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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-No sé -dijo- ni me importa.<br />

Después estuvo un momento confuso, porque aquel nombre sonaba en sus oídos <strong>de</strong><br />

un modo extraño.<br />

-Pues el día <strong>de</strong> nuestra salida, cuando tú estabas fuera <strong>de</strong> casa arreglando las cosas<br />

<strong>de</strong>l viaje y yo en tu tienda charlando con el mancebo, llegó un caballero preguntando<br />

por ti. Preguntó por todos los <strong>de</strong> la casa y dijo que no podía esperar porque tenía prisa.<br />

Se fue [256] soltándonos su nombre que era D. Yo no sé cuántos Servet, y como por el<br />

modo <strong>de</strong> vestir y la arrogancia y el habla y el sonsonete <strong>de</strong>l apellido me pareció francés,<br />

lo llamo monsieure.<br />

Alelí pronunciaba esta palabra, así como todas las palabras francesas, lo mismo que<br />

se escribe.<br />

-¿Y no <strong>de</strong>jó recado?<br />

-Que ya volvería. Pero la <strong>de</strong>l humo. Y el mancebo y yo opinamos que es un<br />

extranjero <strong>de</strong> los que vienen a enredar y hacer diabluras y revoluciones.<br />

D. Benigno meditó un momento. Después <strong>de</strong>sechó las i<strong>de</strong>as que le asaltaban,<br />

diciendo:<br />

-No sé quién es, ni me importa. Ese apellido lo han llevado otras personas que ya no<br />

existen; con que padre Monumento, basta <strong>de</strong> san<strong>de</strong>ces y vamos <strong>de</strong> paseo. Jacobito, ven.<br />

Corre por <strong>de</strong>lante: no te alejes <strong>de</strong> nosotros... Reverendísimo fraile, todo va bien, muy<br />

bien.<br />

-Gracias a Dios... ¿Y para cuándo?<br />

-Lo más pronto posible. Hoy mismo se pedirán los papeles. Barástolis...<br />

-Sí, echa, echa <strong>de</strong> ese cuerpo dos docenas <strong>de</strong> barástolis, y yo te acompañaré echando<br />

cuatro... Ya era tiempo, ya era tiempo.<br />

- XXVI -<br />

Deseoso <strong>de</strong> que su dicha fuera realidad <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l más breve plazo, D. Benigno<br />

arregló sus papeles y pidió los <strong>de</strong> Sola que estaban en un pueblo <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> León.<br />

Entretanto que venían aquellos malhadados documentos, sin los cuales no es posible<br />

encen<strong>de</strong>r cristianamente la antorcha <strong>de</strong> Himeneo, los futuros cónyuges vivían en<br />

intimidad honesta y dulce, en una especie <strong>de</strong> luna <strong>de</strong> miel <strong>de</strong> la amistad, en pleno<br />

reinado <strong>de</strong> la paz doméstica, cuyos encantos se multiplicaban con la <strong>de</strong>liciosa existencia<br />

campesina. Los días pasaban empujándose suavemente unos a otros y cada uno <strong>de</strong> ellos<br />

tenía sobre sus propias alegrías la esperanza <strong>de</strong> las alegrías <strong>de</strong>l siguiente. Nunca faltaba<br />

una operación <strong>de</strong> labranza, un paseo al monte, una merienda en las pra<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>l río, y<br />

nunca como en aquellas gratas ocasiones se le venían a la memoria al buen Cor<strong>de</strong>ro los<br />

pensamientos <strong>de</strong>l filósofo <strong>de</strong> la libertad y la naturaleza. Tan pronto recitaba aquel pasaje<br />

en que Rousseau encomia las dulzuras <strong>de</strong> la amistad como aquel otro en que hace el<br />

panegírico <strong>de</strong> las comidas rústicas preparadas [258] por el ejercicio, sazonadas por el

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