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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Oyeron las alegres campanillas <strong>de</strong> las mulas <strong>de</strong> Peralvillo. Sola se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> los<br />

niños llorando, y les prometió que volvería muy pronto. Al subir al coche, dijo:<br />

-¿Tardaremos mucho?<br />

-Volaremos -afirmó el héroe-. Peralvillo, llévanos a prisa... ¡Oh! ¡qué lástima que no<br />

tengamos ya por aquí esos carriles <strong>de</strong> Satanás!<br />

Y tenía razón. ¡Lástima gran<strong>de</strong> que en aquella ocasión crítica no existieran los<br />

carriles <strong>de</strong> Satanás!<br />

[358]<br />

- XVII -<br />

La mañana <strong>de</strong>l 29 y cuando nadie sospechaba que la muerte <strong>de</strong>l Rey estuviese tan<br />

próxima, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser soltero Pipaón. Los tiernos esposos recibieron la bendición nupcial<br />

en la hermosa iglesia <strong>de</strong> San Cayetano, que hace esquina a la calle <strong>de</strong>l Oso, y el<br />

encargado <strong>de</strong> darla fue el Padre Carantoña, <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n dominica, gran<strong>de</strong> amigote <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sposado. Asistieron personas <strong>de</strong> calidad, hubo mucha pompa eclesiástica y mundana,<br />

se repartieron limosnas, y todo fue dispuesto para que en los barrios <strong>de</strong>l Sur quedara<br />

memoria <strong>de</strong>l suceso por dilatados tiempos. La sordi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> D. Felicísimo no [359]<br />

permitió que el almuerzo <strong>de</strong> rúbrica se diera, como parecía natural, en la casa <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>sposada y diole en la suya Pipaón con mucho rumbo y magnificencia. Pero lo más<br />

notable <strong>de</strong>l día fue el altercado que tuvo nuestro cortesano con D. Felicísimo. Los recién<br />

casados, creyendo que si el vejete no les daba <strong>de</strong> almorzar, no les negaría su bendición,<br />

fueron allá muy gozosos; pero el Demonio, que jamás <strong>de</strong>scansa, hizo que Carnicero<br />

tuviese noticias ciertas aquella misma mañana <strong>de</strong> las traicioncillas <strong>de</strong> Pipaón y <strong>de</strong> los<br />

soplos infames que había llevado a la antecámara <strong>de</strong> Su Majestad la Reina Cristina.<br />

Estaba el buen señor trinando cuando llegaron los cónyuges, y ojalá que no hubieran<br />

llegado jamás, porque así como estalla un volcán, reventó la cólera <strong>de</strong> D. Felicísimo, y<br />

no quedó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su boca palabra mal sonante ni epíteto quemador. Púsose blanco el<br />

bendito agente, como piedra caliza, y su rostro plano causaba terror, porque parecía<br />

próximo a <strong>de</strong>scomponerse en piezas, cayendo cada fracción por su lado. En vano quiso<br />

disculparse Pipaón, en vano Micaelita intentó disculparle también, llevada <strong>de</strong>l amor que<br />

aquel día le tuvo, y hasta Doña María <strong>de</strong>l Sagrario arrojó con timi<strong>de</strong>z una palabra <strong>de</strong> paz<br />

en medio <strong>de</strong> la ardiente filípica. Aumentábase el furor <strong>de</strong>l terco viejo con las réplicas, y<br />

para concluir echó a sus nietos a la calle, or<strong>de</strong>nándoles que no volviesen a poner los pies<br />

en aquella casa <strong>de</strong> lealtad, y conminándoles con <strong>de</strong>sheredarles <strong>de</strong>l mejor modo que<br />

pudiese. Los esposos salieron cabizbajos, y cuando se <strong>de</strong>spedían <strong>de</strong> Doña Sagrario en la<br />

puerta, el con<strong>de</strong>nado vejete agarró con su zarpa acerada el brazo <strong>de</strong> Tablas, que a su<br />

lado estaba, y con ardiente anhelo le dijo:<br />

-Tablas, cuatro duros, cuatro duros para ti, si vas ahora y le das un puntapié a ese<br />

tunante y le arrojas rodando por la escaleras. No hagas daño a mi nieta, ¿entien<strong>de</strong>s? a mi<br />

nieta no.

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