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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Esta noche iremos todos allá. Con esto que pasa y el continuo trabajo en que<br />

vivimos nos falta tiempo para dar pábulo...<br />

-Ahora salimos con pábulos... -dijo Jenara impaciente y mal humorada-. Basta <strong>de</strong><br />

pesa<strong>de</strong>ces y dígame usted lo que tenía que <strong>de</strong>cirme.<br />

-Pábulo sí; digo que no hay tiempo para [158] satisfacer los puros goces <strong>de</strong> la<br />

amistad, ni aun los <strong>de</strong>l corazón.<br />

Micaelita bajó los ojos. Pintémosla en dos palabras. Era fea. Y si no lo fuera, ¿cómo<br />

la habría escogido Jenara para ser su inseparable compañera y usarla cual discreta<br />

sombra <strong>de</strong> que se valía la pícara para hacer brillar más la luz <strong>de</strong> su hermosura?<br />

-Si empiezan las tonterías me voy a casa -dijo la dama hermosa-. Vamos, hable<br />

usted, D. Plomo.<br />

-Paciencia, señora, paciencia. Dígame usted, ¿se permiten las malas noticias?<br />

-Se permite todo lo que sea breve.<br />

-Pues <strong>de</strong>rramemos una lágrima aquí, en este sitio nefando...<br />

Al <strong>de</strong>cir esto el coche pasaba junto al torreón <strong>de</strong>l Ayuntamiento don<strong>de</strong> estaba la<br />

Cárcel <strong>de</strong> Villa. Micaelita, que para todas las ocasiones tristes llevaba siempre<br />

apercibido un paternoster, lo rezó con pausa y <strong>de</strong>voción. Jenara se puso pálida y sacó su<br />

cabeza por la portezuela para mirar la torre.<br />

-¡Allí! -exclamó señalando con el abanico y con sus ojos.<br />

Vuelta a su posición primera, echó un suspiro casi tan gran<strong>de</strong> como el torreón y<br />

habló así:<br />

-Ahora, dígame usted dón<strong>de</strong> estaba. [159]<br />

-Don<strong>de</strong> menos creíamos. En casa <strong>de</strong> Olózaga.<br />

-¿En casa <strong>de</strong> D. Celestino Olózaga?<br />

-Calle <strong>de</strong> los Preciados.<br />

-Usted bromea: no pue<strong>de</strong> ser -manifestó la dama un poco aturdida-. Veo a Salustiano<br />

todos los días y nada me ha dicho.<br />

-Esas cosas no se dicen.<br />

-A mí sí... Hoy me lo dirá.<br />

-No dirá nada, como no hable la torre.<br />

-¿Por qué?... ¿También Olózaga ha sido preso?

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