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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Señora, no se sofoque usted mucho... se hará un esfuercito por salvarla... Una<br />

persona [227] que se interesa por usted... que se interesa, sí... me encarga <strong>de</strong><br />

advertírselo.<br />

Soledad volviose prontamente y vio unos ojos ver<strong>de</strong>s y gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong><br />

huevos. Estos ojos brillaban, reflejando la claridad <strong>de</strong>l farol <strong>de</strong> los carceleros, en un<br />

semblante amojamado y partido en dos por la hendidura sonriente <strong>de</strong> la prolongada<br />

boca, casi vacía. En vez <strong>de</strong> tranquilizarse, Soledad tuvo miedo.<br />

- XIX -<br />

El licenciado Lobo, asesor privado <strong>de</strong>l señor Chaperón, tenía su oficina en el ángulo<br />

más oscuro y apartado <strong>de</strong> la planta baja <strong>de</strong> la Comisión Militar. Cubría el piso la estera<br />

más vieja, servíale <strong>de</strong> escritorio la mesa más rota que contaba entre sus propieda<strong>de</strong>s el<br />

Estado, y el pupitre, el tintero, la estantería <strong>de</strong>notaban con honrosa vejez haber<br />

acompañado en toda su larga vida a las antiguas covachuelas. Hasta el retrato <strong>de</strong><br />

Fernando VII, que <strong>de</strong>coraba la pared, era el más feo <strong>de</strong> toda la casa, y comido <strong>de</strong> polilla,<br />

no presentaba a la admiración <strong>de</strong>l espectador más que los ojos y parte <strong>de</strong>l cuerpo. [228]<br />

Lo <strong>de</strong>más era una mancha irregular con gran<strong>de</strong>s brazos al modo <strong>de</strong> tentáculos. Parecía<br />

un gran cefalópodo que estaba contemplando a su víctima antes <strong>de</strong> chupársela.<br />

En el centro <strong>de</strong> este mueblaje y encorvado sobre una mesa llena <strong>de</strong> <strong>de</strong>scoloridos<br />

papeles, aparecía el leguleyo, cuya figura encajaba en tal marco como el cernícalo en su<br />

nido. La diestra pluma rasgueaba sin cesar cual si fuera absolutamente imprescindible<br />

su actividad para la existencia <strong>de</strong> todo aquello, o como si fuera la clave cabalística <strong>de</strong><br />

que <strong>de</strong>pendían las imágenes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y <strong>de</strong>l retrato y <strong>de</strong> los muebles y <strong>de</strong>l licenciado<br />

mismo. Cuando la pluma paraba parecía que todo iba a <strong>de</strong>svanecerse. Si no fuera<br />

porque en los ratos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso el asesor se ponía a tararear alguna tonadilla<br />

trasnochada <strong>de</strong> las <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> la Briones y <strong>de</strong> Manolo García, se le hubiera tenido<br />

por momia automática o por alma en pena a quien se había impuesto la tarea <strong>de</strong> escribir<br />

mil millones <strong>de</strong> causas para po<strong>de</strong>rse redimir.<br />

Al día siguiente <strong>de</strong> la prisión <strong>de</strong> Sarmiento y cuando aún no había <strong>de</strong>spachado<br />

regular porción <strong>de</strong> su faena <strong>de</strong> la mañana, una señora se presentó sin anunciarse en el<br />

escondrijo <strong>de</strong>l asesor.<br />

-¡Oh! señora... -exclamó Lobo suspendiendo [229] la escritura-. No esperaba a usted<br />

tan tempranito. Hágame usted el obsequio <strong>de</strong> tomar asiento.<br />

Ya la señora lo había hecho en la única silla que servía para el caso. Era la misma<br />

dama a quien vimos en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Chaperón, guapa si las hay, seductora mujer <strong>de</strong><br />

cara y cuerpo y apostura, tota totalitate hermosa. Envolvíase en un rico chal blanco que<br />

a Lobo le pareció, sobre los lindos hombros y entre los brazos <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> vestidos, como<br />

el más gracioso capricho <strong>de</strong> la nieve entre las plantas <strong>de</strong> un jardín. Como a los viejos<br />

feos se les permite ser galantes, Lobo dijo que la cara <strong>de</strong> la señora era una rosa con la<br />

cual no se había atrevido la nieve, temiendo que una mirada la <strong>de</strong>rritiera.

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