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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Volviendo al asunto <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> España, diré que al salir <strong>de</strong> París no tenía duda<br />

alguna acerca <strong>de</strong>l pensamiento <strong>de</strong> los franceses en esta cuestión. Ellos no hacían la<br />

guerra por nuestro bien ni por el <strong>de</strong> Fernando. Poco se les importaba que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

vencido el constitucionalismo, estableciésemos la Carta o el <strong>de</strong>spotismo neto. Allá nos<br />

enten<strong>de</strong>ríamos <strong>de</strong>spués con los frailes y los guerrilleros victoriosos. Su objeto, su bello<br />

i<strong>de</strong>al era aterrar a los revolucionarios franceses, harto entusiasmados con las <strong>de</strong>mencias<br />

<strong>de</strong> nuestros bobos liberales, y a<strong>de</strong>más dar a la dinastía restaurada el prestigio militar que<br />

no tenía.<br />

El principal enemigo <strong>de</strong> los Borbones en Francia era el recuerdo <strong>de</strong> Bonaparte, y el<br />

<strong>de</strong>jo <strong>de</strong> aquel dulce licor <strong>de</strong> la gloria, con cuya embriaguez se habían enviciado los<br />

franceses. Una Monarquía que no daba batallas <strong>de</strong> Austerlitz, que no satisfacía <strong>de</strong><br />

ningún modo el ardor guerrero <strong>de</strong> la Nación y que no tocaba el tambor en cualquier<br />

parte <strong>de</strong> Europa, no podía ser amada <strong>de</strong> aquel pueblo, en quien la vanidad iguala a la<br />

verda<strong>de</strong>ra gran<strong>de</strong>za y que tiene tanta presunción como genio. Era preciso armarla, como<br />

<strong>de</strong>cimos en nuestro país; era [94] necesario que la Restauración tuviera su epopeya<br />

chica o gran<strong>de</strong>, aunque esta epopeya fuese <strong>de</strong> mentirijillas; era indispensable vencer a<br />

alguien, para po<strong>de</strong>r poner el grito en el cielo y regresar a París con la bambolla <strong>de</strong> las<br />

conquistas. Dios permitió que el anima vili <strong>de</strong> este experimento fuésemos nosotros, y<br />

que la <strong>de</strong>sgraciada España, cuya fiereza libró a Europa <strong>de</strong> Bonaparte, fuese la víctima<br />

escogida para proporcionar a Francia el <strong>de</strong>sahoguillo marcial que <strong>de</strong>bía poner en olvido<br />

a aquel mismo Bonaparte tan execrado.<br />

Mi viaje a París modificó mucho mis i<strong>de</strong>as absolutistas en principio, si bien<br />

pensando en España no podía admitir ciertas cosas que en Francia me parecían bien.<br />

Toda la vida me he congratulado <strong>de</strong> haber visto y hablado a monsieur <strong>de</strong> Chateaubriand,<br />

el escritor más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> su tiempo. Aunque su fama se eclipsó bastante <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

revolución <strong>de</strong>l 30, lo cual indica que había en su genio mucho tomado a las<br />

circunstancias, no pue<strong>de</strong> negarse que sus obras <strong>de</strong>leitan y enamoran principalmente por<br />

la galanura <strong>de</strong> su imaginación y la magia <strong>de</strong> su estilo; y aún <strong>de</strong>leitarían más si en todas<br />

ellas no hablase tanto <strong>de</strong> sí mismo. Tengo muy presente su persona, por <strong>de</strong>más<br />

agradable, y su rostro simpático y lleno <strong>de</strong> aquella expresión [95] sentimental que se<br />

puso <strong>de</strong> moda, haciendo que todos los hombres pareciesen enamorados y enfermos. Me<br />

parece que le estoy mirando, y ahora como entonces me dan ganas <strong>de</strong> llevar un peine en<br />

el bolsillo y sacarlo y dárselo diciendo: «Caballero, hágame usted el favor <strong>de</strong> peinarse».<br />

- XII -<br />

Ahora hablemos, ¿por qué no?, <strong>de</strong> la violentísima pasión que inspiré a un francés.<br />

Era este el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Montguyon, coronel <strong>de</strong>l 3.º <strong>de</strong> húsares. Yo le había conocido en<br />

Tolosa, habiendo tenido la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> que mi persona hiciera profunda impresión en<br />

él, trastornando las tres potencias <strong>de</strong> su alma. Era soltero, <strong>de</strong> treinta y ocho años, bien<br />

parecido y atento y finísimo como todos los franceses. Persiguiome hasta París, don<strong>de</strong><br />

me asediaba como esos conquistadores jóvenes e impacientes que han oído la célebre<br />

frase <strong>de</strong> César y quieren imitarla. Al principio me mortificaban sus obsequios; le<br />

rechazaba hasta con menosprecio y altanería; pero al fin, sin correspon<strong>de</strong>r a su amor <strong>de</strong>

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