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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Ya habían concluido <strong>de</strong> comer y estaban <strong>de</strong> sobremesa fumando excelentes puros,<br />

cuando sonó la campanilla, y Pipaón dijo a su amigo:<br />

-Me parece que ya está ahí. Es puntual como la hora triste.<br />

Salvador hizo una pregunta interesante por <strong>de</strong>más, a la cual contestó el tunante <strong>de</strong><br />

Pipaón con sonrisa maliciosa y en voz tan baja que el narrador se quedó en ayunas. Es<br />

evi<strong>de</strong>nte que la pregunta se refería a la señora que en aquel momento llamaba a la<br />

puerta, y también lo es que Pipaón contestó con un nombre. Lo único que pudimos<br />

percibir <strong>de</strong> este oscurísimo coloquio fue la observación <strong>de</strong> Salvador, diciendo:<br />

-Me lo figuré... le vi en Francia... ¡qué cosas!<br />

Era ella en efecto. Salvador, <strong>de</strong>jando a su amigo, fue a la sala, don<strong>de</strong> la encontró <strong>de</strong><br />

pie, fijos los ojos en la puerta. Se saludaron [281] con afecto, <strong>de</strong>mostrándose el uno al<br />

otro sentimientos <strong>de</strong> amistad y alegría por verse <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo. En ella había<br />

cierto alborozo <strong>de</strong>l alma que luchaba por encerrarse en el círculo <strong>de</strong> lo que se llama<br />

satisfacción en lenguaje <strong>de</strong> urbanidad, y en él había frialda<strong>de</strong>s que se mostraban <strong>de</strong><br />

improviso, rompiendo el velo <strong>de</strong> expresiones convencionales con que las quería cubrir.<br />

Ella estaba turbada, tan turbada que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los primeros saludos <strong>de</strong>cía una cosa por<br />

otra; él no parecía muy sereno, pero se recobró antes que ella y fue <strong>de</strong> los dos el primero<br />

que rió. ¡Sabe Dios cuál sería el último!<br />

La discreción que en el uno emanaba naturalmente <strong>de</strong>l <strong>de</strong>samor y en la otra <strong>de</strong>l<br />

remordimiento, les llevó a una conversación en que ni por inci<strong>de</strong>ncia se tocó ningún<br />

punto <strong>de</strong> la vida pasada <strong>de</strong> ambos. Hablaron <strong>de</strong>l tiempo y <strong>de</strong> política, los dos temas<br />

obligados en toda reunión don<strong>de</strong> no hay nada <strong>de</strong> que hablar. Allí parecía más bien que<br />

ella y él temían abordar otros asuntos. Lo único que se permitió Jenara fuera <strong>de</strong> los<br />

lugares comunes <strong>de</strong> la política y el tiempo, fue algunas exhortaciones que <strong>de</strong>mostraban<br />

bastante interés por el que fue su amigo.<br />

-No te fíes <strong>de</strong> esta gente, ni <strong>de</strong> la buena acogida que te han hecho -le dijo-. Esta [282]<br />

canalla es más temible cuanto más halaga, y cuando parece que perdona es que prepara<br />

el golpe <strong>de</strong> muerte. La protección <strong>de</strong> la Reina Cristina, que tanto consi<strong>de</strong>ra al Sr.<br />

Aguado, te servirá <strong>de</strong> mucho mientras haya tal Reina; pero, hijo, aquí no hay nada<br />

seguro; estamos sobre un abismo. Al Rey le repiten ya con más frecuencia los ataques<br />

<strong>de</strong> gota y el mejor día nos quedamos sin él. Ya supones lo que pasará en la botella <strong>de</strong><br />

cerveza el día que le falte el corcho. Muerto el Rey, adiós Reina y Roque; se armará<br />

aquí una marimorena <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>monios, y el bando apostólico será dueño <strong>de</strong>l reino<br />

y nos hará gustar las <strong>de</strong>licias <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong> Cafrería. Como no me resigno a que me<br />

gobiernen a la africana, tengo todo preparado para marchar en cuanto haya síntomas; así<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que el Rey cojea <strong>de</strong>l pie izquierdo, ya me tienes haciendo las maletas. Prepárate<br />

tú también, y no te fíes <strong>de</strong> la protección <strong>de</strong> Cristina, un ídolo a quien <strong>de</strong>rribará <strong>de</strong> su<br />

pe<strong>de</strong>stal el último suspiro <strong>de</strong>l Rey.<br />

Salvador, conviniendo en muchas <strong>de</strong> estas apreciaciones respondió que por nada <strong>de</strong>l<br />

mundo volvería a la emigración, y que resuelto a huir <strong>de</strong> la política, esperaba que nadie<br />

le molestaría. No queda duda alguna <strong>de</strong> que la hermosa dama, al oírle hablar tenía en su<br />

alma [283] eso que no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>signar sino diciendo que estaba agobiada bajo un<br />

formidable peso. Claramente <strong>de</strong>cían sus ojos que tras <strong>de</strong> la fórmula artificiosa y vana

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