Jenara seguía imprimiendo a su abanico los movimientos <strong>de</strong> cierra y<br />

abre, cuyo ruido semejaba ya por lo estrepitoso, más que [<strong>16</strong>3] al instrumento <strong>de</strong><br />

Semana Santa, al rasgar <strong>de</strong> una tela.<br />

Durante un buen rato callaron los tres. Había entrado el coche en el paseo <strong>de</strong> Atocha<br />

cuando vieron que por este venía a pie D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong>, en compañía <strong>de</strong> su<br />

inseparable sombra el Colector <strong>de</strong> Espolios. Paseaba grave y reposadamente, con casaca<br />

<strong>de</strong> galones, tricornio en facha, bastón <strong>de</strong> porra <strong>de</strong> oro, y una vistosa comitiva <strong>de</strong> sucios<br />

chiquillos que admirados <strong>de</strong> tanto relumbrón le seguían. El célebre ministro, a quien<br />

Femando VII tiraba <strong>de</strong> las orejas, era todo vanidad y finchazón (8) en la calle; si en<br />

Palacio adquirió gran po<strong>de</strong>r fomentando los apetitos y doblegándose a las pasiones <strong>de</strong>l<br />

Rey, frente a frente <strong>de</strong> los pobres españoles parecía un ídolo asiático en cuyo pe<strong>de</strong>stal<br />

<strong>de</strong>bían cortarse las cabezas humanas como si fuesen berenjenas. A su lado iba la carroza<br />

ministerial, un armatoste <strong>de</strong>l cual se pue<strong>de</strong> formar i<strong>de</strong>a consi<strong>de</strong>rando un catafalco <strong>de</strong><br />

funeral tirado por mulas.<br />

-No le salu<strong>de</strong> usted, ocúltese usted en el fondo <strong>de</strong>l coche -dijo Pipaón con mucho<br />

apuro-. No conviene que la vea a usted.<br />

Mas ella sacó fuera su linda cabeza y el brazo y saludó con mucha gracia y<br />

amabilidad al po<strong>de</strong>roso ídolo asiático.<br />

-En estos tiempos -dijo la dama al retirarse [<strong>16</strong>4] <strong>de</strong> la portezuela-, conviene estar<br />

bien con todos los pillos.<br />

-Señora, que los coches oyen.<br />

-Que oigan.

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