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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Las mesas negras, <strong>de</strong>svencijadas, cubiertas <strong>de</strong> un hule roto por don<strong>de</strong> corría<br />

libremente la arenilla secante esperando a que se acercara una mano sudorosa para<br />

pegarse a ella, sostenían los haces <strong>de</strong> llamaradas, los paquetes <strong>de</strong> ascua, en forma <strong>de</strong><br />

barbudos legajos amarillentos, todos garabateados con la pez hirviente <strong>de</strong> los tinteros <strong>de</strong><br />

plomo o <strong>de</strong> cuerno, en cuyo horrendo abismo se cebaban las ávidas plumas.<br />

Mientras algunos <strong>de</strong> estos <strong>de</strong>monios escribían, otros no se daban reposo, entrando y<br />

saliendo <strong>de</strong> caverna en caverna y llevando recados a la Superinten<strong>de</strong>ncia y a la cárcel.<br />

Los alguaciles y or<strong>de</strong>nanzas, que eran unos pajecillos infernales muy saltones,<br />

transportaban gran<strong>de</strong>s cargamentos <strong>de</strong> materia ígnea <strong>de</strong> un rincón a otro: sonaban las<br />

campanillas, como una señal <strong>de</strong>moníaca para activar los tizonazos y la quemazón; se<br />

oían llamamientos, peticiones, [180] apuradas preguntas; buscábase entre mil legajos el<br />

legajo A o B, se recriminaban unos a otros los <strong>de</strong> manguito en brazo y pluma en oreja,<br />

se arrojaban fétidas colillas, volaba el papel con el pesado aire que entraba al abrir y<br />

cerrar las puertas, oíase chirrido <strong>de</strong> plumas trazando homicidas rúbricas, y movíanse,<br />

gimiendo sobre sus goznes mohosos, las mamparas en cuyo lienzo roto se leía:<br />

Departamento <strong>de</strong> purificaciones... Padrón general... Sentencias... Pruebas... Negociado<br />

<strong>de</strong> sospechosos.<br />

La Superinten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> policía y la Comisaría Militar se diferenciaban poco en el<br />

fondo y en la forma, y no se juzgue a la segunda por su calificativo, creyendo que<br />

imperaba en ella el criterio comúnmente pundonoroso y honrado, aunque severo, <strong>de</strong><br />

nuestro ejército. Estaba presidida por un terrible individuo que vestía <strong>de</strong> brigadier, para<br />

baldón <strong>de</strong>l uniforme español; militares eran también sus vocales y el fiscal; pero todo su<br />

mecanismo interno, su personal secundario así como sus procedimientos habían sido<br />

tomados <strong>de</strong> la curia más abyecta. Entonces no había propiamente ejército, porque casi<br />

todo él estaba sujeto al juicio <strong>de</strong> purificación. Los voluntarios realistas, cuyo jefe era el<br />

ministro <strong>de</strong> la Guerra, sostenían el or<strong>de</strong>n social, auxiliando a los sanguinarios tribunales<br />

y también [181] imponiéndose a ellos. La Comisión Militar, que contaba en el número<br />

<strong>de</strong> sus diversas misiones, la <strong>de</strong> purificar a aquel nefando ejército, casi totalmente afecto<br />

a la Constitución, estaba en absoluto sometida (3) a la voluntad <strong>de</strong> aquella odiosa palanca<br />

<strong>de</strong>l Gobierno llamada D. Francisco Chaperón. Los <strong>de</strong>más altos individuos <strong>de</strong>l<br />

aborrecido tribunal eran figuras <strong>de</strong>corativas que sólo servían para hacer resaltar con su<br />

penumbra la roja aureola infernal <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte.<br />

El público aguardaba en la portería <strong>de</strong> la Comisión (plazuela <strong>de</strong> San Nicolás),<br />

impaciente, mugidor, grosero, blasfemante. Componíase en gran parte <strong>de</strong> los oscuros<br />

ministros <strong>de</strong> la <strong>de</strong>lación y <strong>de</strong> los testigos <strong>de</strong> cargo, porque los <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargo no eran en<br />

ningún caso admitidos. Había personas <strong>de</strong> todas clases, abundando las <strong>de</strong> la clase<br />

popular. De la clase media eran pocos, <strong>de</strong> la más elevada poquísimos. Reuniéndolo<br />

todo, lo <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro y lo <strong>de</strong> fuera, el gentío que escribía y el que esperaba, los diablos<br />

todos, gran<strong>de</strong>s y pequeños y sus cómplices <strong>de</strong>latores podría haberse formado un<br />

magnífico presidio. La inocencia no habría reclamado para sí sino a poquísimas<br />

personas.<br />

Gran<strong>de</strong> era el alboroto entre los que esperaban por querer cada uno entrar antes que<br />

los <strong>de</strong>más, y los voluntarios tenían que forcejear [182] a brazo partido para mantener el<br />

or<strong>de</strong>n y establecer un turno riguroso.<br />

-Yo estaba primero, señora... Échese usted atrás.

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