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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Más flojo -dijo Sola.<br />

-¿Así?<br />

-No tanto. Si se tira mucho se rompe, y si se afloja mucho, el viento se lleva la ropa.<br />

Ahora está bien.<br />

D. Benigno volvió a la sala. Una gran cesta <strong>de</strong> ropa blanca aguardaba a la robusta<br />

moza que había <strong>de</strong> llevarla a la huerta. La moza salió, Sola se quedó allí mirando a<br />

fuera. D. Benigno se acercó a ella. Ambos hablaron un rato, diciéndose todo lo más<br />

quince palabras que nadie pudo oír, ni aun el narrador mismo que todo lo oye. La moza<br />

y dos criados más entraron. D. Benigno salió con la aureola <strong>de</strong> su cabeza tan crecida que<br />

le [252] parecía ir <strong>de</strong>rramando una claridad celestial por don<strong>de</strong> quiera que iba. Pasó a la<br />

huerta don<strong>de</strong> topó <strong>de</strong> manos a boca con un maestro <strong>de</strong> obras que había mandado venir<br />

<strong>de</strong> Toledo para encargarle las reformas <strong>de</strong> la casa.<br />

D. Benigno no le conocía, pero le dio un abrazo. Estaba muy nervioso; pero su<br />

discreción y buen juicio pugnaban por sobreponerse a aquella exaltación, y al fin pudo<br />

lograrlo.<br />

-Maestro -dijo-, es preciso empren<strong>de</strong>r las obras inmediatamente. Hay que <strong>de</strong>rribar<br />

dos tabiques y construir una galería exterior sobre la huerta... En fin, la señora le dirá a<br />

usted; póngase usted a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> la señora. ¡Ah!... lo principal es arreglar la pieza<br />

que va a ser gabinete <strong>de</strong> la señora, ¿me entien<strong>de</strong> usted?, gabinete <strong>de</strong> la señora. ¿Cuánto<br />

se tardará en las obras? Hay que concluirlas pronto; pero muy pronto. Tienen uste<strong>de</strong>s<br />

una calma...<br />

-Señor...<br />

-Sí, mucha calma. Empiece usted pronto. ¿Ha traído las herramientas?<br />

-Si no sabía...<br />

-¡Qué cachaza! Quiero que la casa sea una tacita <strong>de</strong> plata. La señora dirigirá las<br />

obras. Pensamos vivir aquí constantemente. ¿Qué hace usted que no toma medidas?<br />

¡Qué cachaza! ¡Barástolis, barástolis!<br />

El maestro se excusó <strong>de</strong> no haber empezado [253] las obras que aún no estaban<br />

formalmente encargadas, y D. Benigno, que en los momentos <strong>de</strong> mayor exaltación era<br />

hombre razonable, comprendió la justicia <strong>de</strong> las excusas y le dio otro abrazo. Juntos<br />

recorrieron la casa. Uniose a ellos Sola y durante un rato no se habló más que <strong>de</strong> pies<br />

castellanos, <strong>de</strong> una puerta por aquí, <strong>de</strong> cuatro vigas por allá, <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s que <strong>de</strong>bían<br />

empapelarse y <strong>de</strong> las que <strong>de</strong>bían ser pintadas, <strong>de</strong>l nuevo corredor (15) para ir a la cocina,<br />

<strong>de</strong>l cielo raso y <strong>de</strong> otras menu<strong>de</strong>ncias. Sola explanaba sus proyectos y <strong>de</strong>seos con una<br />

claridad admirable, <strong>de</strong>mostrando en todo la elevación <strong>de</strong> su genio doméstico.<br />

Cuando el maestro se retiró, Cor<strong>de</strong>ro y Sola hablaron larguísimo rato. Separáronse al<br />

fin, porque ella no podía abandonar ciertas ocupaciones <strong>de</strong> la casa, y cuando entró Sola<br />

en el cuarto don<strong>de</strong> estaban planchando se secó los ojos, que pestañeaban como si

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