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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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enterada <strong>de</strong> lo que pasaba, reprendió a la enferma por haberse puesto mala<br />

voluntariamente; que no otra cosa significaba el haber tomado aires colados, hallándose,<br />

como se hallaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace días, con un catarro más que regular. La avinagrada señora<br />

echó por la boca mil prescripciones higiénicas para evitar los enfriamientos y otros<br />

tantos anatemas contra las personas que no se cuidaban. Cuando Cor<strong>de</strong>ro se levantó,<br />

Crucita, que tenía un singular placer en anunciar los sucesos poco lisonjeros, fue a su<br />

encuentro y le dijo:<br />

-Ya tenemos otro enfermo en campaña. Sola se ha puesto muy mala.<br />

-¿Qué tiene? -dijo el héroe con repentino dolor como presagiando una gran<br />

<strong>de</strong>sgracia.<br />

-Pues una pulmonía fulminante.<br />

Si lo partiera un rayo, no se quedara Don [146] Benigno más tieso, más mudo, más<br />

parado, más muerto que en aquel momento estaba. Creía ver su dicha futura, sus<br />

risueños proyectos <strong>de</strong>splomándose como un castillo <strong>de</strong> naipes al traidor soplo <strong>de</strong>l<br />

Guadarrama.<br />

-Veámosla -dijo recobrando la esperanza, y corrió a la alcoba.<br />

Sola le miró con cariñosos y agra<strong>de</strong>cidos ojos. Quiso hablarle y la violenta tos se lo<br />

impedía. D. Benigno no pudo <strong>de</strong>cir nada, porque indudablemente el corazón se le había<br />

partido en dos pedazos, y uno <strong>de</strong> estos se le había subido a la garganta. Al fin hizo un<br />

esfuerzo, quiso llenarse <strong>de</strong> optimismo, y echó una sonrisa forzada y dijo:<br />

-Eso no será nada. Veamos el pulso.<br />

¡Ay!, el pulso era tal, que Cor<strong>de</strong>ro, en la exaltación <strong>de</strong> su miedo, creyó que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

las venas <strong>de</strong> Sola había un caballo que relinchaba.<br />

-Que venga D. Pedro Castelló, el médico <strong>de</strong> Su Majestad -exclamó sin po<strong>de</strong>r<br />

contener su alarma-. Que vengan todos los médicos <strong>de</strong> Madrid... Diga usted, apreciable<br />

Hormiga, ¿<strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuándo se sintió usted mal?<br />

-Des<strong>de</strong> ayer tar<strong>de</strong> -pudo contestar la joven.<br />

-¡Y no había dicho nada!... ¡qué crueldad consigo mismo y con los <strong>de</strong>más! [147]<br />

-¡Ya se ve... no dice nada!... -vociferó Crucita-. ¡Bien merecido le está!... ¿Hase visto<br />

terquedad semejante? Esta es <strong>de</strong> las que se morirán sin quejarse... ¿Por qué no se acostó<br />

ayer tar<strong>de</strong>, por qué? ¡Bendito <strong>de</strong> Dios, qué mujer! Si ella tuviese por costumbre, como<br />

es su <strong>de</strong>ber, consultarme todo, yo le habría aconsejado anoche que tomara un buen<br />

tazón <strong>de</strong> flor <strong>de</strong> malva con unas gotas <strong>de</strong> aguardiente... Pero ella se lo hace todo y ella<br />

se lo sabe todo... Silencio Otelo... vete fuera, Mortimer... No ladres, Blanquillo.<br />

Y en tanto que su hermana imponía silencio al ejército perruno, el atribulado D.<br />

Benigno elevaba el pensamiento a Dios Todopo<strong>de</strong>roso pidiéndole misericordia.

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