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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Romo largó la mano con un papel arrugado, <strong>de</strong>l cual se apo<strong>de</strong>ró Elena, guardándolo<br />

prontamente. [139]<br />

-Gracias -murmuró.<br />

En aquel instante oyose la campanilla <strong>de</strong> la puerta, y la voz <strong>de</strong> D. Benigno, que<br />

gritaba:<br />

-Hija mía, soy yo, tu padre.<br />

Elena corrió a abrir, y el amoroso D. Benigno abrazó con frenesí a su adorada hija,<br />

comiéndose a besos la linda cara, sonrosada <strong>de</strong> llorar. También él lloraba como una<br />

mujer. -¿Quién está aquí?... ¿Con quién hablabas? -preguntó con viveza el padre,<br />

luego que pasaron las primeras expansiones <strong>de</strong> su amor.<br />

Al entrar en la sala, D. Benigno vio a Romo que iba a su encuentro abriendo también<br />

los brazos.<br />

-¡Ah! ¿estaba usted aquí... era usted...? ¡amigo mío!<br />

-No esperábamos todavía al Sr. Cor<strong>de</strong>ro -dijo Romo-. Desconfiaba <strong>de</strong> que le soltaran<br />

a usted.<br />

-¿Por qué llorabas, hija mía, antes <strong>de</strong> yo entrar? -dijo el patriota, fijando en esto toda<br />

su atención.<br />

-El Sr. Romo -repuso Elena muy turbada, pero en situación <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r disimularlo<br />

bien- acababa <strong>de</strong> entrar...<br />

-Yo creí que estaría aquí D.ª Robustiana -añadió el realista.<br />

-Y me <strong>de</strong>cía -prosiguió Elena-, me estaba [140] diciendo que usted... pues, que no<br />

había esperanzas <strong>de</strong> que le soltaran a usted, padre.<br />

-Eso me dijeron esta mañana en la Superinten<strong>de</strong>ncia; pero por lo visto las ór<strong>de</strong>nes<br />

que se dieron la semana pasada han hecho efecto.<br />

-Venga acá el mejor <strong>de</strong> los amigos, venga acá- exclamó D. Benigno con entusiasmo,<br />

abriendo los brazos para estrechar en ellos a su salvador-. Otro abrazo... y otro... A<br />

usted <strong>de</strong>bo mi libertad. No sé cómo pagarle este beneficio... Es como <strong>de</strong>ber la vida...<br />

Venga otro abrazo... ¡Haber dado tantos pasos para que no me maltrataran en Zaragoza,<br />

haberme servido tan lealmente, tan <strong>de</strong>sinteresadamente! No, no se ve esto todos los<br />

días. Y es más admirable en tiempos en que no hay amigo para amigo... Yo liberal,<br />

usted absolutista, y sin embargo, me ha librado <strong>de</strong> la horca. Gracias, mil gracias, Sr. D.<br />

Francisco Romo -añadió con emoción que brotaba como un torrente <strong>de</strong> su alma<br />

honrada-. ¡Bendita sea la memoria <strong>de</strong> su padre <strong>de</strong> usted! Por ella juro que mi gratitud<br />

será tan dura<strong>de</strong>ra como mi vida.<br />

Era la hora <strong>de</strong> comer; y cerrada la tienda, llegaron la señora, los niños y el mancebo.<br />

Quiso D. Benigno que les acompañase Romo a la frugal mesa; pero excusose el

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