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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Pero en el mismo instante le acometió la timi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> tal modo, que no se atrevió a<br />

<strong>de</strong>cir lo que <strong>de</strong>cir quería, y sólo balbució estas palabras:<br />

-Es que conviene ponerle a este enemigo [140] una venda y dos cuartos sobre el<br />

chichón, que es el mejor medio <strong>de</strong> curar estas cosas.<br />

Aquella noche D. Benigno estuvo muy triste y se pasó algunas horas en su cuarto,<br />

sin leer a Rousseau, aunque bien se le acordaba aquel pasaje <strong>de</strong>l Libro quinto <strong>de</strong>l<br />

Emilio: «Emilio es hombre, Sofía es mujer... Sofía no enamora al primer golpe <strong>de</strong> vista,<br />

pero agrada más cada día. Sus encantos se van manifestando por grados en la intimidad<br />

<strong>de</strong>l trato. Su educación no es ni brillante ni estrecha. Tiene gusto sin estudio, talento sin<br />

arte y criterio sin erudición... La <strong>de</strong>sconformidad <strong>de</strong> los matrimonios no nace <strong>de</strong> la edad,<br />

sino <strong>de</strong>l carácter...». Y luego añadía, alterando un poco el texto: «Sofía había leído el<br />

Telémaco y estaba prendada <strong>de</strong> él; pero ya su tierno corazón ha cambiado <strong>de</strong> objeto y<br />

palpita por el buen Mentor».<br />

Después Cor<strong>de</strong>ro se reía <strong>de</strong> sí mismo y <strong>de</strong> su timi<strong>de</strong>z, haciendo juramento <strong>de</strong><br />

vencerla al día siguiente pues lo que él sentía era un afecto <strong>de</strong>coroso, un sentimiento <strong>de</strong><br />

gratitud y <strong>de</strong> respeto y no pasión ni capricho <strong>de</strong> mozalbete.<br />

Al día siguiente Sola mostraba excelente humor que rayaba en festivo, lo que dio<br />

muy buena espina al héroe <strong>de</strong> Boteros. Cantorreaba (7) entre dientes, cosa que no hacía<br />

todos [141] los días, y su cara estaba muy animada, si bien podía observarse que tenía<br />

los ojos algo encendidos. Sin duda había visto y aceptado la posibilidad <strong>de</strong> un <strong>de</strong>stino<br />

nuevo, honrado y honroso en extremo, y se complacía en él, creyéndolo dispuesto por<br />

Dios con extraordinaria sabiduría. Pero si no se entra en la vida sin llanto, también<br />

parece natural que no se entre en las felicida<strong>de</strong>s nuevas sin algo <strong>de</strong> lágrimas. Los nuevos<br />

estados, aunque sean muy buenos y santos, no siempre seducen tanto que hagan<br />

aborrecible la situación vieja por <strong>de</strong>testable que haya sido. De aquí venía, sin duda, el<br />

que, estando con tan buen humor, tuviese en lo encendido <strong>de</strong> sus ojos el testimonio <strong>de</strong><br />

haber lloriqueado algo.<br />

O quizás aquella alegría que mostraba venía más bien <strong>de</strong> la voluntad que <strong>de</strong>l<br />

corazón, como si aquel espíritu, tan hecho a la observancia <strong>de</strong> los <strong>de</strong>beres, hubiese<br />

resuelto que convenía estar alegre. La razón sin duda lo mandaba así, y la razón iba<br />

siendo la señora <strong>de</strong> ella... No hay más sino que se dominaba maravillosamente y lograba<br />

alcanzar tan gran<strong>de</strong> victoria sobre sí misma, que era al fin, si es permitido <strong>de</strong>cirlo así, un<br />

producto humano <strong>de</strong> todas las i<strong>de</strong>as razonables, una conciencia puesta en acción.<br />

Su protector le dijo que aquella tar<strong>de</strong> se verían [142] los dos en su cuarto para hablar<br />

a solas. El héroe se atrevía al fin. Prometió ella ser puntual y esperó la hora. Pero Dios<br />

que, sin duda por móviles altísimos e inexplicables quería estorbar los honestos<br />

impulsos <strong>de</strong>l héroe, dispuso las cosas <strong>de</strong> otra manera. Ya se sabe lo que significan todas<br />

las volunta<strong>de</strong>s humanas cuando Él quiere salirse con la suya.<br />

Sucedió que poco antes <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> comer, Juanito Jacobo, todavía vendado por los<br />

chichones <strong>de</strong>l día anterior, andaba enredando con una pelota. Trabáronse las palabras <strong>de</strong><br />

él y su hermano Rafaelito sobre a quién pertenecía la tal pelota. Hay indicios y aun<br />

antece<strong>de</strong>ntes jurídicos para creer que el verda<strong>de</strong>ro propietario era el pequeñuelo, y así

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