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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Quizás empiece otra... Pero, al fin y al cabo, también tendremos aquí esos<br />

caminitos, aunque sólo sea para muestra. D. Salvador dice que se exten<strong>de</strong>rán por toda la<br />

tierra, y que hasta las regiones más incultas llegará esa máquina que corre a soplos.<br />

-¿Y la veremos por aquí, por este caminejo?<br />

-¿Por qué no?<br />

-Y podremos <strong>de</strong>cir: «A Madrid...».<br />

-Sí; pero ese prodigio no acontecerá mañana, hija querida -dijo Cor<strong>de</strong>ro sonriendo-.<br />

Por ahora nos contentaremos con las tres mulitas <strong>de</strong> Peralvillo. [355]<br />

Entraron la casa, don<strong>de</strong> hallaron a D. Primitivo Cor<strong>de</strong>ro, sobrino <strong>de</strong> D. Benigno, que<br />

venía a pasar unos días en los Cigarrales, y traía estupendas nuevas <strong>de</strong> la Corte, entre<br />

ellas la muerte <strong>de</strong>l Rey. Cenaron todos un poco tristes por la influencia melancólica <strong>de</strong><br />

tales noticias, <strong>de</strong> los comentarios lúgubres con que las acompañó el ex-capitán<br />

miliciano, y <strong>de</strong> los presagios fatídicos que hizo.<br />

Cuando D. Benigno manifestó su propósito <strong>de</strong> ir a Madrid el día veni<strong>de</strong>ro, Primitivo<br />

le anunció con oficioso pesimismo que probablemente encontraría las tropas<br />

insurreccionadas en las calles, la anarquía imperante, y la villa entera, la Corte y la<br />

monarquía, dadas a todos los <strong>de</strong>monios.<br />

Al <strong>de</strong>spuntar la aurora <strong>de</strong>l siguiente día Sola se levantó, y abriendo <strong>de</strong> par en par la<br />

ventana <strong>de</strong> su cuarto, que daba al campo, y a cuyo alféizar subían las ramas más altas <strong>de</strong><br />

los almendros, aspiró el aire balsámico <strong>de</strong> la mañana y miró los sen<strong>de</strong>ros, el suelo, la<br />

torre <strong>de</strong> la catedral insigne, que a lo lejos y en medio <strong>de</strong>l verdor oscuro <strong>de</strong>l paisaje lucía<br />

como un ciprés <strong>de</strong> piedra, <strong>de</strong>jó correr luego sus miradas por el suelo a<strong>de</strong>lante hasta el<br />

horizonte, término <strong>de</strong> amarillentas lomas y <strong>de</strong> azulados pedregales; fue con su espíritu<br />

más allá <strong>de</strong>l horizonte mismo; volvió con tristeza. Se podría haber creído que echaba <strong>de</strong><br />

menos aquellas barras <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong> que D. Benigno hablara la tar<strong>de</strong> anterior y que, <strong>de</strong><br />

existir, permitirían a los hombres remedar el maravilloso viajar <strong>de</strong> los pájaros. Nada vio<br />

en los torcidos sen<strong>de</strong>ros que indicase que las hadas se habían ocupado la pasada noche<br />

en ten<strong>de</strong>r aquellas vías metálicas, milagro <strong>de</strong> la locomoción, increíble camino más<br />

propio para ser recorrido con las alas <strong>de</strong>l espíritu, que con los pies <strong>de</strong> la materia.<br />

Poco <strong>de</strong>spués se levantó Cor<strong>de</strong>ro. El coche <strong>de</strong> Peralvillo no podía tardar, y era<br />

preciso sustentarse <strong>de</strong> chocolate y bollos para el largo y molesto viaje. Sola dio punto a<br />

las meditaciones para aten<strong>de</strong>r a los diversos menesteres <strong>de</strong> aquella hora, y cuando D.<br />

Benigno y ella se encontraron solos, el héroe no pudo menos <strong>de</strong> preguntarle por qué<br />

había en sus ojos huellas <strong>de</strong> lágrimas, siendo las circunstancias más bien propicias que<br />

adversas. Sola contestó que no había podido dormir en toda la noche, porque las cosas<br />

tremendas que contó Primitivo y los augurios que hizo llenaron <strong>de</strong> misterioso pavor su<br />

espíritu. Verdad era esto que dijo; pero también había influido mucho en su insomnio<br />

doloroso la brusca y radical mudanza en su <strong>de</strong>stino, en sus i<strong>de</strong>as todas por la<br />

conversación que ella y su dignísimo protector tuvieron a orillas <strong>de</strong>l río. Sola no quiso<br />

ocultar a Cor<strong>de</strong>ro todo lo que sentía y pensaba. [356]

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