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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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el ejército se pronunciaría por D. Carlos si no se modificaba en favor <strong>de</strong> este la<br />

Pragmática sanción <strong>de</strong>l 29 <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong> 1830; que los voluntarios realistas, sin<br />

excepción <strong>de</strong> uno solo, proclamaban ya abiertamente como Rey <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho divino al<br />

mismo Sr. D. Carlos, y que para evitar una lucha inútil y el <strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong> sangre<br />

convenía a los intereses <strong>de</strong>l reino...<br />

El infame hacía tantos pucheros que no [364] pudo continuar la frase. Sintiose que el<br />

cuerpo dolorido <strong>de</strong>l Rey se estremecía en su lecho o potro <strong>de</strong> angustia. Oyose luego la<br />

voz moribunda que dijo entre dos lamentos:<br />

-Cúmplase la voluntad <strong>de</strong> Dios.<br />

El confesor silbó en su oído palabras no entendidas por los <strong>de</strong>más, y entonces la<br />

Reina Cristina, sin mirar a las tres sombras, volviendo su rostro al Rey y haciendo un<br />

heroico esfuerzo para no dar a conocer su dolor, pronunció estas palabras:<br />

-Que España sea feliz, que en España haya paz.<br />

El Rey exhaló un gran suspiro, mirando al techo, y <strong>de</strong>spués dijo algo que pareció el<br />

mugido <strong>de</strong> un león enfermo. La Reina tomó su pañuelo y sin <strong>de</strong>cir nada, <strong>de</strong>jando correr<br />

libremente sus lágrimas, limpió el sudor abundante que bañaba la frente <strong>de</strong>l Rey.<br />

Siguió a esto un discursillo <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Alcudia confirmando el dictamen <strong>de</strong> los<br />

otros dos apostólicos. Aquel famoso triunvirato traía la comedia bien aprendida, y en el<br />

cuarto <strong>de</strong> D. Carlos se habían estudiado antes <strong>de</strong>tenidamente los discursos, pesando<br />

cada palabra. El confesor dijo también en voz alta su opinión, asegurando bajo su<br />

palabra que el Altísimo estaba en un todo conforme con lo expuesto por los<br />

respetabilísimos señores allí [365] presentes. ¡Se quedó tan satisfecho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> este<br />

mensaje...!<br />

El Rey pareció llamar a sí todas sus fuerzas. Claramente dijo:<br />

-¿En qué forma se ha <strong>de</strong> hacer?<br />

No vacilaron los apostólicos en la contestación, pues para todo estaban prevenidos.<br />

Calomar<strong>de</strong> fingiendo que se le ocurría en aquel mismo instante, propuso que el Rey<br />

otorgase un codicilo-<strong>de</strong>creto <strong>de</strong>rogando la Pragmática sanción <strong>de</strong>l 30, y revocando las<br />

disposiciones testamentarias en la parte referente a la regencia y a la sucesión <strong>de</strong> la<br />

corona.<br />

Después <strong>de</strong> una pausa el Rey se hizo repetir la proposición <strong>de</strong>l ministro, y oída por<br />

segunda vez, Cristina volvió a limpiar el sudor que corría por la frente <strong>de</strong> su marido.<br />

Con un gesto y la mano <strong>de</strong>recha este mandó a los tres apostólicos consejeros que<br />

salieran <strong>de</strong> la estancia y se quedó sólo con su esposa y con su confesor, el cual salió<br />

también poco <strong>de</strong>spués. Consternados los tres escamoteadores y dudando <strong>de</strong>l éxito <strong>de</strong> su<br />

infame comedia, no <strong>de</strong>cían una palabra, y con los ojos se comunicaban aquella duda y el<br />

temor que sentían. Calomar<strong>de</strong> y el obispo dieron algunos paseos lentamente por la<br />

cámara, esperando que el Rey les volviera a llamar, y el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> la [366] Alcudia<br />

aplicó el oído a la puerta y dijo en voz baja y temerosa:

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