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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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modo el ánimo <strong>de</strong>l lector queda perfectamente dispuesto para saber que Dios<br />

Todopo<strong>de</strong>roso, que sin duda tenía a D. Carlos en más estimación que al partido<br />

apostólico, atendió al ruego que con amor fraternal y piedad cristiana le dirigió este; y<br />

así dispuso que Fernando, ya casi muerto, tornase a la vida, dando al traste con las<br />

esperanzas <strong>de</strong> lo que el obispo <strong>de</strong> León llamaba el partido <strong>de</strong>l Altísimo. De este modo el<br />

Padre <strong>de</strong> todas las cosas abandonaba a su grey [369] en lo mejor <strong>de</strong> la pelea, seguido <strong>de</strong><br />

la Generalísima, a quien también pidió muy ardientemente D. Carlos la vida <strong>de</strong> su<br />

hermano. Hasta con su cristiandad se perjudicaba a sí mismo D. Carlos como jefe<br />

visible <strong>de</strong>l partido absolutista-religioso, y si lo <strong>de</strong>jaran rezar mucho, es fácil que los<br />

furibundos apostólicos perdieran todas las batallas cortesanas y marciales que en lo<br />

futuro habían <strong>de</strong> dar.<br />

Fernando se aletargó por la noche. Todos le creyeron muerto y la tremenda noticia<br />

circuló por el Real Sitio, llegó hasta Madrid y aun fue trasmitida a las Cortes europeas.<br />

Pero a la mañana siguiente, <strong>de</strong> aquel cadáver volvieron a salir quejas y suspiros, se<br />

reanimó con oportunas sustancias y medicinas, y en Palacio y en los jardines no se <strong>de</strong>cía<br />

sino el Rey vive, el Rey vive; frase <strong>de</strong> consternación para algunos, <strong>de</strong> esperanzas para los<br />

menos. Muchas caras variaron completamente, y Cristina vio sonreír a los que el día<br />

anterior estaban cejijuntos y tenían en su rostro protervo el in<strong>de</strong>finible airecillo <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>fección. ¡Y el señor obispo que la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 18 salía a los jardines diciendo en voz alta<br />

en un corro <strong>de</strong> amigos: «Ya no volverán a levantar la cabeza los liberales»!... ¡Y el<br />

gracioso Padre Carranza que aquella noche había prometido solemnemente a sus<br />

allegados más <strong>de</strong> cuarenta canonjías y beneficios simples! [370]<br />

En todo el día 19 fueron llegando al Real Sitio muchos jóvenes <strong>de</strong> la aristocracia y<br />

militares <strong>de</strong> todas graduaciones, que iban a ponerse a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> la Reina Cristina.<br />

Con estas adquisiciones hechas por un partido que se creía muerto, iban rápidamente<br />

abatiéndose los ánimos <strong>de</strong> los apostólicos y no se sabe qué cantidad fabulosa <strong>de</strong> tazas <strong>de</strong><br />

tila tuvieron que tomar Doña Francisca y su hermana para poner a raya sus<br />

<strong>de</strong>sconcertados nervios. ¡Dios y la Generalísima ayudaban a la napolitana!<br />

Con la irrupción <strong>de</strong> personajes civiles y militares en el Real Sitio, las habitaciones<br />

escasearon en tales términos que Pipaón tuvo que rogar a D. Benigno le <strong>de</strong>jase libre el<br />

cuarto que ocupaba en la casa <strong>de</strong> Pajes, lo que no sintió mucho el héroe porque estaba<br />

hasta la corona <strong>de</strong> cortesanos, obispos y palaciegos.<br />

-Lo siento mucho -dijo D. Juan al <strong>de</strong>spedirle-. Pero ya ve usted, media España ha<br />

venido aquí a ponerse a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> la Reina... ¡Es un ángel esa señora! Aunque no lo<br />

parezca, sepa usted que yo la admiro mucho. Dicen que será nombrada Regente... y no<br />

me pesa, no me pesa...<br />

Cuando Cor<strong>de</strong>ro iba por el jardín acompañado <strong>de</strong> un chico que le llevaba las maletas<br />

encontró a Salvador, el cual se empeñó en compartir con él su alojamiento, aunque<br />

estrecho, suficiente para los dos. Dio mil excusas [371] D. Benigno que en aquel<br />

momento sintió más vivo que nunca el misterioso recelo que su amigo le inspiraba; pero<br />

al fin no tuvo más remedio que aceptar, so pena <strong>de</strong> tener que dormir en la calle o en un<br />

banco <strong>de</strong> los jardines.<br />

-No hay que pensar ahora -le dijo Monsalud con cariño-, en que esos señores firmen.<br />

Ninguno <strong>de</strong> ellos sabe ahora dón<strong>de</strong> tiene la mano <strong>de</strong>recha. Esperando a ver en qué para

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