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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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habilidoso sistema <strong>de</strong> ser y no ser, <strong>de</strong> equilibrarse entre el absolutismo y los liberales,<br />

valiéndose <strong>de</strong> los unos contra los otros, <strong>de</strong> prometer y no cumplir, <strong>de</strong> encubrir con<br />

fórmulas, retóricas y dicharachos hoy <strong>de</strong>sacreditados, pero entonces muy en boga, el<br />

lazo <strong>de</strong> la arbitrariedad y el espadón <strong>de</strong> la fuerza, dio resultados en época <strong>de</strong> tanta<br />

inocencia política, cuando la libertad era como un niño generoso y no exento <strong>de</strong> mimos,<br />

más fácil <strong>de</strong> engañar que <strong>de</strong> convencer.<br />

La tertulia <strong>de</strong> Genara fue el centro don<strong>de</strong> las aspiraciones <strong>de</strong> aquella gente lista<br />

empezaron a tomar cuerpo. Allí fue precisándose el sistema y haciéndose práctico. Allí<br />

se establecieron relaciones que no habían <strong>de</strong> romperse sino con la muerte y se<br />

conocieron y se escogieron, digámoslo así, los hombres. Los jóvenes tomaron <strong>de</strong> los<br />

viejos el saber astuto y estos <strong>de</strong> aquellos el <strong>de</strong>senfado y el vigor. Humanamente<br />

consi<strong>de</strong>rada, aquella gente tenía una superioridad especial que ha sido la causa <strong>de</strong> su<br />

dominio durante un tercio <strong>de</strong> siglo: era la superioridad <strong>de</strong> los modales, cosa<br />

importantísima en nuestra edad. Había en aquellos tiempos como una línea divisoria<br />

clara y precisa que separaba en dos gran<strong>de</strong>s mita<strong>de</strong>s el inmenso personal político,<br />

creado por las revoluciones. En el trazado <strong>de</strong> esta línea tenían alguna parte las tijeras <strong>de</strong><br />

los sastres. No había término medio, y fue lástima gran<strong>de</strong> que tantas i<strong>de</strong>as generosas y<br />

salvadoras no pudieran por fatal <strong>de</strong>stino, emanciparse <strong>de</strong> la grosería, <strong>de</strong>l mal vestir y<br />

peor hablar.<br />

Por esto el advenimiento <strong>de</strong> la clase media fue laborioso y pesado. Aquella clase,<br />

frailunamente educada, no supo echar <strong>de</strong> sí ciertas asperezas, por lo que sólo<br />

prevalecieron en la vida pública los pocos que supieron ponerse el frac.<br />

Despidieron a Genara aquel día, <strong>16</strong> <strong>de</strong> Julio <strong>de</strong> 1834, y se retiraron todos, los unos a<br />

su oficina, pues casi todos eran empleados, los otros a dormir la siesta. Todavía en<br />

aquellos tiempos se dormía la siesta, y al día siguiente <strong>de</strong> aquel <strong>16</strong> da Julio fue cuando<br />

la Provi<strong>de</strong>ncia dispuso que el Gobierno durmiera una siesta célebre.<br />

La dama partió llena <strong>de</strong> pena y miedo, <strong>de</strong> miedo porque ignoraba si alejándose <strong>de</strong><br />

Madrid se alejaría <strong>de</strong>l aire ponzoñoso; <strong>de</strong> pena, porque <strong>de</strong>jaba su vida dulce y regalada,<br />

sus tertulias llenas <strong>de</strong> amenidad o interés, su influencia en el partido dominante, y<br />

quizás, quizás algo que más vivamente interesaba a su corazón. Renunciar al brillo <strong>de</strong> su<br />

ingenio [433] y hermosura, a las adulaciones <strong>de</strong> la pequeña corte masculina que la<br />

festejaba un día y otro día; abdicar esta corona y huir <strong>de</strong> la capital <strong>de</strong> su reino <strong>de</strong><br />

galanterías para sepultarse en un rústico lugarón don<strong>de</strong> no había <strong>de</strong> tener más solaz que<br />

lecturas insípidas y don<strong>de</strong> había <strong>de</strong> recibir la noticia <strong>de</strong>l fin tristísimo <strong>de</strong> su marido, era<br />

fuerte cosa para un corazón amigo <strong>de</strong> impresiones lisonjeras, para una fantasía siempre<br />

joven y siempre soñadora, para una conciencia alarmada.<br />

Esta mujer acabó ya para nosotros. Dentro <strong>de</strong> los límites señalados a estas historias,<br />

no cabe ya el resto <strong>de</strong> su vida llena <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>ntes, y que no tomarán por mo<strong>de</strong>lo los<br />

cenobitas ni los que se propongan ser santos o algo que a santos se parezca. Sólo<br />

diremos, que vivió muchos años y que a los sesenta todavía era guapa. Ingeniosa,<br />

amable y algo intrigante, lo fue hasta los setenta, y durante dos años más fue un mo<strong>de</strong>lo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>voción cristiana y <strong>de</strong> edificante trato con clérigos y cofradías, hasta que Dios quiso

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