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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Es lo único que han <strong>de</strong>jado esos pillos -le dijo-. Afortunadamente se van <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

media hora.<br />

Más tar<strong>de</strong> (tampoco supo ella a qué hora), [332] sintió bullicio <strong>de</strong> tropas. Era<br />

Chaperón que salía para seguir <strong>de</strong>sempeñando su papel <strong>de</strong> misionero realista en la<br />

extirpación <strong>de</strong> liberales. Después reinó un gran silencio.<br />

Mucho más tar<strong>de</strong> (a ella le pareció que sería al anochecer), dos hombres entraron en<br />

la sala. Sintió al verles turbación tan honda que estuvo a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>smayarse. Eran<br />

Guimaraens y Servet. Hablaron los tres un momento y <strong>de</strong>spués el coronel realista salió.<br />

-Sin compren<strong>de</strong>r la causa -dijo Servet- <strong>de</strong> la sustitución milagrosa a que <strong>de</strong>bo la vida,<br />

sé que he tenido un ángel tutelar. Hay aquí un misterio; yo no trato <strong>de</strong> penetrarlo,<br />

porque no se penetra lo divino. Mi ángel ha sido usted, reverenda madre.<br />

-¡Yo! -dijo ella tratando <strong>de</strong> fingir sorpresa, sin conseguir otra cosa que revelar más<br />

su confusión.<br />

-Sí, usted, reverenda y santa mujer. A usted <strong>de</strong>bo la vida. Permítaseme arrodillarme<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> esa noble figura, cuya belleza proclama su santidad, y besar esas manos que<br />

tan bien saben arrancar víctimas a la muerte.<br />

Se arrodilló <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella como si fuera una imagen santa. Sor Teodora que había<br />

vuelto el rostro, le miró y, mal que le pesara a la sombra, hubo <strong>de</strong> confesarse a sí misma<br />

que veía hecho carne <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la belleza [333] varonil, <strong>de</strong> la gallardía, <strong>de</strong><br />

la discreción y <strong>de</strong> la caballerosidad.<br />

-Ofen<strong>de</strong>ría a usted -añadió el llamado Servet- si hablase el lenguaje vulgar <strong>de</strong> los<br />

afectos humanos. No, si yo hablara <strong>de</strong> amistad, <strong>de</strong> amor, rebajaría la grandiosa<br />

personificación <strong>de</strong> la caridad cristiana que veo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. Una memoria sagrada<br />

como la <strong>de</strong> mi madre, una veneración pura como la que nos inspirase el Dios que a<br />

todos nos hizo y la Virgen que a todos nos ampara, vivirán eternamente en mi corazón.<br />

Se levantó. Sor Teodora invocó a Dios, y haciendo un esfuerzo <strong>de</strong>sesperado, pudo<br />

poner en su rostro algo <strong>de</strong> expresión seráfica y en su boca estas palabras:<br />

-Yo no sé nada <strong>de</strong> lo que usted habla... ¡Qué error! Ni yo me he interesado en<br />

salvarle, ni podía hacerlo por quien no conozco, por quien sólo he visto una sola vez...<br />

¿Quién es usted? Un aventurero, un <strong>de</strong>sconocido. ¿Qué tiene <strong>de</strong> común usted conmigo?<br />

El amparo que le di anoche antes <strong>de</strong> aquella horrenda catástrofe... A fe que los sucesos<br />

que vinieron <strong>de</strong>spués han sido tales que <strong>de</strong>bían hacerme olvidar su entrada en el<br />

convento... Santo Domingo mi patrón me ampare... Yo no sé quién es usted... yo no le<br />

conozco... déjeme usted.<br />

-Compañera <strong>de</strong> la caridad es la mo<strong>de</strong>stia - [334] dijo Servet disponiéndose a<br />

retirarse-. No quiero importunar con mi agra<strong>de</strong>cimiento a un alma superior, que a las<br />

pocas horas <strong>de</strong> haber hecho un inmenso bien ya no se acuerda <strong>de</strong> él. Usted es una santa,<br />

yo un pecador. La enorme diferencia que hay entre los dos, usted, madre reverendísima,<br />

la agrandará con su vida <strong>de</strong> constante sacrificio, <strong>de</strong> oración, <strong>de</strong> paz espiritual y <strong>de</strong><br />

comunicación con Dios. A mí me esperan las luchas <strong>de</strong>l mundo, las turbulentas

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