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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Ya pue<strong>de</strong> usted pasar -oyó <strong>de</strong>cir al fin; y otro voluntario, especie <strong>de</strong> Caronte <strong>de</strong><br />

aquellos infernales pasadizos, la guió a<strong>de</strong>ntro. [184]<br />

Al atravesar el lóbrego pasillo, oprimiósele el corazón y tembló toda, creyendo que<br />

una infernal boca se la tragaba y que jamás vería la clara luz <strong>de</strong>l día. Rechinó una<br />

mampara. La mujer vio una estancia regularmente iluminada por los huecos <strong>de</strong> dos<br />

ventanas, y entró. Allí había dos hombres.<br />

- XV -<br />

Uno estaba en pie, colocado frente al marco <strong>de</strong> la puerta, <strong>de</strong> modo que recibiendo la<br />

luz por <strong>de</strong>trás, todo él parecía negro, negro el uniforme, negras las manos, negra la cara.<br />

Pero en la sombra podía reconocerse fácilmente al celoso funcionario que dispuso la<br />

elevación <strong>de</strong> la horca en la plaza <strong>de</strong> la Cebada el 6 <strong>de</strong> Noviembre <strong>de</strong> 1823.<br />

El otro estaba sentado y escribía con la soltura y garbo <strong>de</strong> quien ha consagrado una<br />

existencia entera al oficio curialesco. Era un viejecillo encorvado y pergaminoso, con<br />

espejuelos ver<strong>de</strong>s, las facciones amomiadas, el cuerpo enjuto. Mientras escribía, su<br />

espinazo afectaba una perfecta curva, cuyo extremo, o [185] sea la región capital, casi<br />

tocaba el papel. Al <strong>de</strong>jar la pluma, recobraba lentamente su posición vertical, que<br />

siempre era bastante incorrecta, por tener su cabeza cierta ten<strong>de</strong>ncia a colgar<br />

balanceándose, como fruta madura que va a caer <strong>de</strong> la rama. Tenía la costumbre <strong>de</strong><br />

subirse a la frente las antiparras ver<strong>de</strong>s mientras escribía, y entonces parecía estar<br />

dotado <strong>de</strong> cuatro ojos, dos <strong>de</strong> los cuales se encargaban <strong>de</strong> vigilar la estancia mientras sus<br />

compañeros cubrían el papel <strong>de</strong> una hermosa letra <strong>de</strong> Torío que en claridad podía<br />

competir con la <strong>de</strong> imprenta. Su nariz y la <strong>de</strong>saforada boca combinaban<br />

armoniosamente sus formas para producir una muequecilla entre satírica y benévola que<br />

producía distintos efectos en los que tenían la dicha <strong>de</strong> ser mirados por el licenciado<br />

Lobo, pues tal era el nombre <strong>de</strong> este personaje, no <strong>de</strong>sconocido para nuestros lectores (4) .<br />

La joven balbució un saludo dirigiéndose al <strong>de</strong> la mesa, que le parecía más principal.<br />

Después extendió sus miradas por toda la pieza, que se le figuró no menos triste y<br />

lóbrega que un panteón. Cubría los polvorientos ladrillos <strong>de</strong>l suelo una estera <strong>de</strong><br />

empleita que a carcajadas [186] se reía por varios puntos. Los muebles no superaban en<br />

aseo ni elegancia al resto <strong>de</strong> las oficinas, y las mesas, las sillas, los estantes se<br />

<strong>de</strong>coraban con el mismo tradicional mugre que era peculiar a todo cuanto en la casa<br />

existía, no librándose <strong>de</strong> él ni aun el retrato <strong>de</strong> nuestro Rey y señor D. Fernando VII,<br />

que en el testero principal, y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un marco prolijamente <strong>de</strong>corado por las moscas,<br />

mostraba la augusta majestad neta. Los gran<strong>de</strong>s ojos negros <strong>de</strong>l Rey, fulgurando bajo la<br />

espesa ceja corrida, parecían llenar toda la sala con su mirada aterradora.<br />

-¿Qué quiere usted? -gritó bruscamente Chaperón, mirando a la joven.<br />

La turbación suele causar algo <strong>de</strong> sor<strong>de</strong>ra; así es que la interpelada <strong>de</strong>jose caer en<br />

una silla con muestras <strong>de</strong> gran cansancio.

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