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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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muy antropófago! Yo le cogía en brazos y le daba unos palmetazos en los muslos...<br />

Sabrás que fui al pueblo a restablecerme <strong>de</strong> unas intermitentes que cogí en Madrid<br />

cuando vine a las elecciones <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n. Entonces conocí al bueno <strong>de</strong> Jovellanos, un<br />

Voltaire encubierto, dígase lo que se quiera, y al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Aranda, que era un Pombal<br />

español, y a mi señor D. Carlos III, que era un Fe<strong>de</strong>rico <strong>de</strong> Prusia españolizado...<br />

-Al grano, al grano.<br />

-Justo es que al grano vayamos. Cuando Nicolás Moratín y yo disputábamos...<br />

-Al grano.<br />

-Pues digo, que Benigno es un mozalbete. ¿No ves su arrogancia, su buen color, sus<br />

bríos? [128] Bah, bah... Oye una cosa, hijita: Benigno se casará, tú te quedarás sola, y<br />

entonces será bien añadir a tu nombre otra palabra, llamándote Sola y monda en vez <strong>de</strong><br />

Sola a secas. Pero aquí viene bien darte un consejo... ¿Sabes, hija mía, que me está<br />

entrando un sueño tal, que la cabeza me parece <strong>de</strong> plomo?<br />

-Pues <strong>de</strong>me Su Reverencia el consejo y duérmase <strong>de</strong>spués -repuso ella con<br />

impaciencia.<br />

-El consejo es que te cases tú también, y así <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong> Benigno no podrá<br />

resultar ninguna <strong>de</strong>sgracia... ¡Qué sueño, santo Dios!<br />

Sola se echó a reír.<br />

-¡Casarme yo!... Qué bromas gasta el padrito.<br />

-Hija, el sueño me rin<strong>de</strong>... no puedo más -dijo Alelí luchando con su propia cabeza<br />

que sobre el pecho se caía, y tirando <strong>de</strong> sus propios párpados con nervioso esfuerzo para<br />

impedir que se cerraran cual pesadas compuertas.<br />

-Otro cigarrito.<br />

-Sí... chaquetón... humo -murmuró Alelí, cuya flaca naturaleza era bruscamente<br />

vencida por la necesidad <strong>de</strong>l reposo.<br />

- XIII -<br />

Sola corrió a buscar el <strong>de</strong>spertador y a su vuelta encontró al pobre religioso más que<br />

medianamente dormido, la cabeza inclinada a un lado, la boca entreabierta, roncando<br />

como un viejo y sonriendo como un niño. No quiso <strong>de</strong>spertarle, aunque estaba curiosa<br />

por saber en qué pararía aquel asunto <strong>de</strong>l casamiento <strong>de</strong> su protector. Sospechaba la<br />

intención <strong>de</strong>l fraile y todo el intríngulis <strong>de</strong> aquella conferencia cortada por el sueño, y<br />

gozaba interiormente consi<strong>de</strong>rando los ro<strong>de</strong>os y la timi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su protector.<br />

Acomodó la cabeza <strong>de</strong>l anciano en la almohada, le puso una manta en las piernas<br />

para que no se enfriase y le <strong>de</strong>jó dormir. Sentada en una silla al pie <strong>de</strong> la Creación le<br />

miró mucho, cual si en el semblante frailesco estuvieran estampadas y legibles las<br />

palabras que Alelí había dicho y las que no había tenido tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir. Profundo

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