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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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escalones se echaban <strong>de</strong> un lado como si quisieran dormir la siesta. Arriba los pisos eran<br />

tales, que una naranja tirada en ellos hubiera estado rodando una hora antes <strong>de</strong> encontrar<br />

sitio en que pararse, y por los pasillos era necesario ir con tiento so pena <strong>de</strong> tropezar con<br />

algún poste, que estaba <strong>de</strong> centinela como un suizo con or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> no permitir que el<br />

techo se cayera mientras él estuviese allí. [175]<br />

D. Felicísimo era toledano, no se sabe a punto fijo si <strong>de</strong> Tembleque o <strong>de</strong> Turleque o<br />

(10) <strong>de</strong> Manzaneque, que los biógrafos no están acor<strong>de</strong>s todavía. Estuvo casado con doña<br />

María <strong>de</strong>l Sagrario Tablajero, <strong>de</strong> la que nacieron Mariquita <strong>de</strong>l Sagrario y Leocadia. De<br />

esta, que casó pronto y mal con un tratante en ganado <strong>de</strong> cerda, nació Micaelita, que se<br />

quedó huérfana <strong>de</strong> padre y madre a los seis años. Esta Micaelita era, pues, here<strong>de</strong>ra<br />

universal <strong>de</strong>l Sr. D. Felicísimo, circunstancia que, a pesar <strong>de</strong> su escasa belleza, <strong>de</strong>bía<br />

hacer <strong>de</strong> ella un partido apetitoso. Sin embargo, habiendo tenido en sus quince años<br />

ciertos <strong>de</strong>vaneos precoces con un muchacho <strong>de</strong> la vecindad, quedó muy mal parada su<br />

honra. El mancebo se fue a las Américas, D. Felicísimo enfermó <strong>de</strong>l disgusto, doña<br />

María <strong>de</strong>l Sagrario, tía <strong>de</strong> la joven, enfermó también; divulgose el caso, salió mal que<br />

bien <strong>de</strong> su paso Micaelita, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces no hubo galán que la pretendiera. Cuentan<br />

los cronistas toledanos que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces se arraigó en Micaelita la piadosa costumbre<br />

<strong>de</strong> reservar un Padrenuestro para todas las ocasiones apuradas en que se encontrase.<br />

Pasados algunos años, la situación <strong>de</strong> la joven había cambiado: su carácter<br />

agriándose en extremo la hacía menos simpática aún <strong>de</strong> [176] lo que realmente era. Su<br />

abuelo, que entrañablemente la amaba, le permitía frecuentar la sociedad y gastar algo<br />

en tocados y ropas <strong>de</strong> moda. Ella quería borrar su mancha; pero no lo podía conseguir,<br />

careciendo <strong>de</strong> aquellas prendas que fácilmente inspiran el perdón o el olvido. Lo<br />

singular es que a su mal genio unía un cierto orgullito sobremanera repulsivo y que sin<br />

duda nacía <strong>de</strong> su seguridad <strong>de</strong> enriquecer consi<strong>de</strong>rablemente al fallecimiento <strong>de</strong>l abuelo.<br />

Todas las noches <strong>de</strong>l año, en el <strong>de</strong> 1831, luego que D. Felicísimo con un mediano<br />

vaso <strong>de</strong> vino echaba la rúbrica a su cena (frase <strong>de</strong> D. Felicísimo), se levantaba <strong>de</strong><br />

aquella especie <strong>de</strong> trono, y tomando con su propia mano el candil <strong>de</strong> cuatro mecheros se<br />

dirigía a la sala, don<strong>de</strong> ya doña María <strong>de</strong>l Sagrario había encendido una lámpara <strong>de</strong> las<br />

llamadas <strong>de</strong> Monsieur Quinquet, y allí se encontraba a varios amigos que se reunían en<br />

amena tertulia. La estancia era como una gran sala <strong>de</strong> capítulo conventual; pero estaba<br />

blanqueada, sin más adorno que un gran cuadro <strong>de</strong>l Purgatorio don<strong>de</strong> ardían hasta diez<br />

docenas <strong>de</strong> ánimas. Dos cortinas <strong>de</strong> sarga, cuya amarillez <strong>de</strong>claraba haber sido ver<strong>de</strong>,<br />

cubrían los balcones, y por las cuatro pare<strong>de</strong>s se enfilaban en batería tres docenas <strong>de</strong><br />

sillas <strong>de</strong> caoba con el respaldo tieso [177] y el asiento durísimo. Cuatro sillones <strong>de</strong><br />

cuero claveteado, contemporáneo <strong>de</strong>l cuadro <strong>de</strong> las Ánimas <strong>de</strong>l Purgatorio, si no <strong>de</strong>l<br />

Purgatorio mismo, servían para la comodidad relativa; una urna con imagen vestida<br />

servía para la <strong>de</strong>voción, y una mesa que parecía pila bautismal para que dieran golpes<br />

sobre ella los <strong>de</strong> la tertulia. D. Felicísimo entraba diciendo, Pax vobis y <strong>de</strong>spués<br />

saludaba sucesivamente a sus amigos.<br />

-Buenas noches, Elías ¿cómo te va?... Señor con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Negri, buenas noches...<br />

Buenas noches, Sr. D. Rafael Maroto.

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