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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Me parece muy acertada.<br />

-Vivimos casi <strong>de</strong> milagro.<br />

-Es verdad. Ya que nos coja, que nos coja confesados -dijo Cor<strong>de</strong>ro con algo <strong>de</strong><br />

sorna.<br />

-Sí, sí... Paz con todo el mundo, paz con Dios...<br />

Pronunció estas palabras con gran zozobra, y siguió ocupándose con febril actividad<br />

en sus preparativos <strong>de</strong> viaje. Los objetos se le caían <strong>de</strong> las manos; equivocaba una cosa<br />

con otra; empaquetaba ropas que <strong>de</strong>bían quedar en la casa, y ponía bajo llaves lo más<br />

indispensable para el viaje. [431]<br />

Fueron llegando unos tras otros los amigos, noticiosos <strong>de</strong> su viaje. La veían partir<br />

con sentimiento, y ella por su parte les abandonaba con tristeza, porque la tertulia era el<br />

encanto <strong>de</strong> su vida, y el charlar <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong> gobierno la más regalada comidilla <strong>de</strong> su<br />

travieso espíritu. ¿Nombraremos a aquellos señores? Más vale que no, porque algunos<br />

han vivido hasta hace poco; la mayor parte han ocupado altísimos puestos, y todos<br />

llevaron, cual más cual menos, piedra y cascote al edificio <strong>de</strong> un partido tan po<strong>de</strong>roso<br />

como impopular. Como nada es dura<strong>de</strong>ro en el mundo, el cielo quiso que a aquel<br />

edificio le llegase como a la casa <strong>de</strong> D. Felicísimo, su día final, y hoy crece en sus rotos<br />

muros el amarillo jaramago, y sus huecos son ¡ay! <strong>de</strong> lagartos vil morada.<br />

Entonces, en los tiempos ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l gran <strong>Martínez</strong> <strong>de</strong> la Rosa, daba gozo ver la<br />

juventud lozana <strong>de</strong> un partido que hoy es vejete <strong>de</strong>crépito con lastimosas pretensiones<br />

<strong>de</strong> andar <strong>de</strong>recho, <strong>de</strong> alzar la voz y aun <strong>de</strong> infundir algo <strong>de</strong> miedo. Entonces se nutría <strong>de</strong><br />

hábiles retóricas, <strong>de</strong> erudición doctrinaria carlista, y hacía esgrima <strong>de</strong> sable con el brazo<br />

valentón y pen<strong>de</strong>nciero <strong>de</strong> jóvenes oficiales granadinos. En el seno <strong>de</strong> este partido, que<br />

en un tiempo se llamó <strong>de</strong> los sabios y en sus albores se llamó <strong>de</strong> los anilleros, había<br />

gente <strong>de</strong> gran mérito, aleccionados los unos en la práctica estéril <strong>de</strong> liberalismo, otros<br />

algo amaestrados en el arte político que faltaba a los liberales. Ellos fueron los primeros<br />

maquiavélicos ante quienes sucumbió la inocencia angélica <strong>de</strong> aquellos candorosos<br />

doceañistas que principiaban a no servir para nada. A falta <strong>de</strong> principios tenían un<br />

sistema, compuesto <strong>de</strong> engaño y energía. Su credo político fue una comedia <strong>de</strong> cuarenta<br />

años. Su éxito <strong>de</strong>biose a haber vigorizado el principio <strong>de</strong> autoridad, y su <strong>de</strong>scrédito o<br />

impopularidad a haber impedido el <strong>de</strong>sarrollo progresivo <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as. En religión eran<br />

volterianos, y en sus costumbres privadas enemigos <strong>de</strong> la templanza; pero tenían un<br />

coram vobis <strong>de</strong> santurronería que hacía el efecto <strong>de</strong> ver la silueta <strong>de</strong> Satanás en la<br />

sombra <strong>de</strong> un confesonario. Uno <strong>de</strong> los primeros elementos <strong>de</strong> fuerza que allegaron fue<br />

el clero, a quien adulaban, disponiéndose, no obstante, a comprar por poco dinero sus<br />

bienes, cuando los progresistas los arrancaron <strong>de</strong> las manos que llamaban muertas. A<br />

excepción <strong>de</strong> dos o tres individualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> intachable pureza, eran gente <strong>de</strong> economías,<br />

y andando el tiempo, con las compras <strong>de</strong> bienes <strong>de</strong>samortizados, formaron una<br />

aristocracia que poco a poco se hizo respetable, y en la cual hay muchos marqueses y un<br />

formidable elemento <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n. En lo militar fueron poco escrupulosos, y se les ha visto<br />

pronunciarse con naturalidad y hasta con gracia. [432]<br />

En los días <strong>de</strong> nuestra narración presentaban el grato aspecto <strong>de</strong> un ejército joven,<br />

lleno <strong>de</strong> bríos y <strong>de</strong> valor. Su programa <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>ración contrariaba a mucha gente. Aquel

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