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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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<strong>de</strong>spués con feliz éxito el asunto. El aventurero vio al fin en sus manos la mitad <strong>de</strong> la<br />

herencia <strong>de</strong> su tío, gracias a las uñas <strong>de</strong> D. Felicísimo, que acariciando la otra mitad,<br />

<strong>de</strong>senmarañó la ma<strong>de</strong>ja. Fue Salvador a París en la primavera para rendir cuentas a<br />

Aguado, y en el verano tornó a España y a Madrid para ultimar un asunto <strong>de</strong> vales<br />

reales que en la Corte tenía.<br />

Jenara pasó en Madrid el invierno <strong>de</strong> 1831 a 1832 y en primavera se trasladó a<br />

Valencia, volviendo al poco tiempo para instalarse en San Il<strong>de</strong>fonso. La opinión pública<br />

que, tal vez sin motivo, le tenía mala voluntad, hacía correr acerca <strong>de</strong> su conducta<br />

rumores poco favorables, aunque eran <strong>de</strong> esos que cualquier dama ilustre <strong>de</strong> aquellos<br />

tiempos y <strong>de</strong> estos y todos los tiempos soporta sin <strong>de</strong>trimento alguno en el lustre <strong>de</strong> su<br />

casa, antes bien aumentándolo y viéndose cada día más obsequiada y enaltecida. Si en el<br />

año anterior fue tildada <strong>de</strong> aficionarse con exceso a la oratoria forense y parlamentaria,<br />

ahora <strong>de</strong>cían <strong>de</strong> ella que se pirraba por la poesía lírica, prefiriendo sobre todos los<br />

géneros el byroniano, o sea <strong>de</strong> las <strong>de</strong>sesperaciones y lamentos, sin admitir consuelo<br />

alguno en este mundo ni en el otro.<br />

Enorme escuadrón <strong>de</strong> amigos la <strong>de</strong>spidió [307] al marchar a la Granja. Adiós, gentil<br />

Angélica, engañadora Circe. No po<strong>de</strong>mos seguirte aún. Nos llaman por algún tiempo en<br />

Madrid afecciones <strong>de</strong> literatos que nos son más caras que las propias niñas <strong>de</strong> nuestros<br />

ojos. Y era curioso ver cómo se iba encrespando aquel piélago <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as, <strong>de</strong> temas<br />

literarios e imágenes poéticas <strong>de</strong>l cafetín llamado Parnasillo. Sin duda <strong>de</strong> allí había <strong>de</strong><br />

salir algo gran<strong>de</strong>. Ya se hablaba mucho y con ardor <strong>de</strong> un drama célebre estrenado en<br />

París el 25 <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1830 y que tenía el privilegio <strong>de</strong> dividir y enzarzar a todos los<br />

ingenios <strong>de</strong>l mundo en atroz contienda. El asunto, según algunos <strong>de</strong> los nuestros, no<br />

podía ser más disparatado. Un príncipe apócrifo que se hace bandolero, una dama<br />

obsequiada por tres pretendientes, un viejo prócer enamorado, y un emperador <strong>de</strong>l<br />

mundo, son los personajes principales. Luego hay aquello <strong>de</strong> que todos conspiran contra<br />

todos y <strong>de</strong> que pasan cosas históricas que la historia no ha tenido el honor <strong>de</strong> conocer<br />

jamás. Y hay un pasaje en que el prócer que aborrece al bandido lo salva <strong>de</strong>l emperador;<br />

y luego el emperador se lleva la muchacha y el bandolero se une al prócer; y como uno<br />

<strong>de</strong> los dos está <strong>de</strong>más porque ambos quieren a la señorita, el bandolero jura que se<br />

matará cuando el prócer toque un cierto cuerno que aquel le da en prenda <strong>de</strong> [308] su<br />

palabra; y cuando todo va a acabar en bien porque el emperador ha perdonado a chicos<br />

y gran<strong>de</strong>s y viene el casorio <strong>de</strong> los amantes con espléndida fiesta, suena el consabido<br />

cuerno: el príncipe bandolero se acuerda <strong>de</strong> que juró matarse, y en efecto se mata.<br />

Si a unos les parece esto el colmo <strong>de</strong>l absurdo, a otros les parece <strong>de</strong> perlas. Riñen los<br />

exaltados con los retóricos, y en medio <strong>de</strong> las disputas sale a relucir una palabra que<br />

estos profieren con <strong>de</strong>sprecio, aquellos con orgullo. ¡Románticos!... Aguar<strong>de</strong> un poco el<br />

lector que ya vendrán a su tiempo la amarillez <strong>de</strong>l rostro, las largas y <strong>de</strong>scuidadas<br />

melenas, las estrechas casacas. Por ahora el romanticismo no ha pasado a las maneras ni<br />

al vestido, y se mantiene gallardo y majestuoso en la esfera <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>al.<br />

El drama francés es un monstruo para algunos; pero ¡qué aliento <strong>de</strong> vida, <strong>de</strong><br />

inspiración, <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za en este monstruo, pariente sin duda <strong>de</strong> las hidras cal<strong>de</strong>ronianas,<br />

ante cuya indómita arrogancia, a veces sublime, salvaje a veces, parecen gatos<br />

disecados las esfinges <strong>de</strong>l clasicismo! Contra la frialdad <strong>de</strong> un arte moribundo protesta<br />

un arte incendiario; la corrección es atropellada por el <strong>de</strong>lirio; las reglas con sus<br />

gastados cachivaches se hun<strong>de</strong>n para dar paso a la regla única y soberana <strong>de</strong> [309] la

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