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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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con la común <strong>de</strong>sgracia. Elena había sentido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego por ella una <strong>de</strong> esas vivas<br />

inclinaciones <strong>de</strong> la primera juventud, que establecen lazos dura<strong>de</strong>ros para toda la vida, y<br />

a la cual daban aliciente la belleza moral <strong>de</strong> Sola y aquel peculiar atractivo in<strong>de</strong>finible<br />

que sometía los corazones. La <strong>de</strong> Cor<strong>de</strong>ro reconocía en ella una gran superioridad<br />

espiritual, que le infundía respeto no inferior a su cariño, y subyugada por el misterioso<br />

e invencible <strong>de</strong>spotismo que ejerce a la callada la aristocracia moral, se sometía a los<br />

pensamientos y al sentir <strong>de</strong> Sola, con la docilidad <strong>de</strong> la niñez ante la edad madura.<br />

Siendo Sola poco menos joven que ella, se le representaba, por la seriedad <strong>de</strong> sus<br />

consejos y su precoz experiencia, como <strong>de</strong> edad mucho más alta. Hermana mayor antes<br />

que amiga, la huérfana fue erigida en confesor, en consejero, y en <strong>de</strong>positaria <strong>de</strong> los<br />

secretos <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> Elenita, porque el corazón <strong>de</strong> la muñeca tan perfilada, metódica<br />

y acabadita tenía secretos.<br />

Otra principal amistad <strong>de</strong> los Cor<strong>de</strong>ros era [115] con la familia <strong>de</strong> los Romos, y<br />

particularmente con Francisco Romo, jefe a la sazón <strong>de</strong>l comercio conocido con este<br />

nombre en la plazuela <strong>de</strong> Herradores. Las excelentes relaciones mercantiles entre ambos<br />

ten<strong>de</strong>ros fueron parte a anudar las <strong>de</strong> la amistad, y durante la emigración <strong>de</strong> D. Benigno,<br />

Romo colmó <strong>de</strong> atenciones y finezas a la familia, sirviéndoles al mismo tiempo <strong>de</strong><br />

amparo contra la reacción, por ser voluntario realista <strong>de</strong> los más significados. D.ª<br />

Robustiana fiaba mucho en la amistad <strong>de</strong> aquel joven <strong>de</strong> tanto po<strong>de</strong>r entre las turbas<br />

realistas, y por nada <strong>de</strong>l mundo la diera en cambio <strong>de</strong> la <strong>de</strong> un príncipe. Creía tener en él<br />

fortísimo escudo contra las brutalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la época y fiaba en que por mediación suya<br />

sería restituido prontamente Cor<strong>de</strong>ro a la dulzura <strong>de</strong> su hogar.<br />

-Hay que tener un poquito <strong>de</strong> paciencia -les <strong>de</strong>cía Romo -. Se hace todo lo que se<br />

pue<strong>de</strong> para que el Sr. D. Benigno vuelva a su casa; pero no se podrá mucho, hasta que<br />

los liberales no estén sometidos. Figúrese usted, señora D.ª Robustiana, que el Gobierno<br />

abre un poco la mano y empieza a perdonar, a perdonar... pues ya tiene usted la<br />

revolución encima. No lo digo por el Sr. D. Benigno, que es un hombre <strong>de</strong> bien, sino<br />

por esos pillos que están acechando [1<strong>16</strong>] nuestra <strong>de</strong>bilidad para soltar las riendas <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>svergüenza... No se aflijan uste<strong>de</strong>s; que vamos a dar una amnistía, una amnistía<br />

amplia, general, con excepción <strong>de</strong> todos los pillos se entien<strong>de</strong>, y entonces o no soy<br />

quien soy, o D. Benigno será comprendido en ella.<br />

Con estas promesas se consolaba la familia; pero pasaban los meses y la <strong>de</strong>seada<br />

amnistía no era más que una esperanza. En su lugar veíanse nuevas proscripciones,<br />

encarcelamientos, la horca siempre en pie, la venganza más cruel gobernando a la<br />

Nación, y la vida <strong>de</strong> los españoles pendiente <strong>de</strong>l capricho <strong>de</strong> un salvaje frailón o <strong>de</strong><br />

fieros polizontes. Las <strong>de</strong>laciones, como puñaladas recibidas en la oscuridad, traían en<br />

gran consternación a la Corte. Desaparecían los ciudadanos sin que fuera posible saber<br />

en qué calabozo habían caído. Las cárceles tragaban gente como las tumbas en una<br />

epi<strong>de</strong>mia. Nadie, libre hoy, podía estar seguro <strong>de</strong> conservar la libertad mañana, porque<br />

la virtud más pura no podía estar segura <strong>de</strong>l golpe secreto, como no pue<strong>de</strong> estarlo <strong>de</strong>l<br />

miasma invisible.<br />

Al fin, allá en Mayo <strong>de</strong>l 24, vino la amnistía. Por ella se concedía indulto y perdón<br />

general; mas eran tantas las excepciones, que antes que amnistía parecía el Decreto <strong>de</strong><br />

una sangrienta [117] burla. Se perdonaba a todo el mundo y se exceptuaba <strong>de</strong>spués a<br />

todo el mundo. La familia <strong>de</strong> Cor<strong>de</strong>ro, viendo que pasaban meses sin que el proscrito<br />

volviese, examinaba <strong>de</strong>tenidamente los 15 artículos <strong>de</strong> las excepciones, por ver si D.

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