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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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No marchaba muy bien el negocio que Salvador entre manos traía, porque la<br />

vigilancia en la cárcel <strong>de</strong> Villa era más estrecha y rigurosa que en los tiempos <strong>de</strong> la<br />

dramática evasión <strong>de</strong> Olózaga. En vano Tablas llenaba <strong>de</strong> aguardiente los cuerpos <strong>de</strong><br />

uno y otro manda<strong>de</strong>ro, sin olvidar la conquista <strong>de</strong> los alcai<strong>de</strong>s por medio <strong>de</strong> merendonas<br />

y duros; en vano se hacían trabajos en esfera, más alta, dirigidos a ablandar o corromper<br />

a sujetos <strong>de</strong> mayor categoría. Con disimulo, pero también con brío gestionaba Genara,<br />

más que por afecto al preso, por librarse <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong>sagradable en que el encierro<br />

<strong>de</strong> su esposo la ponía; y Pipaón (patriarca zascandilorum, según el macarrónico), <strong>de</strong><br />

acuerdo con Carnicero y otros compadres, manejaba también con arte sus consi<strong>de</strong>rables<br />

influencias. Tantos esfuerzos reunidos dieron al fin el resultado feliz que todos<br />

<strong>de</strong>seaban; pero hay indicios seguros <strong>de</strong> que el Sr. Navarro <strong>de</strong>bió principalmente su<br />

venturosa escapatoria, a la con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia o complicidad <strong>de</strong> la gente menuda, siempre<br />

venal; <strong>de</strong> modo que Salvador no se arrepintió <strong>de</strong> haber recurrido al buenazo <strong>de</strong> Pedro<br />

López, ni este se arrepintió <strong>de</strong> servirle, porque, habiendo cobrado en moneda corriente<br />

sus estipendios y el importe <strong>de</strong> todos los gastos, pudo ofrecer a la iracunda Nazaria<br />

parte <strong>de</strong>l caudal que le había <strong>de</strong>rrochado. Después se verá en qué emplearon el dinero<br />

adquirido por tan extraña industria.<br />

Los presos eran tres: D. Carlos, un fraile aragonés que pereció el año 35 en Zaragoza<br />

cuando la célebre causa y conspiración <strong>de</strong> D. Vicente Ena, y un capitán <strong>de</strong> caballería<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho antes andaba en aquellos trotes, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ser masón el <strong>20</strong> e<br />

in<strong>de</strong>finido el 24, había ingresado en los nacientes y aún no fogueados ejércitos <strong>de</strong>l<br />

Infante. No habría [334] sucedido nada si todos los señores congregados en casa <strong>de</strong> las<br />

<strong>de</strong> Porreño hubieran procedido con la discreción que se acostumbraba en tales reuniones<br />

ilícitas cuando las sorprendía la justicia. Seis <strong>de</strong> los conspiradores se escondieron en lo<br />

más hondo <strong>de</strong> la casa; el capitán y el fraile se pusieron a rezar el rosario; mas D. Carlos<br />

Navarro, que era, por sa geniazo díscolo y entero, enemigo <strong>de</strong> bajas comedias y <strong>de</strong><br />

disimulos viles, afrentó a los polizontes, les dijo mil herejías, y no pudiendo contener su<br />

ira, abofeteó al que parecía principal entre ellos. Este acto <strong>de</strong> violencia, cuando lo que<br />

hacía falta era maña y dulzura, les llevó a los tres a la cárcel <strong>de</strong> Villa, don<strong>de</strong> habrían<br />

estado todo el tiempo que exige una buena y voluminosa causa <strong>de</strong> mil folios, si no<br />

vinieran en auxilio <strong>de</strong> Navarro las tramas que hemos mencionado, en auxilio <strong>de</strong>l fraile<br />

el fuero eclesiástico, y <strong>de</strong>l capitán la muerte, que se le llevó a los seis meses <strong>de</strong> encierro.<br />

La <strong>de</strong>solación que causó a las dignas señoras <strong>de</strong> Porreño aquel suceso, no se expresa<br />

con las frías palabras <strong>de</strong> la historia. El <strong>de</strong>scrédito <strong>de</strong> su casa, la vergüenza y el<br />

azoramiento en que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces vivían, y por último, la falta <strong>de</strong>l auxilio pecuniario<br />

que D. Carlos les daba, precipitaron <strong>de</strong> tal modo su <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia, que bien pronto se<br />

vieron en aquel término lastimoso en que la estrechez se confun<strong>de</strong> con la miseria.<br />

El atroz Navarro, luego que se vio fuera <strong>de</strong> la cárcel no quiso averiguar el po<strong>de</strong>r que<br />

le había salvado. Su orgullo le inclinaba a no atribuir su salvación a ninguna persona<br />

que le tuviera afecto. «A mí nadie me quiere, <strong>de</strong>cía, nada tengo que agra<strong>de</strong>cer a ningún<br />

hombre. Sólo Dios me ha salvado». Pasó algunas horas en casa <strong>de</strong> las señoras, en cuya<br />

compañía había vivido, los dio una limosna con carácter <strong>de</strong> liquidación <strong>de</strong> atrasos, y<br />

acompañado <strong>de</strong> Oricaín y Zugarramurdi, que habían quedado libres y que siempre le<br />

eran fieles, partió disfrazado <strong>de</strong> arriero para las Provincias Vascongadas y Navarra.<br />

Nadie le vio. Se fue con su indignación crónica y su incurable soberbia, siempre<br />

enfermo, gruñón siempre. A nadie dio cuenta <strong>de</strong> sus planes, y parecía <strong>de</strong>testar a sus<br />

comilitones políticos lo mismo que a sus enemigos. No quería tratos con nadie, ni con

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