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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Dios no hubiera dispuesto que se trocaran los papeles; que todas mis i<strong>de</strong>as las pusiese él<br />

en práctica y mis planes todos pasasen a ser obra y provecho suyo... Ya es tar<strong>de</strong>; pasa el<br />

tiempo y yo me muero, porque seguramente esta vuelta mía a la razón, es como en D.<br />

Quijote, señal <strong>de</strong> muerte próxima.<br />

No lo creyó así Salvador, viéndole con tan buenas explica<strong>de</strong>ras, sereno <strong>de</strong> aspecto y<br />

fácil <strong>de</strong> palabra. Contento <strong>de</strong> este cambio que parecía milagro, le reanimó con palabras<br />

cariñosas y le hizo un resumen <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong> la guerra y <strong>de</strong> la política. Pero Navarro no<br />

pareció interesarse mucho en estas cosas profanas, y dando un gran suspiro, dijo así:<br />

-La salvación <strong>de</strong> mi alma es lo que me interesa; que lo <strong>de</strong>más, como cosa <strong>de</strong>l mundo,<br />

acabó para mí. Venga un cura, que me quiero confesar.<br />

Salvador pensó en el cura <strong>de</strong> Elizondo, a cuya generosidad <strong>de</strong>bían su asilo; pero<br />

como Navarro se enterase <strong>de</strong> que había venido con las tropas el padre Zorraquín, su<br />

antiguo amigo, quiso verle y que fuese él quien le ayudara a bien morir oyendo la<br />

confesión sincera <strong>de</strong> sus culpas. Salvador le buscó por todo el pueblo y al fin halló al<br />

cura historiador y guerrero en una taberna, escanciando con marcial donaire una<br />

azumbre <strong>de</strong> vino, ganada al juego <strong>de</strong> las damas la noche antes.<br />

Acudió Zorraquín al llamamiento <strong>de</strong> su amigo. Cuando este salía <strong>de</strong>l segundo<br />

<strong>de</strong>smayo, que fue más profundo y grave que el primero, vio entrar en la alcoba,<br />

anunciándose antes con rechinar <strong>de</strong> espuelas y resoplidos <strong>de</strong> cansancio, un figurón<br />

inverosímil y que en otras circunstancias habría traído al moribundo, en vez <strong>de</strong><br />

consuelo, una agonía mayor que la <strong>de</strong> la misma muerte. También vinieron a verle<br />

Oricaín y Zugarramurdi, que le habían abandonado cuando cayó prisionero. Recibioles<br />

con indiferencia, y ellos se retiraron pronto. [409]<br />

La cara <strong>de</strong> Zorraquín, que rapada era bondadosa, <strong>de</strong>saparecía ya entre un vellón<br />

áspero, negro y erizado, como bala <strong>de</strong> lana sin cardar. Los ojos pequeños, la nariz<br />

agarbanzada y la <strong>de</strong>sabrida sonrisa <strong>de</strong>l capellán apenas se abrían paso por tan<br />

enmarañado bosque <strong>de</strong> pelos. La boina blanca caída <strong>de</strong> un lado parecía impedir con su<br />

peso que el cabello, no menos áspero que la barba, tomase la dirección <strong>de</strong>l techo, como<br />

un escobillón que se cree ciprés. En la zamarreta <strong>de</strong>l cura veíanse diversos cintajos que<br />

manifestaban sus grados y con<strong>de</strong>coraciones. El sable le arrastraba por el suelo, sonando<br />

a pan<strong>de</strong>reta rota. Las botas <strong>de</strong>saparecían bajo salpicaduras <strong>de</strong> fango; las pistolas eran<br />

negras como la zamarra, y las manos <strong>de</strong> color <strong>de</strong> hierro viejo. Por don<strong>de</strong> quiera que iba<br />

el guerrero, difundía en torno suyo un complejo olor a pólvora, a cuadra y a vino.<br />

-Vamos, vamos, Sr. D. Carlos -dijo Zorraquín abrazando al enfermo-. Ahora que los<br />

<strong>de</strong>dos se nos hacen triunfos, y tenemos a nuestro Rey con nosotros, y nos preparamos<br />

para ir sobre Madrid ¿se le antoja a usted morirse? Eso no se pue<strong>de</strong> consentir.<br />

Navarro se acongojó mucho y dijo que la voluntad <strong>de</strong> Dios no le permitía guerrear en<br />

aquella gran<strong>de</strong> y sublime campaña. Hablaron un momento <strong>de</strong>l alma y <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong><br />

Dios. Zorraquín halló en su espíritu cierta dificultad para retrotraerse a su antiguo<br />

oficio, tan distinto <strong>de</strong>l que entonces tenía; pero al fin pudo vencer su <strong>de</strong>sgana <strong>de</strong> oír<br />

pecados. Quitose la boina, sentose, apoyó el codo izquierdo en la cama, y acariciando<br />

con la <strong>de</strong>recha mano el sable, preparose a escuchar la confesión <strong>de</strong> su infeliz amigo.

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