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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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saber divino y humano, hasta se les exigía que hablasen latín en sus conversaciones<br />

privadas, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vino esa graciosa latinidad macarrónica, que ha producido inmenso<br />

centón <strong>de</strong> chistes, y hasta algunas piezas literarias, que no carecen <strong>de</strong> mérito, como la<br />

Metrificatio invectivalis <strong>de</strong> Iriarte y las sátiras políticas que se han hecho <strong>de</strong>spués. Si<br />

Horacio y Cicerón hubieran, por arte <strong>de</strong>l Demonio, salido <strong>de</strong> sus tumbas para oír como<br />

hablaban los malditos chicos <strong>de</strong>l Colegio Imperial, habría sido curioso ver la cara que<br />

ponían aquellos dignos sujetos a cada instante se oía: Quantas habeo ganas<br />

manducandi!... Carissime, hodie castigavit me Pater Fernán<strong>de</strong>z (vel á Ferdinando),<br />

propter charlationen meam... ¡Eheu, paupérrime! ¿Ibis in calabozum?... Non; sed fugit<br />

meriendicula mea. Dum tu chocolate bollisque amplificas barrigam tuam, ego meos<br />

soplabo <strong>de</strong>dos. Guarda mihi quamquam frioleritam.<br />

El que así se expresaba era un muchacho <strong>de</strong>spiertísimo, nombrado [329] Calisto<br />

Rodríguez, aunque en el colegio, sin dada por lo diminuto <strong>de</strong> su persona y por su<br />

inquietud <strong>de</strong> ardilla, nadie le llamaba sino Don Rodriguín. Era tan bizco que, al mirar,<br />

un ojo se le metía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l otro, como malicioso flechero, que se escon<strong>de</strong> para hacer<br />

mejor la puntería <strong>de</strong> su dardo. Su travesura y charlatanismo daban no poco que hacer a<br />

los Padres, y si a<strong>de</strong>lantaba en sus estudios era más bien por sus brillantes dotes que por<br />

su aplicación. El estrabismo daba chocarrera gracia a su rostro, y con el bonete terciado,<br />

como solía llevarlo, parecía un diablillo enmascarado <strong>de</strong> clérigo. Alborotaba mucho en<br />

las horas <strong>de</strong> recreo; sublevaba las masas escolares en las <strong>de</strong> estudio, y a pesar <strong>de</strong><br />

pertenecer a una familia rabiosamente carlina, en la cual había muchos canónigos,<br />

frailes y hasta un obispo, sus inclinaciones eclesiásticas no eran muy <strong>de</strong>cididas.<br />

Por jácara, más que por espíritu <strong>de</strong> erudición, D. Rodriguín se había prohibido en<br />

absoluto la lengua castellana, y hasta las frases más familiares y las más insignificantes<br />

expresiones las latinizaba con zandunga, entremezclando siempre en su charla trozos <strong>de</strong><br />

los clásicos y fragmentos <strong>de</strong> verso y prosa, vinieran o no a cuento. Así, cuando se<br />

escabullía <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estudio para ir a fumar un cigarro a hurtadillas, <strong>de</strong>cía: Eo in<br />

chupatorium, procul negotiis. El chupatorio era un rinconcillo <strong>de</strong>l claustro alto, que<br />

daba al patio, y recibió este nombre por ser lugar a propósito para echar una fumada sin<br />

ser visto <strong>de</strong> los Padres. Para anunciar a sus compañeros en la sala <strong>de</strong> estudio que venía<br />

el Padre Fernán<strong>de</strong>z, varón pesado cuyos pies <strong>de</strong> plomo hacían temblar el pavimento,<br />

<strong>de</strong>cía: Cavete Ferdinandum... Ecce draco... Exaudite... quatit ungula campum. En las<br />

horas <strong>de</strong> recreo, en el claustro bajo, no perdía ripio para motejar a los condiscípulos, y si<br />

algún extraño entraba en la casa para hablar con los jesuitas, Grijalva le había <strong>de</strong> echar<br />

su latín correspondiente, verbi gratia:<br />

«Vi<strong>de</strong>te Piaonem ad petendum Gratianum... arca<strong>de</strong>s ambo».<br />

El bueno <strong>de</strong> D. Juan iba muchas tar<strong>de</strong>s en busca <strong>de</strong>l Padre Gracián para conferenciar<br />

con él <strong>de</strong> los últimos obstáculos que convenía allanar para casarse con Micaelita.<br />

Hablando <strong>de</strong> la tierra con que el profesor <strong>de</strong> Ética alfombraba su celda, <strong>de</strong>cía el<br />

estudiante: «Sunt quos pulverum manresianum collegisse jurat».<br />

Durante las partidas <strong>de</strong> pelota, a que era muy aficionado, se le oía constantemente:<br />

«Bene... fortiter... Italiam contra... ego valeo... amen dico... vobis... fuerunt vel fuere...<br />

pasce capellas». [330]

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