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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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La dama inclinó la cabeza, fijando los ojos en el suelo. Otra vez suplicó, porque no<br />

podía resistir impasible a la infame tarea <strong>de</strong> aquellos inicuos polizontes; pero Chaperón<br />

se mostró tan celoso <strong>de</strong> su reputación, <strong>de</strong> su papel y <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r a las circunstancias<br />

(¡siempre las circunstancias!) que al fin la intercesora, creyéndose satisfecha con el<br />

triunfo alcanzado, no quiso comprometerlo, aspirando a más. Se retiró contenta y triste<br />

al mismo tiempo. Necesitaba ver aquel mismo día a los <strong>de</strong>más individuos <strong>de</strong> la<br />

Comisión, pues aunque el Presi<strong>de</strong>nte lo era todo y ellos casi nada, convenía prevenirlos<br />

para asegurar mejor la victoria.<br />

Cuando se quedaron solos, Chaperón dijo a su asesor privado:<br />

-Arrégleme usted eso inmediatamente. Extienda usted la sentencia y llévela al<br />

comandante fiscal para que la firme. Hoy mismo se presentará al tribunal. Mañana nos<br />

reuniremos para sentenciar a la mujer que robó el almirez <strong>de</strong> cobre y el vestido <strong>de</strong> percal<br />

viejo... Pasado mañana tocará sentenciar eso... ¡Oh! veremos si los compañeros quieren<br />

hacerlo mañana mismo... Quesada me ha recomendado hoy la mayor celeridad en el<br />

<strong>de</strong>spacho [296] y en la ejecución <strong>de</strong> las sentencias...<br />

Y cabizbajo, añadió:<br />

-Veremos cómo lo toma la Comisión. Yo tengo mis dudas... mi conciencia no está<br />

completamente tranquila... pero, ¿qué se ha <strong>de</strong> hacer? todo antes que la impunidad.<br />

Y aquel hombre terrible, que era Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l pavoroso tribunal, y <strong>de</strong><br />

hecho fiscal, y el tribunal entero; aquel hombre, <strong>de</strong> cuya vanidad sanguinaria y brutal<br />

ignorancia <strong>de</strong>pendía la vida y la muerte <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> infelices, se levantó y se fue a<br />

comer.<br />

La Comisión, reunida al día siguiente para fallar la causa <strong>de</strong> la mujer que había<br />

robado un almirez <strong>de</strong> cobre y un vestido <strong>de</strong> percal viejo, falló también la <strong>de</strong> Sarmiento.<br />

No pecaban <strong>de</strong> escrupulosos ni <strong>de</strong> vacilantes aquellos señores, y siempre sentenciaban<br />

<strong>de</strong> plano conformándose con el parecer <strong>de</strong>l que era vida y alma <strong>de</strong>l tribunal. Todas las<br />

mañanas, antes <strong>de</strong> reunirse, oían una misa llamada <strong>de</strong> Espíritu Santo, sin duda porque<br />

era celebrada con la irreverente pretensión <strong>de</strong> que bajara a iluminarles la tercera persona<br />

<strong>de</strong> la Santísima Trinidad. Por eso <strong>de</strong>liberaban tranquila, rápidamente y sin quebra<strong>de</strong>ros<br />

<strong>de</strong> cabeza. Todos los días, al dar la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la plaza y distribuir las guardias y servicios<br />

<strong>de</strong> tropa, el Capitán [297] General <strong>de</strong>signaba el sacerdote castrense que había <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir la<br />

misa <strong>de</strong> Espíritu Santo. Esto era como la señal <strong>de</strong> ahorcar (6) .<br />

Al anochecer <strong>de</strong>l día en que fue sentenciada la causa <strong>de</strong> Sarmiento, previa la misa<br />

correspondiente, el escribano entró en la prisión y a la luz <strong>de</strong> un farolillo que el alguacil<br />

sostenía, leyó un papel.<br />

Oyéronle ambos reos con atención profunda. Sarmiento no respiraba. No había<br />

concluido <strong>de</strong> leer el escribano, cuando D. Patricio enterado <strong>de</strong> lo más sustancial, lanzó<br />

un grito y poniéndose <strong>de</strong> rodillas elevó los brazos, y con entusiasmo que no pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scribirse, con <strong>de</strong>lirio sublime, exclamó:<br />

-¡Gracias, Dios <strong>de</strong> los justos, Dios <strong>de</strong> los buenos! ¡Gracias, Dios mío, por haber oído<br />

mis ruegos!... ¡Ella libre, yo mártir, yo dichoso, yo inmortal, yo santificado por los

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