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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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política era patrimonio <strong>de</strong> las camarillas, las bellas artes, música y pintura estaban en su<br />

primera alborada. Los muchachos que no sentían gusto por los soeces ejercicios <strong>de</strong> la<br />

tauromaquia se entretenían en trepar por las asperezas <strong>de</strong>l Olimpo, y como la mayor<br />

parte carecían <strong>de</strong> estro, no tenían más recurso que la murmuración y las travesuras. De<br />

todas las musas, la que más andaba entre los <strong>de</strong> la pandilla, tratándoles <strong>de</strong> tú, era la<br />

Décima, por otro nombre el hambre, a quien Veguita <strong>de</strong>dicó una composición muy<br />

chusca. Sin dinero, sin ocupación, sin estímulo, aquellos insignes poetas o prosistas o<br />

simples mortales vivían <strong>de</strong> la po<strong>de</strong>rosa fuerza íntima que en unos era la fantasía, en<br />

otros la conciencia <strong>de</strong> un gran valer y en todos el presagio <strong>de</strong> que habían <strong>de</strong> ser<br />

principio y fundamento <strong>de</strong> una generación fecunda.<br />

Todo cansa en el mundo, hasta el hacer versos. Así es que no podían satisfacer al<br />

bullidor [65] espíritu <strong>de</strong> tales muchachos las sesiones <strong>de</strong>l Parnasillo y el ardiente<br />

disputar sobre odas, comedias y poemas. La juventud necesita acción, necesita el<br />

elemento dramático <strong>de</strong> la vida, sin el cual esta no es más que un soliloquio <strong>de</strong> dolor o un<br />

quietismo morboso. La juventud <strong>de</strong> aquel tiempo, la más ilustre que había tenido<br />

España <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que envejeció la gran pléya<strong>de</strong> <strong>de</strong>l siglo XVII, no sabía vivir sin drama. Es<br />

verdad que había amores y <strong>de</strong> lo fino, pero las aventuras galantes no podían satisfacer<br />

completamente a aquella juventud que era la empolladura <strong>de</strong> una gran época. Si la<br />

hubiesen <strong>de</strong>jado, ella habría hecho revoluciones, <strong>de</strong>rribado gobiernos, aplastado ídolos<br />

entre el tumulto estrepitoso <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> discursos. Sentía en sí, mezclado con la<br />

facultad y con la facilidad versificante, el germen <strong>de</strong> la gloriosa oratoria parlamentaria,<br />

que en nuestra tierra y en nuestro genio es una especie <strong>de</strong> poesía combatiente. En<br />

España es común que el fuego <strong>de</strong> las ambiciones rompa las liras para forjar con ellas las<br />

espadas.<br />

La acción, que era una necesidad, un apetito irresistible <strong>de</strong> la insigne pandilla, estaba<br />

circunscrita por Calomar<strong>de</strong> a la esfera <strong>de</strong>l Parnasillo. La policía no estorbaba que allí<br />

<strong>de</strong>ntro se dispararan ovillejos, quintillas y décimas, llenas <strong>de</strong> pimienta como los<br />

antiguos [66] vejámenes; pero el libro, el drama, el periódico, todas las gran<strong>de</strong>s armas<br />

<strong>de</strong>l pensamiento, les estaban vedadas. No se les permitía más que los alfileres.<br />

Su instinto <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s empresas con la palabra o con la acción les llevaba<br />

<strong>de</strong>rechamente a las travesuras, y aquellos rapaces inspirados se ocupaban <strong>de</strong> noche en<br />

salir por ahí a romper faroles y a dar bromazos a los vecinos pacíficos. ¡Romper un<br />

farol! ¡Cuántas <strong>de</strong>licias, cuánto ingenio, cuánta charla preparatoria y cuántos trámites<br />

para obra tan divertida! Escogida por el día la inocente víctima, bien por la diafanidad<br />

relativa <strong>de</strong> sus vidrios, bien por hallarse próxima a cualquier casa <strong>de</strong> habitantes<br />

pusilánimes, se le formaba causa criminal. Uno <strong>de</strong>fendía en toda regla al farol, alegando<br />

sus buenos servicios, otro le acusaba probando su complicidad en las tinieblas <strong>de</strong> la<br />

calle, o por el contrario el robo que había hecho <strong>de</strong> los rayos <strong>de</strong>l sol. Después <strong>de</strong><br />

consultar toda la jurispru<strong>de</strong>ncia farolística recaía sentencia en verso, y se nombraba la<br />

comisión ejecutiva. Por la noche un repentino estruendo y el salpicar <strong>de</strong> los vidrios rotos<br />

anunciaba el terrible cumplimiento <strong>de</strong> la justicia, y con la oscuridad, la alarma <strong>de</strong> los<br />

vecinos y la intromisión <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> estos en la gresca, venían nuevas [67]<br />

trapisondas y al cabo palos y carreras.<br />

Otras veces se entretenían en llamar con fuertes aldabonazos a las puertas, y daban<br />

aviso a media docena <strong>de</strong> médicos, diciéndoles con mucho apuro que tal o cual enfermo

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