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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-¡Ay, abuelo!... ¡qué <strong>de</strong>sgraciada es tu niña!... Más le valdría no haber nacido.<br />

- XIV -<br />

En la planta baja <strong>de</strong>l edificio que se llamó primero Cárcel <strong>de</strong> Corte, <strong>de</strong>spués Sala <strong>de</strong><br />

Alcal<strong>de</strong>s, más tar<strong>de</strong> Audiencia y que ahora va camino <strong>de</strong> llamarse, según parece,<br />

Ministerio <strong>de</strong> Ultramar, estaba situada la Superinten<strong>de</strong>ncia General <strong>de</strong> Policía. La cárcel<br />

ocupaba el inmundo edificio, que ya no existe, en la manzana inmediata, hacia la<br />

Concepción Jerónima, y que fue casa y hospe<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> los padres <strong>de</strong>l Salvador. Des<strong>de</strong><br />

uno a otro caserón la distancia era insignificante, como la que existe entre la agonía y la<br />

muerte, y a falta <strong>de</strong> un Puente <strong>de</strong> los Suspiros, existía el callejón <strong>de</strong>l [177] Verdugo, <strong>de</strong><br />

fácil tránsito para los que <strong>de</strong>l tribunal pasaban a los calabozos o <strong>de</strong> los calabozos a la<br />

horca.<br />

Las respetables oficinas <strong>de</strong> aquella institución (firme columna <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n político<br />

dominante entonces), tenían alojamiento tan digno <strong>de</strong> los jueces como <strong>de</strong> las leyes, en<br />

las in<strong>de</strong>corosas crujías que ha visto no hace mucho todo el que tuvo la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong><br />

frecuentarlos Juzgados <strong>de</strong> primera instancia. La Comisión Militar, que era la que<br />

juzgaba a toda clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>lincuentes, tenía su albergue en un antiguo edificio <strong>de</strong> la<br />

plazuela <strong>de</strong> San Nicolás; pero el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> ella frecuentaba tanto la<br />

Superinten<strong>de</strong>ncia que se había mandado arreglar un <strong>de</strong>spacho en el ángulo que da al<br />

callejón <strong>de</strong>l Verdugo. El Superinten<strong>de</strong>nte recibía en la sala contigua a la callejuela <strong>de</strong>l<br />

Salvador. El contraste horriblemente burlesco entre los nombres <strong>de</strong> las fétidas<br />

callejuelas por don<strong>de</strong> respiraban los dos instrumentos más activos <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r judicial y<br />

político, no establecían diferencia esencial entre ellos, porque ambos eran igualmente<br />

patibularios. Las odiosas antesalas <strong>de</strong> la horca eran negras, tristes, frías, con repulsivo<br />

aspecto <strong>de</strong> vejez y humedad, repugnante olor a polilla, tabaco, suciedad, y una<br />

atmósfera que parecía formada <strong>de</strong> lágrimas y suspiros. [178]<br />

En todas las gran<strong>de</strong>s poblaciones y en todas las épocas ha existido siempre un<br />

infierno <strong>de</strong> papel sellado compuesto <strong>de</strong> legajos en vez <strong>de</strong> llamas y <strong>de</strong> oficinas en vez <strong>de</strong><br />

cavernas, don<strong>de</strong> tiene su resi<strong>de</strong>ncia una falange no pequeña <strong>de</strong> <strong>de</strong>monios bajo la forma<br />

<strong>de</strong> alguaciles, escribanos, procuradores, abogados, los cuales usan plumas por tizones, y<br />

cuyo oficio es freír a la humanidad en gran<strong>de</strong>s cal<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> hirviente palabrería que<br />

llaman autos. El infierno <strong>de</strong> aquella época era el más infernal que pue<strong>de</strong> imaginar la<br />

humana fantasía espoleada por el terror.<br />

En una serie <strong>de</strong> habitaciones sucias y tenebrosas tenían sus mesas los <strong>de</strong>monios<br />

inferiores, muy semejantes a hombres a causa <strong>de</strong> su hambrienta fisonomía y <strong>de</strong> su<br />

amarillo color, resultado al parecer <strong>de</strong> una inyección <strong>de</strong> esencia <strong>de</strong> pleito, que se forma<br />

<strong>de</strong> la bilis, la sangre y las lágrimas <strong>de</strong>l género humano. Con los brazos enfundados en el<br />

manguito negro, <strong>de</strong>sempeñaban entre <strong>de</strong>sperezos, cuchicheos y bocanadas <strong>de</strong> tabaco,<br />

sus nefandas funciones que consistían en escribir mil cosas ineptas. Con su pluma estos<br />

diablillos pinchaban, martirizando lentamente; pero más allá, en otras salas más negras,<br />

más in<strong>de</strong>corosas y más ahumadas con el hálito brumoso <strong>de</strong> la curia, los [179] <strong>de</strong>monios<br />

mayores <strong>de</strong>scuartizaban como carniceros. Sus nefandas rúbricas, compuestas por trozos<br />

nigrománticos, abrían en canal a las pobres víctimas, y cada vez que llenaban un pliego<br />

<strong>de</strong> aquella simpática letra cuadrada y angulosa que ha sido el orgullo <strong>de</strong> nuestros<br />

calígrafos, daban un resoplido <strong>de</strong> satisfacción, señal <strong>de</strong> que el precito estaba bien cocho<br />

por un lado y era preciso ponerlo a cocer por el otro.

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