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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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La actitud firme <strong>de</strong> Sola, la energía y la lealtad que en su semblante se pintaban,<br />

como la expresión más propia y a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong> su alma hermosísima, tenían al buen<br />

Cor<strong>de</strong>ro sobrecogido <strong>de</strong> admiración, <strong>de</strong> gratitud, <strong>de</strong> entusiasmo, <strong>de</strong> amor.<br />

-Una sola palabra -añadió- una sola pregunta quiero hacer. Lo que [306] usted diga<br />

será para mí como <strong>de</strong>claración bajada <strong>de</strong>l cielo y lo creeré, como se cree en Dios... Una<br />

palabrita nada más. Somos dos, dos hombres, el uno joven, lleno <strong>de</strong> vida y salud, <strong>de</strong><br />

inmejorable presencia, <strong>de</strong>spejado, rico, honrado, con innumerables prendas que<br />

aumentará la imaginación <strong>de</strong> la que tanto supo amarle <strong>de</strong> niña; el otro viejo, enfermo,<br />

pesado...<br />

-Pesado no -gritó Sola protestando con calor.<br />

-Bueno, quitemos lo <strong>de</strong> pesado... enfermo, feo...<br />

-En los hombres no hay fealdad.<br />

-Enfermo -prosiguió Cor<strong>de</strong>ro contando por los <strong>de</strong>dos-, poco agraciado, corto <strong>de</strong><br />

vista, honrado sí, como el primero, <strong>de</strong> buen corazón... En fin, voy al objeto. Los dos<br />

quieren casarse con una tal Sola, y esto parece fin <strong>de</strong> comedia. Una palabra <strong>de</strong> la dama<br />

va a <strong>de</strong>cidir la cuestión, ¿a cuál <strong>de</strong> los dos quiero por marido?<br />

¡Oh! quién tuviera pincel para pintar aquel <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> verdad suprema que brilló en<br />

los ojos <strong>de</strong> Sola, aquel gesto <strong>de</strong> heroína con que llevó la mano al pecho y elevó al cielo<br />

los ojos, bella por la verdad, sublime por lo que <strong>de</strong> abnegación había en el fondo <strong>de</strong><br />

aquella verdad, y quién pudiera expresar el acento suyo cuando pronunció estas<br />

palabras:<br />

-¡Como Dios es mi padre celestial, así es verdad que quiero casarme con el viejo!<br />

D. Benigno no la había abrazado nunca. Aquel día la abrazó por primera vez, y aquel<br />

abrazo bien valía por mil.<br />

[307]<br />

- X -<br />

Contaba el padre Alelí, historiador <strong>de</strong>smemoriado y chocho, que aquella noche<br />

estuvo D. Benigno durante seis horas seguidas sin moverse <strong>de</strong> su asiento, con los ojos<br />

fijos en las puntas <strong>de</strong> los pies, y el puño en la mejilla, y tal fue, aña<strong>de</strong>, la duración <strong>de</strong> su<br />

éxtasis, cavilación o modorra, que al <strong>de</strong>jar aquella actitud tenía marcadas las coyunturas<br />

en los rojos mofletes <strong>de</strong> su cara, y el codo había <strong>de</strong>jado un hoyo profundísimo en el<br />

cojinete <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong>l sillón. [308] Pero nuestro buen criterio no nos permite admitir<br />

ciegamente esta versión, y así reducimos a tres las seis horas <strong>de</strong> que habla Alelí, el cual<br />

como Herodoto era muy inclinado a exagerar y dar proporciones a lo que veía. Mejor<br />

sería aún, reducir a una hora nada más el plazo <strong>de</strong> aquella perplejidad <strong>de</strong> nuestro

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