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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-¡Pobre Fernando! -exclamó D. Carlos dando un gran suspiro y apoyando la barba en<br />

el pecho. Incapaz <strong>de</strong> fingimiento y <strong>de</strong> mentira, la apariencia tétrica <strong>de</strong>l Infante era fiel<br />

expresión <strong>de</strong> la vivísima pena que sentía. Amaba entrañablemente a su hermano. Para<br />

que todo fuera en <strong>de</strong>sventaja <strong>de</strong> los españoles, Dios quiso que estos se dividieran en<br />

bandos <strong>de</strong> aborrecimiento, mientras los hermanos que ocasionaron tantos <strong>de</strong>sastres<br />

vivieron siempre enlazados por el afecto más leal y cariñoso.<br />

Poco más <strong>de</strong> lo transcrito hablaron el Infante y las dos damas, porque empezó a<br />

reunirse la camarilla en el salón inmediato, y Doña Francisca y su hermana<br />

abandonaron a Don Carlos para recibir a los aduladores, pretendientes y cofra<strong>de</strong>s<br />

reverendos <strong>de</strong> aquella cortesana intriga. En poco tiempo llenose la cámara <strong>de</strong> personajes<br />

diversos, el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Negri, el padre Carranza, el embajador <strong>de</strong> Nápoles, vendido<br />

secretamente a los apostólicos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho antes, y D. Juan <strong>de</strong> Pipaón, que según todas<br />

las apariencias, representaba en el seno <strong>de</strong> la comunidad apostólica a Calomar<strong>de</strong>. Luego<br />

aparecieron el obispo <strong>de</strong> León y [337] el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Alcudia, y entonces la cámara fue<br />

un hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> preguntas y comentarios. Vanidad, servilismo, adulación, los rostros<br />

pálidos, las palabras ansiosas, el respeto olvidado, el rencor no satisfecho, la esperanza<br />

cohibida por el temor... todo esto había bajo aquel techo habitado por sosas ninfas, entre<br />

aquellos tapices representando borracheras a lo Teniers, remilgadas pastoras o cabriolas<br />

<strong>de</strong> sátiros en los jardines <strong>de</strong> Helicona.<br />

-Una proposición inaudita, señores -dijo el reverendo obispo con fiereza-. Veremos<br />

lo que opina el Señor. Ahí es nada... Quieren que durante la enfermedad <strong>de</strong>l Rey se<br />

encargue <strong>de</strong>l gobierno doña Cristina, y que el Serenísimo Señor Infante sea... su<br />

consejero.<br />

Una exclamación <strong>de</strong> horror acogió estas palabras. La princesa <strong>de</strong> Beira casi lloraba<br />

<strong>de</strong> rabia, y a la orgullosa Doña Francisca le temblaban los labios y no podía hablar.<br />

-Es una <strong>de</strong>svergüenza -se atrevió a <strong>de</strong>cir Pipaón, que siempre quería <strong>de</strong>jar atrás a<br />

todos en la expresión extremada <strong>de</strong>l entusiasmo apostólico.<br />

-Es una jugarreta napolitana -indicó Negri, que en estas ocasiones gustaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

algo que hiciera reír.<br />

-Es burlarse <strong>de</strong> los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong>l Altísimo -afirmó Abarca, atento siempre a<br />

entrometer [338] la Divinidad en aquellas danzas.<br />

-Es simplemente una tontería -dijo el <strong>de</strong> Alcudia-. Veamos la opinión <strong>de</strong> Su Alteza.<br />

El ministro y el obispo pasaron a ver a D. Carlos, que hasta entonces tenía la digna<br />

costumbre <strong>de</strong> huir <strong>de</strong> los conventículos don<strong>de</strong> se ventilaban entre aspavientos y<br />

lamentaciones los intereses <strong>de</strong> su causa, y al poco rato salieron radiantes <strong>de</strong> gozo. Su<br />

Alteza había contestado con enérgica negativa a la proposición <strong>de</strong> la madre <strong>de</strong> Isabelita;<br />

que <strong>de</strong> este modo solían allí nombrar a la Reina Cristina.<br />

Entonce los cortesanos corrieron <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong>l Infante a la cámara real, don<strong>de</strong>, en<br />

vista <strong>de</strong> la <strong>de</strong>negación, se buscaban nuevas fórmulas para llegar al <strong>de</strong>seado arreglo.<br />

Hora y media pasó en ansieda<strong>de</strong>s y locas impaciencias. La Reina y los ministros<br />

conferenciaban en la antecámara <strong>de</strong>l Rey. En la alcoba <strong>de</strong> este nadie podía penetrar, a

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