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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-¡Oh! quién sabe... Ahora todo se juzga por el aspecto malo. ¡Ah! ni la nieve misma<br />

está libre <strong>de</strong> mancharse o <strong>de</strong> ser manchada... Retírese usted... yo comprendo que <strong>de</strong>seará<br />

prolongar la conversación en el portal; pero no pue<strong>de</strong> ser, no pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong> ningún modo.<br />

Después <strong>de</strong> ofrecerle su casa con no pocas zalamerías, rogó al caballero tuviese la<br />

bondad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle su nombre para conocer mejor a la persona a quien <strong>de</strong>bía agra<strong>de</strong>cer<br />

galanterías inauditas en una época ¡ay! en una época calamitosa y estéril en que no<br />

había caballeros. Dicho el nombre, la momia lo repitió con agrado y <strong>de</strong>spués dijo:<br />

-¿Militar?<br />

-No, señora, paisano. [276]<br />

-¿Andaluz?<br />

-Alavés.<br />

-¿Y hasta la muerte <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong>l trono legítimo...?<br />

-Del trono <strong>de</strong> Isabel II.<br />

-¿Pues qué? es usted...<br />

-Masón, señora.<br />

Al expresarse así, con la sonrisa en los labios, Salvador creyó que no merecía<br />

respuestas serias aquel interrogatorio impertinente. La momia estuvo a punto <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>shacerse en polvo al oír la nefanda palabra. Estremecida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus apolilladas<br />

pieles y <strong>de</strong> sus ajados tafetanes, llevose las manos a la cabeza, lanzó una exclamación<br />

<strong>de</strong> lástima y <strong>de</strong>sconsuelo, y por breve rato no apartó <strong>de</strong>l cielo sus ojos fijos allí en<br />

<strong>de</strong>manda <strong>de</strong> misericordia.<br />

-¡Masón! -repitió luego mirando al que, según ella, era un soldado <strong>de</strong> las milicias <strong>de</strong><br />

Satanás-. ¡Quién lo diría!<br />

Y señalando con su mano flaca, cubierta <strong>de</strong> guante canelo, una luz que a cierta<br />

distancia se veía, como farolillo <strong>de</strong> taberna o café, dijo entre suspiros:<br />

-En don<strong>de</strong> está aquella luz se reúnen sus amigotes <strong>de</strong> usted... Caballero, si me<br />

permite usted que le dirija un ruego, le diré que por nada <strong>de</strong>l mundo sea usted masón.<br />

Todo está preparado para el triunfo <strong>de</strong> la monarquía verda<strong>de</strong>ra y legítima, y es una<br />

lástima que usted perezca, porque perecerán todos, no hay duda... Cuando usted me dijo<br />

que es masón, vi... yo siempre estoy viendo cosas extrañas que luego resultan<br />

verda<strong>de</strong>ras... vi un montón <strong>de</strong> muertos en medio <strong>de</strong> los cuales asomaba una cabeza...<br />

Le tomó una mano, y al contacto <strong>de</strong>l guante canelo, que por su <strong>de</strong>lga<strong>de</strong>z apenas<br />

disimulaba la dureza <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos fosilizados, Salvador sintió que se le comunicaba un<br />

frío glacial, llegando hasta su corazón.

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