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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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ímpetu que los que allí estábamos tuvimos que retroce<strong>de</strong>r hasta el centro <strong>de</strong>l patio.<br />

Entonces un sacristán y un hombre forzudo y corpulento <strong>de</strong> esos que <strong>de</strong>sempeñan en<br />

toda iglesia las bajas funciones [228] <strong>de</strong>l trasporte <strong>de</strong> altares, facistoles o bancos, o las<br />

altísimas <strong>de</strong> tocar las campanas y recorrer el tejado cuando hay goteras, se acercaron a<br />

la puerta y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> arrojar fuera toda la gente que pudieron, cerraron con estruendo<br />

las pesadas ma<strong>de</strong>ras. Corrí a protestar contra un encierro que me parecía muy<br />

importuno; mas el sacristán alzando el <strong>de</strong>do, arqueando las cejas y ahuecando la voz<br />

como si estuviera en el púlpito, dijo lacónicamente:<br />

-De or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l señor Deán.<br />

- XXVIII -<br />

Mucho me irritó la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l señor Deán, que sin duda no esperaba a una persona<br />

amada, y entré en la iglesia consolándome <strong>de</strong> aquel percance con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que en<br />

edificio tan vasto no faltarían puertas por don<strong>de</strong> salir. Pasamos al otro lado; pero en la<br />

puerta que da a la plaza <strong>de</strong> la Lonja, otro ratón <strong>de</strong> iglesia me salió al encuentro <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> echar los pesados cerrojos, y también me dijo:<br />

-De or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l señor Deán.<br />

-¡Malditos sean todos los <strong>de</strong>anes! -exclamé [229] para mí, dirigiéndome a la puerta<br />

que da a la fachada. Allí, un viejo con gafas, sotana y sobrepelliz, se restregaba las<br />

manos gruñendo estas palabras:<br />

-Ahora, ahora va a ser ella. Señores liberales, nos veremos las caras.<br />

Yo fui <strong>de</strong>recha a levantar el picaporte; pero también aquella puerta estaba cerrada y<br />

el sacristán viejo al ver mi cólera que no podía contener, alzó los hombros<br />

disculpándose con la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la primera autoridad capitular. El <strong>de</strong> las gafas añadió:<br />

-Hasta que no pase la gresca no se abrirán las puertas.<br />

-¿Qué gresca?<br />

-La que han armado con la salida <strong>de</strong>l Rey loco. Mi opinión, señora, es que ahora va a<br />

ser ella, porque hay un complot que no lo saben más <strong>de</strong> cuatro.<br />

Volvió a restregarse las manos fuertemente, guiñando un ojo.<br />

-¿Y a qué hora sale Su Majestad?<br />

-A las seis, según dicen; pero antes ha <strong>de</strong> correr la sangre por las calles <strong>de</strong> Sevilla<br />

como cuando la inundación <strong>de</strong> hace veinte años, la cual fue tan atroz, señora, que por<br />

poco fon<strong>de</strong>an los barcos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la catedral.

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