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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Chasqueado por aquella parte, Tablas se obstinó más y más en apretar los lazos que<br />

le unían a las socieda<strong>de</strong>s secretas y al conventículo [418] formado por Aviraneta, Rufete<br />

y comparsa. Bien se compren<strong>de</strong> que López, hombre sin letras ni palabra, incapaz <strong>de</strong><br />

formular discretamente un juicio ni <strong>de</strong> aposentar una i<strong>de</strong>a en la espesura <strong>de</strong> su cerebro,<br />

no podía ser en el club populachero más que un instrumento brutal para funcionar en<br />

días <strong>de</strong> escándalo y griterío. Todos cuantos han tenido la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> trabajar en<br />

conspiraciones burdas saben perfectamente que los <strong>de</strong>spabilados y parlanchines forman<br />

a sus espaldas una guardia <strong>de</strong> hombres soeces y brutales, que sirven para dar a la i<strong>de</strong>a,<br />

en la ocasión precisa, su voz estentórea, su brazo salvaje y su representación<br />

apasionadamente popular. Tablas era <strong>de</strong> esta guardia, mejor dicho, era el jefe <strong>de</strong> ella, y<br />

había conseguido llevar al club a otros mocetones, que ni <strong>de</strong>smerecían <strong>de</strong> él en fuerzas<br />

corporales, ni le ganaban un ardite en talento.<br />

Pero, <strong>de</strong>sgraciadamente para él, las conspiraciones <strong>de</strong> aquel tiempo carecían <strong>de</strong><br />

fondos. Eran conspiraciones pobres, no por esto honradas. Se esperaban auxilios; pero<br />

los auxilios no venían, porque los <strong>de</strong>stinados a darlos no habían llegado aún a ese grado<br />

<strong>de</strong> candi<strong>de</strong>z en que la ambición cierra los ojos y abre la mano.<br />

Para aten<strong>de</strong>r a sus gastos, que no había sabido disminuir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la miseria,<br />

Tablas se colocó en el establecimiento <strong>de</strong> coches <strong>de</strong> la posada <strong>de</strong>l Dragón, con cuyo<br />

dueño tenía amistad antigua. Pero su holgazanería le vedaba siempre entrar en faenas<br />

duras, y sólo se ocupaba <strong>de</strong> cuidar el almacén <strong>de</strong> equipajes y encargos. En <strong>de</strong>stino tan<br />

poco brillante aguardaba el imaginario triunfo <strong>de</strong> aquellos buenos señores <strong>de</strong>l club, tan<br />

sabios, según él, o la señal <strong>de</strong> armar camorra a las autorida<strong>de</strong>s. El maja<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> López<br />

estaba dispuesto a todo, apretado por la miseria, la envidia y los apetitos que <strong>de</strong>voraban<br />

su alma. [419]<br />

- XXV -<br />

Ya se cansaba <strong>de</strong> esperar el venerable Gracián, cuando apareció Romualda, ja<strong>de</strong>ante<br />

y sofocada. Por su conducto la señora Nazaria suplicaba al Padre tuviera la bondad <strong>de</strong><br />

subir, porque se encontraba muy mala. No <strong>de</strong>soía jamás esta clase <strong>de</strong> ruegos Gracián,<br />

que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> eclesiástico bondadoso era médico hábil, y precedido <strong>de</strong> la coja,<br />

llevando tras sí al cleriguito joven que le acompañaba, acometidos cien escalones que<br />

conducían a la morada <strong>de</strong>l infeliz matrimonio. Esta era muy humil<strong>de</strong>; pero Nazaria, que<br />

tenía instintos <strong>de</strong> embellecimiento doméstico, la había arreglado <strong>de</strong> modo que pareciese<br />

menos fea <strong>de</strong> lo que realmente era. Estaba la Pimentosa [4<strong>20</strong>] postrada en <strong>de</strong>svencijado<br />

sofá. Había <strong>de</strong>smerecido tanto su persona <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el año anterior que no parecía la misma.<br />

Aquel continente <strong>de</strong> matrona, aquel aire simpático, aquel rostro lleno <strong>de</strong> atractivos no<br />

eran ya sino sombra <strong>de</strong> sí mismos. Gordura fofa en su cuerpo, langui<strong>de</strong>z en su<br />

semblante y un <strong>de</strong>caimiento general en su persona toda anunciaban que la maja no<br />

volvería a ser lo que fue. A su lado estaba la mujer <strong>de</strong>macrada, pálida y huesuda que<br />

vimos en la buñolería algunos meses antes, y que había permanecido al lado <strong>de</strong> su ama,<br />

como uno <strong>de</strong> esos cortesanos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia que con menos mérito alar<strong>de</strong>an <strong>de</strong><br />

fi<strong>de</strong>lidad en esferas más altas. A primera vista la mujer aquella parecía imagen <strong>de</strong> la<br />

Muerte esperando su presa. Su brazo, que no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> tener más que el hueso seco, se<br />

extendía oscilando con lúgubre ca<strong>de</strong>ncia. Su mano empuñaba una rama <strong>de</strong> acacia, para<br />

espantar con ella las moscas que molestaban a Nazaria.

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