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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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prado, respetando la huerta, don<strong>de</strong> les prohibía la entrada, con muy mal gesto, una cerca<br />

<strong>de</strong> zarza erizada <strong>de</strong> púas.<br />

El sitio no era prodigio <strong>de</strong> hermosura pero sí muy agradable y tenía los inapreciables<br />

encantos <strong>de</strong> la soledad, <strong>de</strong>l silencio campesino y <strong>de</strong>l verdor perenne aunque un poco<br />

triste <strong>de</strong> los olivos. Los horizontes eran anchos, la luz mucha, el aire puro y sano. Todo<br />

convidaba allí a la vida sosegada y a <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar <strong>de</strong> tristezas y preocupaciones el<br />

espíritu, <strong>de</strong>jándole libre y a sus anchas. [241]<br />

Interiormente la casa valía poco; pero Sola, en cuanto la vio, hizo mentalmente la<br />

reforma y compostura <strong>de</strong> toda ella, prometiéndose ponerla, si la <strong>de</strong>jaban, en un grado tal<br />

<strong>de</strong> limpieza, comodidad y arreglo que podrían allí vivir canónigos y aun obispos. Todo<br />

lo observaba ella, y si al principio no <strong>de</strong>cía nada, cuando Cor<strong>de</strong>ro le preguntó su<br />

opinión, no pudo menos <strong>de</strong> darla, diciendo: -¡Qué bien vendría aquí un tabique...!, y<br />

abrir allá una puerta... y exten<strong>de</strong>r este corredor poniéndole escalera exterior para bajar a<br />

la huerta... y en la huerta yo plantaría una fila <strong>de</strong> árboles que dieran sombra a la casa por<br />

esta parte... y quitaría el gallinero <strong>de</strong> don<strong>de</strong> está para ponerlo allá en el fondo <strong>de</strong>l corral<br />

don<strong>de</strong> están las mulas... Hay que cuidar mejor <strong>de</strong> la huerta y componer esa noria que sin<br />

duda es <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> los moros.<br />

Todo esto lo oía extasiado D. Benigno, prometiéndose formalmente hacer las<br />

reformas indicadas por Sola y aun algunas más.<br />

Desgraciadamente para él, no podía estar en los Cigarrales sino un par <strong>de</strong> días,<br />

porque le precisaba volver a Madrid, pero ¡qué feliz sería cuando volviese<br />

<strong>de</strong>finitivamente a sus queridas tierras para pasar todo el verano! Sí, sí, sí: era ya cosa<br />

<strong>de</strong>cidida en el espíritu <strong>de</strong>l bueno <strong>de</strong>l comerciante liquidar cuentas, [242] traspasar la<br />

tienda, renunciar al comercio y hacerse labrador para el resto <strong>de</strong> sus días. Estos dulces<br />

pensamientos le hacían sonreír a solas.<br />

La historia cuenta que D. Benigno regresó a Madrid sin que le ocurriera nada <strong>de</strong><br />

particular en su viaje, <strong>de</strong>jando buenos y sanos, y a<strong>de</strong>más muy contentos, a los que en los<br />

Cigarrales se quedaron. También dice que vendió muchos encajes en la temporada <strong>de</strong>l<br />

Corpus, y que allá por los últimos días <strong>de</strong> Junio el héroe hizo entrega <strong>de</strong> la tienda a un<br />

amigo <strong>de</strong> toda su confianza, y se dispuso a partir para Toledo con sus dos hijos,<br />

Primitivo y Segundo, que ya estaban <strong>de</strong> vacaciones, con buenas notas y las<br />

correspondientes huchas llenas <strong>de</strong> dinero. Para colmo <strong>de</strong> dicha, el padre Alelí, a quien<br />

los médicos <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n habían prescrito sosiego y campo, se disponía a acompañarle a<br />

los Cigarrales. ¿Qué faltaba? Sólo faltaba para poner la veleta al edificio <strong>de</strong> la felicidad<br />

Cor<strong>de</strong>ril que se resolviera un asunto <strong>de</strong>licado, un asunto <strong>de</strong>l alma, un problema <strong>de</strong><br />

corazón, <strong>de</strong>l cual pendían todos los <strong>de</strong>más problemas, cuestiones y proyectos <strong>de</strong>l héroe<br />

<strong>de</strong> Boteros. Una <strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s más graves, que era la <strong>de</strong> la enunciación o<br />

planteamiento verbal <strong>de</strong>l problema, estaba ya vencida, porque D. Benigno halló un<br />

medio excelente <strong>de</strong> vencer, o mejor dicho, <strong>de</strong> esquivar [243] su timi<strong>de</strong>z, y fue escribir a<br />

Sola una larga carta cuando ella se hallaba en los Cigarrales y él en Madrid.<br />

La carta era tan fina, tan discreta y comedida, que no vacilamos en reproducir<br />

algunos párrafos <strong>de</strong> ella. Decían así:

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