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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Existían en su vida pasajes misteriosos que nadie acertaba a explicar bien, y que, por el<br />

mismo misterio, se trocaban en dramáticos; y finalmente, mariposeaban en torno a ella<br />

muchos individuos con pretensiones <strong>de</strong> cortejos; pero aunque a todas horas le echaban<br />

memoriales <strong>de</strong> suspiros o <strong>de</strong> galanterías, no dio ocasión a ninguno para que se creyera<br />

favorecido.<br />

La danza no podía faltar en las tertulias. ¡Ah!, entonces el baile era baile, un<br />

verda<strong>de</strong>ro arte con todos los elementos plásticos que le hicieron eminente en Oriente y<br />

Grecia, por don<strong>de</strong> parece natural mirarle como antecesor <strong>de</strong> la escultura. Entonces había<br />

ca<strong>de</strong>ras, piernas, cinturas, agilidad, pies y brazos; hoy no hay más que armazones<br />

<strong>de</strong>sgarbadas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la funda negra <strong>de</strong>l traje mo<strong>de</strong>rno.<br />

Al ver en estos últimos años a ciertos hombres eminentes que han sido (y los que<br />

viven lo son todavía) el summum <strong>de</strong> la gravedad en la magistratura, en la política y en el<br />

ejército, y al mirarles, repetimos, ora en el sillón presi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong>l Senado, ora en el<br />

banco azul, ya vestidos con la toga <strong>de</strong> la justicia, ya con el respetabilísimo uniforme <strong>de</strong><br />

generales, no hemos podido tener la risa consi<strong>de</strong>rando que vimos a esos mismos señores<br />

dando brincos y haciendo [71] trenzados en el salón <strong>de</strong> doña Jenara con el más loco<br />

entusiasmo.<br />

La política se trataba en aquella casa con toda la discreción que la época exigía.<br />

Ninguno <strong>de</strong> los sucesos que ocuparon la atención pública <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1829 a 1831 <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

tratarse allí, mezclándose los exteriores con los <strong>de</strong> casa, según los traía la revuelta<br />

corriente <strong>de</strong>l tiempo. Allí se dijo cuanto podía <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ntalísima<br />

Pragmática Sanción <strong>de</strong>l 29 <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong>l 30, origen inmediato <strong>de</strong> varias guerras crueles,<br />

pretexto <strong>de</strong> esa horrible contienda histórica, secular, característica <strong>de</strong>l genio español <strong>de</strong>l<br />

siglo XIX y que no ha concluido, no, aunque así lo indiquen las treguas en que el<br />

pérfido monstruo toma aliento.<br />

Esa batalla grandiosa en que han peleado con saña los i<strong>de</strong>ales más hermosos y las<br />

tradiciones poéticas, los entusiasmos más firmes y las rancieda<strong>de</strong>s más respetables, los<br />

intereses más nobles y los más bastardos, mezclándose en una y otra parte el legítimo<br />

anhelo <strong>de</strong> la reforma con la terquedad <strong>de</strong> la costumbre, el generoso vuelo <strong>de</strong>l<br />

pensamiento con la noble exaltación <strong>de</strong> la fe; esa batalla, digo, estaba trabada hace<br />

tiempo en el corazón y en el pensar <strong>de</strong> España y tar<strong>de</strong> o temprano había <strong>de</strong> venir al<br />

terreno <strong>de</strong> las [72] armas. Así tenía que ser por ley ineludible. Quiso el cielo que nuestra<br />

revolución fuera larga, sangrienta, toda compuesta <strong>de</strong> fieros encuentros, heroísmos,<br />

infamias y martirios, como una gran prueba; quiso que se <strong>de</strong>sataran las pasiones en una<br />

guerra sin fin, empezada, concluida y vuelta a empezar y concluir en larga serie <strong>de</strong> años<br />

<strong>de</strong> zozobra.<br />

Hay pueblos que se transforman en sosiego, charlando y discutiendo con algaradas<br />

sangrientas <strong>de</strong> tres, cuatro o cinco años, pero más bien turbados por las lenguas que por<br />

las espadas. El nuestro ha <strong>de</strong> seguir su camino con saltos y caídas, tumultos y atropellos.<br />

Nuestro mapa no es una carta geográfica sino el plano estratégico <strong>de</strong> una batalla sin fin.<br />

Nuestro pueblo no es pueblo sino un ejército. Nuestro gobierno no gobierna: se<br />

<strong>de</strong>fien<strong>de</strong>. Nuestros partidos no son partidos mientras no tienen generales. Nuestros<br />

montes son trincheras, por lo cual están sabiamente <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> árboles. Nuestros<br />

campos no se cultivan, para que pueda correr por ellos la artillería. En nuestro comercio<br />

se advierte una timi<strong>de</strong>z secular originada por la i<strong>de</strong>a fija <strong>de</strong> que mañana habrá jaleo. Lo

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