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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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entre la <strong>de</strong>licada tela <strong>de</strong> araña algunas lágrimas que se quedaban temblando en los<br />

menudos hilos negros, como insectos <strong>de</strong> diamantes cogidos en una red <strong>de</strong> pelo. A ratos<br />

los suspiros <strong>de</strong> la obrera hacían moverse y volar los pedazos más pequeños, que se<br />

remontaban en busca <strong>de</strong> otros climas. Frecuentemente se picaba Elenita con la aguja, y<br />

muy a menudo se le enredaba el hilo entre los <strong>de</strong>dos obligándola a <strong>de</strong>tenerse y a per<strong>de</strong>r<br />

los minutos. También solía pasar la aguja con tanta presteza como si fuera puñal y con<br />

él tratara <strong>de</strong> atravesar un corazón aborrecido.<br />

Absorta en sus reflexiones, la niña no advirtió que habían llamado a la puerta, que la<br />

criada acababa <strong>de</strong> abrir y que un hombre avanzaba con pie muy quedo, al modo <strong>de</strong><br />

ladrón, hacia la salita don<strong>de</strong> estaba el taller <strong>de</strong> encajes. Así es que al sentir las palabras:<br />

«¿Se pue<strong>de</strong> pasar?», [132] la joven dio un grito y saltó <strong>de</strong>spavorida, cual si se viera en<br />

presencia <strong>de</strong> un toro <strong>de</strong>l Jarama.<br />

-Váyase usted Sr. <strong>de</strong> Romo, váyase usted -exclamó con terror, refugiándose en un<br />

rincón <strong>de</strong> la estancia-. Mamá no está aquí... estoy sola...<br />

-Mejor -repuso Romo sonriendo y tratando <strong>de</strong> dar a su rostro y a su a<strong>de</strong>mán el aire<br />

no aprendido <strong>de</strong> la cortesía-. ¿Me como yo a la gente? ¿Soy ladrón o facineroso?... No:<br />

yo vengo aquí con móviles <strong>de</strong> honra<strong>de</strong>z... ¿Podrán todos <strong>de</strong>cir lo mismo?<br />

-No, aquí no ha entrado nadie, nadie más que usted.<br />

-Puesto que usted lo dice, Elenita, lo creo -dijo el hombre oscuro tomando una silla-.<br />

Con la venia <strong>de</strong> usted me sentaré. Estoy muy fatigado.<br />

-¡Y se sienta!<br />

-Sí, porque tenemos que hablar. Atención, Elenita, yo tengo la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> estar<br />

prendado <strong>de</strong> usted.<br />

-Pues mire usted, yo tengo muchas <strong>de</strong>sgracias, menos esa.<br />

Romo contrajo su semblante, expresando sus afectos como los animales, <strong>de</strong> una<br />

manera muy opaca, digámoslo así, por ser incapaz <strong>de</strong> [133] hacerlo <strong>de</strong> otro modo. No<br />

podía <strong>de</strong>cirse si era el ruin <strong>de</strong>specho o la meritoria resignación lo que <strong>de</strong>terminaba aquel<br />

signo ilegible, que en él reemplazaba a la clara sonrisa, señal genérica <strong>de</strong> la raza<br />

humana.<br />

-Pues mire usted -dijo afectando candi<strong>de</strong>z-, a otros les ha pasado lo mismo, y al fin, a<br />

fuerza <strong>de</strong> paciencia, <strong>de</strong> buenas acciones y <strong>de</strong> finezas se han hecho adorar <strong>de</strong> las que les<br />

menospreciaban.<br />

-No conseguirá usted tal cosa <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong> mi madre.<br />

-Pues qué... ¿tan feo soy? -preguntó Romo indicando que no tenía la peor i<strong>de</strong>a<br />

respecto a sus <strong>de</strong>sgracias personales.<br />

-No, no; es usted monísimo -dijo Elena con malicia-, pero yo estoy por los feos...<br />

¿Quiere usted hacer una cosa que me agradará mucho?

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