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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Ni medio minuto tardó la joven en traer el cigarrito, y con él la lumbre para<br />

encen<strong>de</strong>rlo. [1<strong>20</strong>]<br />

-Es que quiero echar una fumada para <strong>de</strong>spabilarme, porque <strong>de</strong>searía no dormir<br />

siesta... ¿entien<strong>de</strong>s, paloma?<br />

Como el fraile estaba con la cabeza echada atrás, en la más blanda y cómoda postura<br />

que pue<strong>de</strong>n apetecer humanos huesos, Sola no quiso que se incorporase y ella misma le<br />

encendió el cigarro en el braserillo, no siendo aquella la primera vez que tal cosa hacía.<br />

Chupó un poco con la inhabilidad que en tal caso es propia <strong>de</strong> mujeres (como no sean<br />

hombrunas), y cuando logró hacer ascua <strong>de</strong> tabaco, no sin per<strong>de</strong>r mucha saliva, presentó<br />

el cigarro a su amigo, cerrando los ojos por el picor que el humo le causaba en ellos.<br />

-Gracias, gracias, serafín <strong>de</strong> esta casa. Comprendo muy bien que ese santo varón...<br />

Pues, hija <strong>de</strong> mi alma, quiero <strong>de</strong>spabilarme con este cigarrito, porque necesito hablarte<br />

<strong>de</strong> una cosa grave, <strong>de</strong>licada, digo mal, archi-<strong>de</strong>licadísima.<br />

A Sola le pasó una nube por la frente, quiero <strong>de</strong>cir, que se puso seria y pensativa.<br />

-Tiempo hay <strong>de</strong> hablar todo lo que se quiera -dijo, inclinada sobre uno <strong>de</strong> los brazos<br />

<strong>de</strong>l sillón en que el religioso estaba-. Duerma su Reverencia.<br />

-Bueno, hijita, con tal que me llames a las tres y media... [121]<br />

-Eso es poco. A las cinco.<br />

-No, no. Si me duerno, no podré hablarte <strong>de</strong>l susodicho negocio, y lo he prometido,<br />

cor<strong>de</strong>ra, he prometido que esta tar<strong>de</strong> misma...<br />

Esto <strong>de</strong>cía cuando llegó un corpulento y bellísimo gato, que solía echar sus dormidas<br />

en el mismo sillón don<strong>de</strong> estaba Alelí, y viendo ocupado aquel lugar <strong>de</strong>licioso, dio<br />

algunas vueltas por <strong>de</strong>lante con rostro lastimero. Al fin, discurriendo que había sitio<br />

para todos, subió al regazo <strong>de</strong>l fraile y como encontrara agasajo, se enroscó y se echó a<br />

dormir cual un bendito.<br />

A poco <strong>de</strong> esto oyose un ruido estrepitoso, y fue que Juanito Jacobo había cogido<br />

una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> latón vieja, que olvidada estaba en la <strong>de</strong>spensa, y venía batiendo<br />

generala sobre ella con el palo <strong>de</strong>l molinillo, tan fuertemente que habría puesto en pie,<br />

con el estrépito que hacía, a los siete durmientes. Acudió Sola y le trajo prisionero por<br />

un brazo.<br />

-¡Con<strong>de</strong>nado chico! ¿No sabes que está tu tía durmiendo la siesta?... Ven acá: suelta<br />

eso... Ya, ya es tiempo <strong>de</strong> que tu padre te man<strong>de</strong> a la amiga... Ríñale, Padre Alelí. No se<br />

le pue<strong>de</strong> aguantar. Cuando el señorito está <strong>de</strong> vena, parece que hay un ejército en la<br />

casa.<br />

Diciendo esto, Sola le iba quitando sombrero, [122] ban<strong>de</strong>ja y palo, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

sentarse le acercó a sí y le acarició pasando suavemente su mano por los hermosos<br />

cabellos <strong>de</strong>l niño.

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